Dejemos las cosas estar, mi amor.

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Supongo que crea que las veces que te lo he dicho no son suficientes, y seguirán sin serlo, porque eres mucho para mí. El significado que tiene una de tus dedicadas sonrisas, o de tus miradas indescifrables, de tus actos, a veces cariñosos, otro algo más ariscos. Pero nunca te has enfadado conmigo, y la verdad, puede ser difícil con personas de tal carácter. Eres y serás una persona tan sumamente importante que cualquier acto de desprecio me mata, me quema, y no entiendo por qué aun hay momentos en los que, me quedo mirándote y pienso: ¿por qué? ¿Él es el indicado, la perdona con la que quiero compartir el resto de mis días, sin importarme nada de lo que se meta en nuestro camino?
La respuesta a esta existencial duda, es ambigua, porque tú me das a entender que no, y yo no paro de pensar que sí, porque no dejas de darme razones para amarte más y más. Porque las mariposas en el estómago empiezan a ser murciélagos cuando nuestra mirada se clava mutuamente e intentamos descifrar lo que oculta nuestro alma, o simplemente nos echamos de menos, o puede que busques mi consuelo porque cuentas conmigo para todo. Tus ojos color avellana, y tu pelo castaño, hacen en ti que el otoño te tenga envidia, pues tus colores son lo más hermoso que esa estación tendrá (por poco que me guste admitirlo). Y que tú mismo dijiste, que lo que tenga que suceder sucederá, y puede que todo esto sea un precioso sueño en el que la mujer se enamora del hombre y son felices para siempre, pero también podría ser una pesadilla en la que ambos acaban destrozados por el dolor que una relación exige.

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