El hombre del lago se acercó aún más para besarla, esta vez se cercioró de apretarle la cara antes, para que no se moviera. Ella volvió a sentir ganas de volver el estómago, pero justo cuando sus labios rozaron los de ella, una flecha atravesó la espalda del sujeto y éste cayó al suelo. Gracia se vio liberada y comenzó a correr, era ahora o nunca, pero nuevamente se vio presa de alguien que había sido más veloz. Éste hombre puso el filo de su navaja en el cuello de ella. Gracia pasó saliva, se sentía aún más asustada, si cabe. Los demás hombres se inquietaron y sacaron sus armas para luchar. La misma Gracia buscaba con los ojos por todos lados, pero no veía a la persona que había lanzado esa flecha letal, hasta que apareció de entre los bosques, un elegante caballero, con un arco y una flecha entre las manos, listo para atacar.

—¡Liberad a la doncella! —exigió el caballero. Su castellano era bastante malo.

El hombre que mantenía prisionera a Gracia la soltó de inmediato y puso las manos en donde pudieran ser vistas.

—¿Qué es lo que hacéis, villanos? Mal he hecho en daros trabajo en mis tierras. ¡Fuera! ¡Fuera de aquí o juro en el nombre de lo más sagrado, que os haré cazar! —Su tono amenazador y su volumen de voz era tal, que hacía vibrar el aire que los envolvía.

Los hombres se separaron y comenzaron a correr. El corazón de Gracia seguía latiendo con violencia tras sus costillas. Cayó de rodillas. Su salvador se acuclilló a su lado y le habló con su mal español.

—¿Os encontráis bien?

Ella no respondió. Temblaba de frío y de miedo. Comenzaba a tener puntos oscuros en su visión.

—¿Dónde...? —Fue lo último que Gracia escuchó antes de que la negrura la envolviese.

Al despertar, se dio cuenta de que estaba en una cama de verdad, con suaves sábanas de algodón y hasta una manta caliente. En casa solía dormir en un puñado de paja con una vieja manta encima. Miró a todas partes, no reconocía ese sitio. Una cama con elegante dosel, alfombras sobre el piso de piedra, tapices colgados en cada muro, muebles ostentosos y caros. Se miró a sí misma y vio que tenía puesto un camisón de algodón fino, alguien tenía que habérselo puesto sin que ella se diera cuenta. La luz del sol entraba por la gran ventana, inundando la habitación de un dorado resplandor. La puerta se abrió casi silenciosamente y una graciosa doncella de ojos claros entró, haciendo una reverencia.

—Buen día, señora. He venido a traeros algo de comida —dejó en la mesa que había en un rincón de los aposentos, la bandeja que sostenía entre las manos.

—Gracias —Gracia estaba tan sorprendida que no dijo nada más. La doncella inclinó la cabeza.

—Sir Payne desea veros durante la hora de la cena.

—¿Quién es Sir Payne?

—Es el dueño de esta mansión, mi señora —Gracia asintió.

—¿Cómo es que he llegado hasta aquí?

—Sir Payne os encontró en el bosque y os trajo desvanecida. Fue muy generoso al pedirnos a todos que cuidáramos de vos hasta que os recuperarais.

Gracia se sintió profundamente agradecida. De golpe recordó todo lo que había ocurrido y quiso llorar de nuevo, se estremeció perceptiblemente. Los ojos verdes de la doncella se mostraban cálidos bajo una ceja delgada y casi invisible.

—Hay algunos vestidos en el armario que podrían quedaros bien. Os ayudaré a vestiros después de la comida.

La muchacha se dirigió hasta el guardarropa, abrió las puertas de par en par y le mostró a Gracia los vestidos de los que le hablaba antes. Sacó uno color blanco y lo llevó hasta la cama. Gracia lo admiró. Era un vestido precioso, con mangas largas como las de una dama. La doncella volvió a ir al armario y sacó otro modelo color rosa pálido. Las mangas eran largas también.

RETROSPIRAL © (Terminada) ( #PGP2021 )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora