¿El señor detrás del mostrador no se aburría? Solamente parecía concentrados en un par de libros y nada más. Le observó sólo hasta que con los minutos se percató que nadie más entraba, estaba solamente él, como si el lugar estuviera únicamente preparado para su persona. Debía estar loco si pensaba eso, ¿no?

—Entonces... —susurró a medida que se perdía entre los pequeños pasillos de la tienda y se detuvo cuando divisó una puerta, una que mostraba un especial tallado, quizá algo más antiguo que todo lo demás—. ¿Qué habrá allí? —pudo haber sido una pregunta obvia, sectores así casi siempre existían en las tiendas y de seguro tenían más cosas, como para no perder la costumbre—. ¿Señor? —no le escuchó, como si estuviera a kilómetros de distancia y de esa manera la intriga iba a ganarle, algo de que tampoco estaba huyendo—. Solamente miraré un poco y saldré, nada más –y así fue, terminando por pasar esa puerta, todo como si de un niño aventurero se tratase.

No se sorprendió demasiado al entrar, aunque ya se podía percibir un ambiente un poco más solitario y pareciera también que no limpiaban allí hace bastante. Los objetos eran sombríos y la mayoría estaban notoriamente fallados, llegando así a una simple conclusión: Era el vertedero de la tienda.

¿Se dio media vuelta y al fin se retiró del lugar? Para nada, sobre todo cuando su mirada se fijó en un rincón y vió un bulto, uno que resultó demasiado grande y extraño para su gusto, sin embargo nada lo detuvo en acercarse y sacar aquella desgastada manta, encontrándose con la antigüedad que sobrepasaba sus expectativas, dejándolo hasta perplejo: Se trataba de una marioneta.

¿Qué pudo tener de interesante? Era ella en sí.

El tamaño era comparable a un joven humano y sus proporciones eran casi perfectas a dicho ser, sin contar cada terminación, hasta podría jurar que lo que veía era piel real y su vestimenta parecía la mejor tela.

Y no, no lo fue, sobre todo cuando rozó la superficie con la punta de sus dedos, con tanta delicadeza de como si tuviera temor que se convirtiera en puras cenizas.

Pudo sentir su mano temblar y la duda le carcomió, hecho que nunca sucedió en su vida, no por lo menos con tal magnitud.

Había sido cautivado y no sabía por qué ni cómo, sólo tenía en claro que sus ojos no podían dejar de admirar tal obra ante él.

Era como la manzana prohibida entre sus manos, ¿acaso sería castigado? Y fue esa inexplicable dicha y deseo lo que lo empezaría a cegar, cada vez más y más.

No podía y ni pudo alejarse, a tal punto que volvió a la tienda no una, sino una infinidad de veces. El horario del trabajo ya le estaba resultando indiferente y dejó muchas otras cosas también detrás; la gente que le rodeaba, sus amigos, la familia; hasta si fuera por él abandonaría sus horas de sueño, sobre todo si eso le diera como premio más tiempo junto a SeHun y seguir compartiendo diversos relatos.

"SeHun" era el nombre que él mismo le puso, ¿le pregunto al dueño por éste? Para nada, siquiera consiguió hablar una vez con él, el anciano pareciera evitarlo y a la vez no, algo difícil de explicar.

Lo que vivía con la marioneta parecía algo lejos de un compartir, era el joven oficinista el único que hablaba y era mucho más que obvio las causas, aún se consideraba un poco cuerdo o bueno, en realidad no se estaba cuestionando la situación.

MinSeok hablaba y sus días se iban con cada frase que soltaba. Le estaba contando cada suceso o momento clave, como si en cada silaba lo estuviera escuchando y sí, en el fondo pensaba que era cierto.

Sentía cierta conexión en esos ojos artificiales que no le preocupaba la imagen que daría ante otro si lo encontrara así. Estaban solos y los demás ya no importaban, en su mente solamente existía aquella marioneta, esa extraña belleza que llenaba su corazón y lo hacía palpitar.



{XiuHun} MarionetteWhere stories live. Discover now