Capítulo 8

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Inclinado sobre el borde de la azotea, Markus mantuvo su atención en el mismo edificio donde la noche anterior encontró la mujer, una de las tres personas que se suponían faltaban. La lluvia que cayó sobre la ciudad evidentemente borró su rastro, pero estaba seguro de que ahí encontraría información. No olvidaba que ella había llevado un traje de enfermera. No obstante, era consciente de que intentar entrar, estando tan custodiado tras lo sucedido era peligroso, pero necesitaba encontrarla. Continuaba sin tener noticias de Razen, aunque el riesgo valía la pena, si podía dar con ella, el resto podía esperar.

Y en todo caso, si corría con suerte, tal vez ella conociera la ubicación de los otros dos.

Estaba tan cerca. 

Por alguna extraña razón o, mejor dicho, una estrategia bastante inteligente, los descendientes de ese maldito vampiro se dispersaron, rompiendo prácticamente todo contacto. Incluso en algunos casos, ni siquiera ellos conocían de la existencia de otros parientes cercanos. Lo que quedaba claro, era que él parecía haberse propuesto complicarle la existencia, sus números no descendieron por mucho tiempo. No conocía las cifras, pero tenían que ser miles las gargantas que cortó, no todos vampiros, hubo pocos que eran casi humanos del todo, pero eso no hacia una diferencia.

Esperó hasta la noche avanzó y los guardias parecieron relajarse, para ponerse en marcha. Usando una de las ventanas semiabiertas, que encontró tras observar el sitio por un buen rato, consiguió entrar sin ser notado. Fue cosa fácil moverse entre los pasillos sin ser detectado, usando al máximo su velocidad lo que le confería una ventaja, ya que en las cámaras solo sería notado como un borrón, por lo que no demoró hasta llegar al que parecía el área de archivos. Dar con ella fue fácil, guiándose por las voces de los empleados.

Esperaba encontrar un expediente que tuviera una imagen, ya que no conocía su identidad.

Tratar de seguir su rastro era imposible, no solo por la cantidad de aromas en la ciudad, también la lluvia había lavado la leve fragancia de su sangre. Ella era diferente o, mejor dicho, el medallón que apenas logró vislumbrar indicaba que usaba alguna especie de protección. Conocía poco de magia, pero era posible que esa fuera la respuesta, ella lucía como una simple humana. Algo no sorprendente, pero que sin duda lo habría despistado, de no haber tenido ese pequeño aroma de su sangre.

La sangre no mentía.

Puso sus sentidos en máxima alerta y fue cuidadoso para no ser escuchado. Abriendo uno de los tantos cajones, tomó los papeles y comenzó a examinarlos. No necesitaba luz, así que rápidamente descartó la pila de hojas y las cambió por otras. Continuó de ese modo, hasta que sus ojos se posaron sobre un rostro que estaba grabado en su memoria. Era ella. Su pelo rubio y su pálida piel, su aspecto coincidía, salvo por sus ojos. Leyó la información de contacto. El lugar no estaba a mucha distancia de donde se encontraba. Tomando la hoja, la guardo entre su ropa y se dispuso a salir, sin molestarse en dejar todo como lo encontró.

Debía darse prisa, quedaban solo un par de horas antes del amanecer y debía no solo tener su sangre, sino asegurarse de que ella no conocía el paradero de los otros. Intentaría no ser impaciente.

Uso una de las puertas traseras, aprovechando el par de hombres que distraídamente ingresaban. Claro, ninguno no notó.

Se detuvo un par de cuadras adelante, mirando el cielo, había pocas nubes, pero eran suficientes para cubrir la luna y su presencia. Se aseguró de que nadie lo observara y saltó hasta la parte superior del edificio, donde de nuevo esperó un instante, ya que no solo era importante no ser notado por los humanos, también por sus enemigos.

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