Capítulo único

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I.

Luciano despertaba solo, de nuevo.

Ya llevaba varios días de esta manera, por qué? Se han de preguntar, bueno respecto a eso tenemos la siguiente explicación:

Luciano tiene una pareja, un talentoso pintor uruguayo llamado Sebastián quién ha estado muy ocupado últimamente en alguna obra la cuál nadie sabe hasta ahora de que se trata, solo Sebastián, creador de la misma, sabe sobre la figura que se postrará en hermosos óleos, pero a corrido con la lástima de un bloqueo artístico que lo ha llevado a tener que irse y llegar a altas horas de la noche pues ha de pasarse bastantes horas junto al cuadro viendo las perspectivas de la misma, si ha de tener que que dar un brochazo aquí o allá, o simplemente mezclar las pinturas para lograr un color exacto, pero aún así, casi no puede soportar la añoranza y preocupación que siente cuando piensa en el brasileño, en la soledad que ha de estar sintiendo y en la necesidad de querer ver a su novio.

Después de haberse cepillado y lavado la cara con abundante agua, el moreno se encontraba de camino a la cocina se encontró en la mesa una carta perfectamente doblada con su nombre escrito en ella, cuando la abrió para leerla se encontró con lo siguiente:

"Lulú, perdóname el no haber pasado casi ningún momento junto a ti durante estos días, pero sabes que estoy trabajando en algo muy importante para mí, te pediría que pasarás la tarde acompañándome, pero, quiero que esto en lo que estoy trabajando se mantenga todo lo secreto posible hasta su revelación, el punto es que ayer cuando llegué ya estabas dormido y no quería despertarte así que te digo pase por la tienda y te compré una caja de pudines, puedes comerlos a tu gusto, también e de decirte que tal vez llegue temprano hoy.
-Sebastián."

Luciano sonrío al terminar de leer la carta, ya tenía dos buenas noticias, una era que su "Sebas" (como el tenía la costumbre de llamarlo) posiblemente pasaría tiempo con él y la otra era que su novio le había comprado pudín, el cuál no iba a llenar su soledad pero ayudaría a saciar su hambre.

Porque era cierto, lo que menos le gustaba a Luciano era quedarse solo, el suele ser una persona muy social, está abarrotado de amigos, pero siempre que se quedaba en la misma iba directamente a hacer alguna actividad que lo "despeje" de su mente, pues en realidad el toma el pensamiento y lo esconde detrás de alguna parte de su cabeza, en alguna caja fuerte con sabrá quién cuántos cerrojos a de tener, no solo hacía esto con la soledad, lo hacía con mucha cosas más, entre ellos: sus miedos, inseguridades, dudas y malos pensamientos, pero, no tomaba en cuenta algo, y era que esos pensamientos eran como líquido, cuales en cualquier momento se podrían derramarse y salpicar, pues ese "líquido" tenía ya tiempo acumulándose y era peligroso.Como ácido corrosivo.ácido del diablo.

Luciano no perdió tiempo y saco dos pudines de chocolate de la nevera y de casi un salto ya se encontraba en la otra esquina de la cocina y de la despensa saco un paquete de donas glaseadas, el amaba las cosas dulces, saliendo a la sala guardo en su mochila el paquete y los dos pudines, antes de salir por la puerta tomó su cámara fotográfica (porque si, Luciano amaba el arte tanto como su pareja) cerrando la puerta tras de él, salió corriendo por los vacíos pasillos del edificio en el que vivían en vez de dirigirse al ascensor tomó el camino de las escaleras, el brasileño decía que era aburrido bajar por el ascensor, que eran mejor las escaleras pues podrías bajar al ritmo que te plazca, de la manera que te pareciera; bajando los escalones de dos en dos, saliendo por el gran portón de la residencia, pensó en su destino: El botánico de su ciudad. Había un clima hermoso y las flores (y algunos árboles) se encontraban en su mayor esplendor, Luciano no se perdería ese acto por nada.

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