Capítulo 4: en el que la oportunista es importunada

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Él negó rápidamente con la cabeza y cruzó el espacio que los separaba con dos grandes zancadas.

—¿Realmente eres tan tonta, Gennie? —soltó con Os ceño fruncido—. Fredegar no intentaba provocarte para que digas estupideces. Intentaba provocarte para que te revuelques con él en su cama.

Genevieve abrió la boca para negar, pero se detuvo.

—¿Eh? —dijo—. ¿Y eso por qué?

Si, se había paseado desnudo. Si, quizás le había hecho preguntas un tanto extrañas. ¡Y sí! Seguro que se había dado cuenta de lo mucho que a ella le había gustado. Pero estaba más segura de que él primero había buscado castigarla.

—¡Por supuesto que sí! ¿Crees que mi hermano es idiota? Ayer llega de un largo viaje y descubre a una criada preciosa sobre su sillón... ¿Qué harías si fueras él? —preguntó Os, con seriedad—. Fredegar sabe que es guapo, Genevieve, tanto como yo lo sé de mi mismo. Él no desperdiciaría ni un segundo en intentar arrastrarte a su lecho.

Ella se mordió el labio inferior. Pero... ¿podría ser? Ella había jurado que lo hacía para joderle la existencia. Bueno, quizás lo de pasearse desnudo era demasiado extremo. Uno generalmente no se pasea desnudo delante de una jovencita a menos que quiera acostarse con ella, ya sea por las buenas o las malas.

Generalmente... ¡Bah! Es que no lo sabía, porque nunca había sido una muchacha de servicio.

Osbert puso los ojos en blanco, mientras la miraba pensar.

—Nosotros tenemos asistentes hombres para que nos ayuden a vestirnos, de ser necesario. No usamos chicas —le recordó.

Entonces, Genevieve se descruzó de brazos.

—Pues eso quiere decir que es un acosador y un desubicado de primera —apuntó.

¿Pero cómo quejarse? Él mismo lo había mencionado. Fredegar era guapísimo. Sí, había sentido vergüenza y se había sentido bastante ultrajada también. ¡Aquello había sido una situación indecorosa!

Ahora, en su mente afloraban nuevos pensamientos. Lo de indecorosa le parecía un asunto bastante superfluo.

—¿Yo le gusto? —dijo, repentinamente interesada en saber la respuesta. Que Fredegar intentara convertirla en su amante no le molestaba en ese momento, quizás como sí debería hacerlo. Lo que si le encantaría saber era si a ese hombre tan deliciosamente apuesto ella le gustaba.

—¿Qué pregunta boba es esa? —Osbert se cruzó de brazos—. ¡Por favor, Gennie! Todos sabemos que eres la chica más bonita dentro de este castillo y diría que incluso la de todo el feudo. ¡Es más! —Sonrió, entonces—. Incluso a veces mi mamá me pregunta si no me gustas. Tan solo imagina la cantidad de hombres que quieren hincarte el diente. Y por eso... —su rostro se ensombreció— hay que cuidarte, y mi hermano no es la excepción.

Gennie abandonó sus cavilaciones.

—¿Qué? —dijo. No había escuchado ni la mitad de lo que le decía—. ¿Cuidarme? ¿De qué hablas? Yo puedo patear gente con una escoba —le recordó.

Os se puso bastante serio en un solo segundo.

—Mantente alejada de Fredegar, Genevieve. Sé lo que quiere de ti y tú también lo sabes ahora. ¿Es que quieres que te utilice y luego te bote como un trapo usado?

Ella negó. No, por supuesto que no. Pero si tenía en cuenta todo lo que Osbert decía, si ella era tan bonita... ¿Por qué Fredegar querría botarla? ¡Oh, vamos! No tenía el ego de los hermanos Godwell, pero bien que sabía que tenía una gran belleza. Por una vez, estaba emocionada de ser linda.

Genevieve - Crónicas de Aladia 1Where stories live. Discover now