«¡Hola, guapo! ¿ya me extrañas?», dijo ella del otro lado de la línea, con esa voz cantarina que la caracterizaba.

—Hola, linda... Mmm —dudó. ¿Cómo iba a decírselo?—... Nena, tengo un problema... —Ella pareció notar su angustia.

«¿Que pasó, estás bien?» preguntó alarmada.

Francisco no quería preocuparla en vano, pero sabía que necesitaba una cabeza fría que lo ayudara a pensar.

—¿Podrías venir a verme? Es algo urgente —anunció.

«Claro, voy para tu depa», respondió ella con sentido de urgencia.

—Sí... ¡No! No estoy ahí, estoy... en la casa vieja que está cerca de mi departamento.

«¿La que está abandonada

—Sí.

«¿Francisco, por qué estás ahí?»

—Te cuento cuando llegues. Nena, necesito que vengas lo más rápido que puedas —y sin saber muy bien por qué, añadió:—. Trae tu cámara.

🌀🌀🌀🌀🌀

Cuando la chica recibió su llamada, supo que algo andaba mal. La voz de Francisco siempre era juguetona y despreocupada, pero ese día sonaba muy tenso y... agobiado. Ella imaginó cosas terribles, como que algún conocido había muerto o que se había metido en problemas con la ley, hasta pensó que había tenido un accidente... Luego, él le había pedido que llevase su cámara a esa casa vieja y las cosas dejaron de tener sentido para ella. Nada de lo que imaginaba incluía esa casona horrible a la que Francisco le tenía miedo —no es que él se lo haya dicho antes, pero la forma en que su novio cambiaba de acera al pasar por esa casa se lo corroboraba—.

Había tomado su cámara, las llaves de su coche y algo de dinero antes de salir de casa. Mientras conducía, le dio mil vueltas al asunto hasta que, al final, concluyó que Francisco podría estar asustado por algo que había creído ver, como un fantasma o algo por el estilo. Ella no creía en esas cosas, así que aunque acudió rápido a verlo, no estaba preocupada y mucho menos asustada. Estaba decidida a tranquilizarlo y llevarlo a su casa.

Al llegar, su novio estaba dentro de la propiedad abandonada, sentado a los pies de ese sauce. Ella lo había llamado por su nombre y él, al verla, se levantó apresuradamente para acercarse a ella. Sanja lo vio a través de los barrotes de la verja, mientras lo escuchaba balbucear muchas cosas incoherentes. Entre sus balbuceos, logró captar «Zaid»... «¿Qué voy a hacer?», «se fue», entre tantas otras palabras a las que ella no les encontraba ningún sentido. La voz de Francisco se quebraba al hablar.

—¿Qué? —preguntó Sanja totalmente desesperada, mientras miraba que él se mordía las uñas de modo casi inconsciente.

Al ver que Francisco no respondía a su pregunta, Sanja comenzó a trepar con cierta dificultad la verja, no sin antes mirar a todas partes para asegurarse que nadie los veía invadiendo propiedad privada. El muchacho le había ayudado a bajar y en cuanto ella puso sus pies sobre el suelo, él le echó los brazos al cuello buscando consuelo. Sanja se deshizo del abrazo suavemente y tomó el rostro de su novio entre sus manos blancas como el papel.

—Mírame —le impuso.

Francisco llevó sus ojos cafés hasta los grises de la muchacha, no tuvo que agacharse para observarla, ella y él eran casi de la misma estatura.

—Francisco, cálmate —continuó ella con voz segura y firme—, necesito que me digas qué le pasó a Zaid. Comienza desde el principio y sin ponerte histérico.

RETROSPIRAL © (Terminada) ( #PGP2021 )Where stories live. Discover now