—Si en algún momento digo algo ofensivo, sólo dime —pidió él alzando las cejas.

Ella alzó rápidamente la mirada para encontrarse con la de él, seguían codo a codo de frente al muro de roca.

—¡Oh, no! No has dicho nada ofensivo, por el contrario, es muy dulce lo que me has contado —su acento español enloquecía a Zaid.

Afuera caía una lluvia fina, que comenzaba a elevar el olor a tierra húmeda que tanto le gustaba a él.

Él tenía la mano apoyada en la viga de madera y lentamente la bajó para tomar la mano de ella.

La respiración de ella estaba agitada, se sentía muy nerviosa. Nunca nadie le había tomado la mano con esa dulzura, con esa galantería. Sentía que iba a derretirse en cualquier momento.

—Me gustas. Todo en ti —dijo él.

Ella tragó saliva, continuaba en silencio.

—Mira qué pocos días he estado aquí y me haces sentir lo que nadie me hizo sentir en toda mi vida —continuó.

Zaid sentía unas tremendas ganas de estampar su boca en la de ella. El impulso era demasiado fuerte, pero sabía que ella no era así. Es decir, jamás había hablado de eso con ella, pero ya el simple hecho de tomarle la mano se sentía ilícito, no sabía bien por qué. Tal vez porque ella era de otro tiempo y tenía otras costumbres, tal vez porque estaba comprometida o tal vez porque Zaid la veía inalcanzable a pesar de que ella daba muestras de igual afecto hacia él. Decidió respetarla, así que se mordió el labio con mucha fuerza para contenerse, hasta que notó un ligero sabor a sangre en la boca. Eso calmó un poco su ansiedad.

—Tú... —comenzó a decir Gracia con un hilo de voz, pero calló.

Lucía como quien está haciendo todo el esfuerzo del mundo para pronunciar algo que no se atreve a decir.

—Yo, ¿qué? —la animó él.

Ella sacudió la cabeza y volvió a comenzar. Reunió todo el coraje del que era capaz y habló sin detenerse.

—Me siento muy mal de que las cosas estén acaeciendo de esta manera. Yo debía estar libre para evitar toda esta locura por haberme comprometido. De ser así, podría aceptarte sin ninguna objeción... pero lo he arruinado todo —concluyó con tristeza.

—Oye, no... tú no podías saber que yo vendría a ti —la tranquilizó—. Tal vez si no te hubieses comprometido con ese hombre, no te habría conocido al llegar aquí, porque no vivirías en este lugar —ella sonrió, aún seguían tomados de la mano—. No quiero que te sientas mal por eso, ¿si?

Ella asintió.

—A veces tengo miedo de que algo malo pueda pasarte, yo no quiero que te ocurra nada malo —dijo ella en un hilo de voz.

«¡Dios, dame fuerzas para no besarla!», pensó Zaid. La mirada tierna de Gracia y su vulnerabilidad, hacían que deseara besarla y luego decirle que todo estaría bien, pero sabía que tenía que respetarla. Debía ganarse su confianza primero.

—Nada va a pasarme. Dios por algo me trajo a este lugar, dejemos que cosas buenas pasen.

Ella asintió.

—Zaid... ¿tú...?

Él no dijo nada, no quería ahuyentar lo que sea que estuviera dispuesta a decir. Pero ella no hablaba. Parecía estar buscando la forma de decirlo... o buscando el coraje para pronunciarlo, era difícil saber.

—¿Tú me amas? —soltó de repente.

Él se congeló. Guardó silencio. Era muy pronto para decirle «te amo» a alguien. ¿Y si le decía que sí, y ella se asustaba? ¿Y si le decía que no y ella se sentía ofendida? Tenía que decir algo...

RETROSPIRAL © (Terminada) ( #PGP2021 )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora