36-. Escarlata

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También dedicado a

@devilspwill & @1995dirtbag & @Osadia_Swift

ESCARLATA

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"Aquellos ojos, me estaban viendo gentilmente; tu voz me tranquiliza, y le canta a mi corazón. Un beso torno los cielos grises. Nunca encontraré una salida, ningún refugio para la lluvia. [...] Oh, este amor me esta desgarrando. He estado corriendo como la luz de la oscuridad. Oh, el relámpago cae dos veces, y quema como el hielo. Desearía no amarte nuevamente [...] el rayo golpea nuevamente y quema tan bien, desearía no amarte nuevamente. Pero lo hago."

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Aurea, tierra de esplendida diversidad, no era aclamada como una nación bendecida por los dioses en vano. Montaña rocosa, desierto, costa, una porción boscosa e incluso nieve cuando se viajaba lo suficiente hacía las tierras protegidas por los Horan. Justo donde se encontraban tres geografías, se celebraba un acto al que todos se encontraban felices de asistir. Entre la porción de desierto y la playa, una pequeña representación boscosa albergaba una cascada que se derramaba continuamente en una pileta natural. Aguas tranquilas y no demasiado profundas, iluminadas por el sol durante el día, platinadas en la noche por la luna. Sagradas para los devotos aurences que no tomaron como coincidencia la formación de esa cascada hace muchísimos años, cuando las estatuas de sus soberanos dioses fueron erguidas sobre esta. Desde entonces, cada infante que nacía esas tierras de océano y arena recibía la bendición de los dioses allí.

Junto a un sacerdote del templo, el matrimonio Malik ingresó a las templadas aguas de la pileta. La dura mirada de las deidades principales –el Coloso del Mar y Señor del Desierto- les cobijaba del sol mientras guiaban la canasta donde reposaba la pequeña heredera. Vestían delgadas túnicas, tan delgadas y suaves que hondeaban en el agua, pegándose a sus cuerpos como una segunda piel dorada, mientras que la niña portaba el azul del firmamento.

Guiados por el sacerdote, comenzaron con la ceremonia que presentaría a los dioses a la hija del príncipe Malik. Una tradición que prometía protección para la criatura, validez a su nombre y su estatus como primogénita. El resto de la corona, la corte y cualquier persona del pueblo que alcanzara a presenciar ese acto se encontraban allí.

—Cuando la Matriarca bendice a una pareja otorgándoles el fruto de su unión, y este hace su camino al mundo, su nacimiento es la prueba veraz de la gracia... el poder de nuestra amorosa diosa—recitó, las pulseras en sus muñecas resonaron entre sí cuando alzó los brazos en un amplio arco. Los presentes guardaban silencio mientras observaban al otro lado de la orilla; el sonido de la constante cascada matizaba los balbuceos de la pequeña niña—. Mas cuando ella da la vida, no significa que la pueda proteger o bendecir. Son nuestros guardianes, quienes resguardan nuestro hogar, quienes harán de la vida de cada aurence próspera. Como no puede ser de otra forma, los padres actúan como los guardianes más inmediatos luego de los dioses. Y a través de ellos, transmiten su bendición.

Tras culminar sus palabras, le ofreció un ademán a la muchacha a su lado. Callada, con la mirada gacha a pesar de verse tan preciosa. El cabello dorado caía por sus hombros y espalda en ondulaciones que daban con el agua a la altura de su cintura.

Príncipe. » l.s | YA EN TIENDAS|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora