Muérdago parte 2

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Diciembre era un mes difícil para la familia Wayne, Bruce estaba saturado de deberes y obligaciones morales y fiscales. Como líder e imagen de la compañía más poderosa de ciudad Gótica, era su obligación asistir a eventos de caridad, cortar listones rojos en inauguraciones, romper botellas de vino espumoso contra los barcos nuevos del puerto y visitar un montón de lugares de asistencia para niños y personas en pobreza extrema. Clark amaba acompañarlo en aquellas ocasiones, a veces, Tim y Conner también iban con ellos.

Pero aquella noche...

— Estaré bien — Tim sonrió para Bruce mientras le ajustaba el nudo de la corbata— No me importa quedarme solo en casa —Se encogió de hombros— Realmente no me apetece ir a una subasta de solteros, de hecho, ¿por qué van ustedes?

— Porque queremos comprar un soltero — Bruce respondió con simpleza, sin demostrar ni una pizca de humor. Pero Tim se río. — Conner volverá mañana temprano. ¿Estás seguro que no quieres acompañarnos?

El muchacho soltó la corbata de su padre, ya había terminado de formar el nudo. Aunque Bruce no lo había dicho de forma clara, era obvio que creía que él deseaba quedarse a esperar a Conner, pero sabía que no regresaría de su viaje escolar a Metrópolis hasta el día siguiente. No se quedaba a esperarlo, se quedaba porque no se sentía del todo bien.

Bruce dejó de insistir.

— Acuéstate temprano ¿bien?

— Lo haré, ahora vete ya.

El rolls royce phantom negro salió de los terrenos de la mansión y Tim se quedó solo. Fue a su cuarto para encender la televisión y ver alguna película, pero se entretuvo con un documental sobre leones y sin darse cuenta, se quedó dormido.

Lo despertó un abrumador calor que ya le era familiar. Confuso, tanteó por su celular y revisó el calendario digital. No, no se suponía que fuera tiempo para su ciclo, pero su cuerpo no mentía, estaba afiebrado y ligeramente mareado. Se puso en pie y fue hacia el baño, se desnudó y se metió bajo el agua helada.

Las duchas frías no cambiaban el absoluto el ritmo progresivo con que la necesidad crecía en él, pero el agua lo ayudaba a despejarse un poco, lo suficiente para poder tomar decisiones coherentes.

Se vistió con su pijama y llevando consigo su celular, salió del cuarto agradeciendo estar a solas.

— Contesta papá... — la contestadora automática del teléfono de Bruce volvió a responderle cuando marcó por tercera vez. Probó también con el número de Clark pero nadie atendía, así que decidió escribir un mensaje de texto. Tarde o temprano, lo leerían.

"Mi ciclo se adelantó, entraré a la habitación de confinamiento. Regresen mañana antes del desayuno o moriré de hambre"

Lo envió, desde luego que no iba a morir de hambre aun sino regresaban antes del desayuno, pero el detalle con la habitación de confinamiento era que, una vez cerrada, era imposible abrirla desde dentro o desde fuera, exceptuando a Bruce Wayne cuyas huellas digitales eran las únicas autorizadas y reconocidas por la pesada puerta de sellado automático.

Tim entró y cerró.

La habitación tenía una enorme cama de sabanas oscuras, un baño privado con tina, una ventana reforzada imposible de abrir pero perfecta para mirar el paisaje exterior. Además, todo el suelo estaba alfombrado, tenía un equipo de sonido, televisión, video juegos, computadora portátil y libros. Nunca se aburría ahí dentro, pero no era a causa de todo lo que tenía a su disposición, sino, del ciclo.

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