Pato tenía ahora una mano en la barbilla en actitud pensativa.

      —Además, ¿por qué aquí? ¿Por qué la luz se apareció justo en el lugar que a Zaid le atraía tanto? —Ambos chicos estaban atentos a lo que decía ella— ¿Y si la casa tiene algo qué ver?

      Sanja se giró para observar la entrada de la vieja casa.

      —No estoy segura, pero también es válida tu observación. Creo que no estaría de más entrar para ver qué encontramos.

      —Hagámoslo —dijo rápidamente Patricia.

      Francisco miró la tétrica casa y sintió terror, pero por su amigo estaba dispuesto a lo que fuera. Se limitó a asentir para evitar que su voz delatara el miedo que sentía.

      La madera de la gran puerta de la entrada estaba hinchada y podrida por las lluvias. Tenía una cadena con enormes eslabones insertada en donde debió estar la cerradura alguna vez, pero Sanja descubrió al jalarla, que no contenía ningún candado y, por lo tanto sólo era cuestión de empujar la puerta para entrar. Aún así, la chica no pudo abrirla, a causa de que la madera estaba muy hinchada.

      Al ver que su novia había batallado para abrir, a Francisco se le despertó el   ego y se ofreció a hacerlo él mismo. No solía ser presuntuoso, pero siempre se enorgullecía de que su novia sintiera que él era su héroe. Requirió de un poco de fuerza bruta para empujarla con el hombro, pero al fin lo logró.

Dentro de la casa había una oscuridad tan grande, que el corazón de Francisco comenzó a latir de nuevo con fuerza detrás de sus costillas. Olía a humedad, a ratones y a madera podrida. Hizo a un lado el pánico que sentía; la vida —¿o la existencia?— de Zaid estaba en juego, además de que dos chicas estaban presentes y tenía que demostrar su valentía ahí. Trató de adaptar su visión a la oscuridad, pero era inútil.

—Encendamos las linternas del celular —sugirió Sanja, mientras brillaba la pantalla de su teléfono.

Patricia también iluminó el interior de la casa con el suyo.

«Claro, el celular», pensó Francisco, el miedo lo hacía pensar lento; se acordó que tenía su móvil en el fondo de su mochila. Se la descolgó del hombro y abrió el cierre, metió la mano al fondo y palpó hasta encontrar su celular. Lo tomó y luchó para que no se le resbalara de las manos temblorosas y sudorosas. Oprimió un botón para que se encendiera la pantalla y activó la linterna para tener más luz.

Con las tres luces, había suficiente iluminación como para ver que el lugar aún conservaba muebles. Se encontraban en lo que parecía una sala de estar. Frente a él había una mesa de centro algo baja, con aparentemente un arreglo floral sobre ella, lo dedujo por los tallos y los pétalos duros y resecos sobre el cristal. Encima de ésta, había una enorme lámpara de araña con miles de diminutos cristales que desviaban la luz del móvil en todas direcciones.

—Esta casa fue abandonada por alguien que, al parecer, pensaba volver y nunca lo hizo —dijo Patricia, mirando el florero.

A derecha e izquierda de la mesa de centro había un par de sillones con tela roída por ratones y con gruesas capas de polvo. Uno de ellos estaba inclinado de un lado porque tenía una pata rota.

Francisco avanzó con cuidado de no tocar nada. Por poco y tropieza con algo que estaba tirado en el piso. Se agachó y se dio cuenta de que era un enorme cuadro. En el pasado debió de haber estado colgado en el muro, pero éste, enmohecido con los años, no había soportado el peso del marco.

—Miren esto —dijo él y rápidamente se le unieron las chicas.

Con mucho cuidado de que no hubiera arañas alrededor, Francisco lo tomó y le dio una vuelta para ver la imagen de frente. Si no se equivocaba, era un retrato al óleo, la pintura tenía infinitas grietas y parte de la tela estaba roída y cubierta de hongos, el olor a humedad era muy fuerte, pero aun se alcanzaba a captar que la pintura era de un hombre de cabello claro con mirada airosa, que descansaba la mano izquierda sobre un bastón elegante. Había una placa sobre la parte inferior del marco, el chico frotó con los dedos la superficie para ver qué decía, pero la inscripción con letra cursiva estaba incompleta, algún ratón había roído parte de ella. Sólo se leía bien el año: «1846». Francisco emitió un silbido asombrado.

—¿La pintura sería creada en ese año, o este hombre nació en esa fecha? —Preguntó.

—Quién sabe, pero se ve muy antigua —respondió Pato.

—¡Qué lastima que semejante retrato haya terminado de este modo! —exclamó Sanja, siempre consciente del arte.

Patricia perdió el interés y se retiró para seguir buscando indicios en otro lado, mientras la pareja observaba el rostro del hombre en la pintura. Parecía bastante desagradable. Francisco pensó que todos los retratos antiguos tenían la misma expresión de suficiencia. Se dio cuenta de que se estaba distrayendo y que debían continuar con lo que habían ido a hacer.

Se encontraron con más muebles, pero hubo algo que llamó su atención: había una taza, como aquellas que se usaban antes para tomar el té. Era pequeña y con un asa tan delgada que sospechó que si intentaba sostenerla se rompería con facilidad bajo sus dedos. Dentro de ella había polvo y hongos. Le dio la impresión de que, de todos los artículos que había en la casa, esa taza era lo único que no encajaba, pero no acertó a saber por qué.

—Amor, mira esta taza —dijo Sanja, haciendo eco de sus pensamientos.

—Sí, era lo que estaba viendo... se me hace muy extraña —respondió él.

—A mí también.

Sanja sacó la cámara de su funda y le tomó varias fotos a la taza en diferentes ángulos y a diferentes distancias.

Fuera de las capas de polvo, las telarañas y los ratones que ya había notado con el rabillo del ojo, había cierto orden. Al parecer, en un muy buen rato, esa casa no se había tocado para nada. Pero, ¿por qué? Francisco pensó que eso era muy raro. ¿No se suponía que el gobierno entraba a tomar posesión de esas viejas propiedades para demolerlas, o para hacerlas patrimonio de la humanidad, o algo por el estilo? Algo estaba mal con esa casa. A Francisco se le erizó el vello de la nuca.

De pronto, una potente iluminación azul se coló por las rendijas de las ventanas y por la abertura de la puerta.

Patricia dio un salto, Sanja jaló aire por la boca y Francisco gritó el nombre de Zaid, mientras los tres corrían hacia la puerta para encontrar a su amigo.

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N/A: ¡Hola! 👋🏼♥️😘

🌀Retrospiral se encuentra en el lugar #94 en el Género Aventura. Muchas gracias por continuar leyendo, hacen que mi novela permanezca activa y eso es genial, porque así podemos llegar más lejos.

🌀Nunca pensé que esta novela llegara tan pronto a las 1000 lecturas, ustedes son increíbles, ¡muchas, muchas gracias por todo!😭😭♥️♥️♥️

🌀¿Qué opinan de Sanja? ¿Así la imaginaban? 🌚😏

🌀Si te gustó el capítulo, no olvides ponerle una estrellita y hacer comentarios, amo leer lo que opinan 😁♥️

♥️😍Los quiero muchísimo,

—RosalinaG⭐️♥️

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