Prólogo

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Un incesante golpeteo en la ventana me libera, mi cuerpo bañado en sudor y las lágrimas corriendo por mi mejilla. Se ha vuelto una rutina los últimos cinco días. Mi único escape se ha vuelto otra jaula para mí, como si no fuera suficiente este destierro.

Tres meses y quince días es lo que ha durado esta deprimente llovizna húmeda, que ahora en todas las casas se filtra mientras los muros de yeso se ablandan y los de madera se pudren, el moho es tan común que podríamos decir que es lo único normal, las calles son pequeños conductos de agua y de no ser por lo débil de la lluvia y unas cuantas coladeras ya estaríamos inundados.

Debo levantarme pues el sudor y la humedad han propiciado una sensación asquerosa, mi cuerpo pegajoso, apesta a azufre y sal, y la ropa solo me resulta estorbosa, incómoda y pesada, como si hubiera estado horas bañandome con ropa en un charco maloliente de lodo y el cabello largo sólo es una maraña de pelo suudoroso y ceboso que se adiere a mi rostro, me siento tan acalorada que no puedo pasar un minuto más así.

Tomo un pantalón hogado de algodón, una blusa gastada por el tiempo y ropa íntima, me dirijo al pequeño baño y acomodo la ropa sobre un banco de plástico. Abro las llaves de la regadera y cuento veinte segundos antes de meterme al agua clorada.
No estaba caliente, ni fria y a mi piel desnuda le daba igual, estaba tan cansada del agua y la humedad que se había acostumbrado a la absorción excesiva de agua, apenas había entrado y las puntas de mis dedos ya eran iguales a la piel arrugada de una anciana. Tome un puño de jabón en polvo y lo repartí igualmente en la esponja y mi cabello.

No tardé más de diez minutos en asearme y sentirme más limpia, alcancé la toalla que estaba al otro lado de la cortina que separaba la regadera de la taza de baño. Sequé mi cuerpo y me vestí, aunque de mi cabello aún escurrían abundantes gotas de agua, con la toalla y mi cabello hice un remolino en mi cabeza del tal manera que parecía un turbante, eso me ayudaría a secar el cabello.

Volví a la cama, ahora me sentía más pesada y mis ojos se cerraban lentamente, el reloj electrónico marcaba las tres cincuenta de la madrugada, podía dormir de nuevo, unas cuantas horas más antes de reportarme en la cocina.

Elashious© #1Where stories live. Discover now