Se dice que los hombres son incapaces de hacer dos cosas a un tiempo, pero Zaid no era uno de esos hombres. Él era perfectamente capaz de concentrarse en hacer su tarea, mientras hablaba por teléfono con Francisco, escuchaba música y además veía televisión, todo al mismo tiempo. Era sorprendentemente hábil, quizás por eso había aprendido a tocar la batería en tan sólo una semana. Era bueno haciendo varias cosas a la vez. Y por dicha razón era que él mismo se sentía sorprendido de no poder ni pensar cuando Gracia estaba en la misma habitación. Si ella le hacía una pregunta, él tardaba en responder porque todos sus sentidos estaban completamente centrados en la presencia de esa joven mujer. Notaba su respiración, analizaba el tono de su voz y registraba el eco que ésta emitía dependiendo de la habitación, observaba la forma en que caminaba, la manera en que sus ojos azules brillaban junto a la chimenea, el tono cálido de su rostro cuando ella se encontraba bajo la tenue luz de las velas, en lo bonita que se veía cuando sonreía, observaba la forma que tenían sus uñas y sus dedos, en lo sedoso que lucía su cabello oscuro cuando estaba de espaldas... pensándolo bien, seguía siendo hábil, porque prestaba atención a todos esos detalles sin ni siquiera quererlo y aún trataba de encontrar su pensamiento racional —en donde quiera que éste estuviera— para arreglárselas en responder sus cuestionamientos. Pero le era difícil. Demasiado.

Se notaba nervioso cada vez que ella y él se encontraban, le temblaban las manos si ella se acercaba, tartamudeaba un poco al hablar —lo que empeoraba su nerviosismo—, y sentía una presión en el estómago cada vez que ella le dirigía la mirada. Simplemente no podía evitarlo, ya estaba loco por ella y aunque nunca en su vida había estado loco por nadie, le pareció demasiado obvio. Jamás había prestado atención a tantos detalles en una chica antes. Para él las mujeres eran hermosos seres humanos que estaban ahí para complementar al sexo masculino, pero nunca, jamás, había sido tan consciente de la presencia de una chica antes. Incluso, en un par de ocasiones, había sido capaz de sentirla cuando ella estaba a punto de llamar a su puerta.

Esta situación le hacía recordar un poco la historia de Peter Parker cuando descubre que tenía un sentido arácnido que acababa de despertarse en él y aún no podía controlar. Zaid sentía como si uno de sus sentidos, antes dormido, se hubiera despertado cuando ella apareció en escena. Era completamente abrumador, pero aunque trataba de detenerse, sencillamente no podía. Ya había pasado.

Sabía que su familia quizás estaba muy preocupada por él, pero si Gracia estaba presente, se olvidaba de todo. Le daba vergüenza admitirlo, pero así era. Sentía que un tremendo milagro le había sucedido al estar atascado en ese tiempo y ese lugar, simplemente porque había tenido la oportunidad de conocerla a ella y daba gracias a Dios cada día por ponerlo en ese camino.

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—¿Qué voy a hacer, querida amiga mía?

Gracia estaba caminando de un lado a otro en el salón y Ana la seguía con la mirada.

—Nunca había querido desposarme con nadie —continuó—, jamás fue mi deseo, pero de alguna manera lo aceptaba, pues casarse es el destino de todas las mujeres... ¿qué más podemos hacer? Me vi forzada a aceptar la oferta de William porque es un buen hombre... lo es, pero es viejo...

—...El señor Zaid es joven —añadió Ana en voz muy baja.

No supo si su ama la ignoró o simplemente no la había escuchado.

—...y nunca me hace reír... —siguió Gracia, caminaba como una presa dentro de una jaula.

—...El señor Zaid os hace reír —volvió a sugerir Ana en un hilo de voz.

Gracia se detuvo y la miró fijamente.

—En serio, Ana, no me estás ayudando. Sí... te he escuchado decir eso.

RETROSPIRAL © (Terminada) ( #PGP2021 )Where stories live. Discover now