El guardaespaldas asintió con media sonrisa, algo irregular en él, por lo general nada lograba sacarle una sonrisa a aquel guardaespaldas, él continuó conduciendo, entretanto, un rostro travieso me refrescaba la mente un rato recordando el tonto accidente en el aeropuerto.

—Hemos llegado señor.

Desperté desorientado, observando el lugar en el que me encontraba. El hotel Boston Harbor me daba la puta real bienvenida del porqué me encontraba de regreso en mi ciudad natal luego de tres años. De nuevo la rabia se reintegró en mi sistema nervioso. Bajé sin reparos para registrarme en el hotel. Veinte minutos después estaba de regreso al coche.

—Vamos a la empresa de la familia Ernest, necesito hacer una visita especial.

—De inmediato, señor.

El móvil vibró en uno de los bolsillos de mi chaqueta limpia, la anterior que fue manchada de chocolate, la dejé a un lado de la cama.
La empresa no se encontraba lejos, eran unos quince minutos de distancia en auto. Respondí al ver el número en pantalla.

—Nicholas —atendí sin ganas.

—¡Theodore Bourke! Finalmente te dignas a responder, hombre. Si tu otro padre, —de esa manera le decía a Ernest, porque me cuidaba mucho más que un padre primerizo —, no me informa de tu viaje, sinceramente habría llamado a toda la policía alemana para ir en tu búsqueda —resopló molesto. Vaya.

—No creo que él, te haya dado ninguna información al respecto —dije neutro.

—Ok, ya lo sé, ni que le arranquen las uñas él estaría por allí hablando de tu paradero así como así, pero como me conoce, no le quedó otra opción que decírmelo. Dime... ¿Ocurrió algo? Te fuiste de manera tan sorpresiva —preguntó dubitativo.

—Oye, Nick —le hablé con sinceridad —ha ocurrido una situación que requería mi presencia urgente en América, pero hermano, no estaré largo rato acá. Terminaré lo que vine a hacer y vuelvo a Alemania —musité despacio. Nicholas, no pronunció palabra alguna durante unos segundos.

—Bien. Te esperamos.

Siempre hablaba en plural, desde que se hizo novio de Sojhar. Él, no necesitaba escuchar mas, sabía que le explicaría lo que ocurría cuando estuviéramos frente a frente.

El coche se detuvo, miré a mi lado derecho y el logo de la empresa brillaba perfectamente encima de la gran entrada a la misma. Apreté las manos, respiré profundo y antes que bajara, Ernest me habló.

—Si me permite un consejo. Nadie es infalible en esta vida y como seres humanos siempre cometemos errores, la mayoría de ellos con consecuencias irrelevantes en las que tal vez ni cuenta nos demos de la gravedad del asunto.

Lo observé fijamente. ¿Acaso estaba del lado de Troy? Su psicoanálisis de último momento no surtió ningún efecto en mí, fue todo lo contrario. No quise preguntarle que sabia él de lo que yo había descubierto. No dije nada en ese instante, descendí del coche y antes de cerrar la puerta del coche, expresé serio:

—No tardo, así que no te muevas de este lugar.

Cada paso que daba se clavaba en mi pecho. Una mezcla de nervios, molestia y decepción se desplazaba por mis venas. La sorpresa y saludo de bienvenida de algunos de los trabajadores que ya me conocían no se hicieron esperar. Tuve que responder por educación, tampoco quería dar una mala impresión a la gente que laboraba para nosotros en aquel edificio. Pase de largo frente a recepción, no necesitaba ningún pase de acceso para entrar, aun así, una voz me detuvo, lo hice por respeto.

—¡Joven, Theodore! Cuanto tiempo —Jenny, la eterna e incondicional asistente de mi padre, que estaba seguro que pisaba los cincuenta años ya, sin embargo su eficiencia era impresionante; me miraba con rostro tierno. Se acercó a mí y sin esperarlo me abrazó. Fue un momento realmente incómodo.

Adoración Secreta, libro  2 Bilogía Secretos, BorradorWhere stories live. Discover now