Nombre

2.6K 400 104
                                    


Se levantó temprano por la mañana, volteó a su derecha para mirar el reloj situado en su escritorio. Incluso con la ausencia de sus lentes, y lo poco que distinguía sin ellos, divisó unos borrosos números, que tras casi un minuto observándolos, leyó como: "Siete cuarenta y siete". Vaya, sí que era temprano. Entonces miró hacia su izquierda, y allí, tan apacible, se encontraba su pareja durmiendo, abrazándolo con su pierna y brazo izquierdos; un hilo de saliva salía de la boca del muchacho, dándole un aspecto increíblemente adorable. Increíble porque, ¿quién se vería tierno derramando un líquido mayormente considerado como desagradable?

Supo, por la hora, que su acompañante no habría de levantarse en un buen rato más, así que sin darle mucha importancia, se puso de pie, tentando el camino hasta llegar al escritorio donde colocó sus anteojos la noche anterior. ¿Por qué siempre los dejaba tan lejos, si le parecía una eternidad alcanzarlos? Los tomó, no sin antes tocar la mayor parte de lo que había ahí.

Luego de ponérselos, caminó cautelosamente a la cocina. Una vez en ella, cocinó lo que primero se le vino a la mente, con los ingredientes que tuviese, y que de cierta manera fuera especial.

Por lo que, finalmente, preparó una porción de arroz (lo suficiente para dos personas), que acompañaría con unas papas rayadas, estilo hash, un par de salchichas cortadas en forma de pulpos, y un puré de papa, siendo consciente de lo mucho que ese tubérculo le gustaba a él.

Ese era más que un día normal. Era cumpleaños de Yamaguchi Tadashi, y por supuesto que eso era motivo de celebración.

En una charola colocó los platos que cocinó y la llevó a la habitación. En el buró junto a él, la puso, junto a una nota en la que escribió: "Feliz cumpleaños número veinte". Se recostó de nuevo al lado de Yamaguchi; acarició levemente su cabello, prestando particular atención al mechón que, cuan antena, permanecía elevado, aun mientras dormía y por mucho que se moviera.

Se permitió a sí mismo sonreír mientras lo veía. No habría ningún testigo, ni siquiera Tadashi, que pudiese comprobar aquello. Ese era su secreto.

— Oye, Tadashi— Llamó suavemente para despertarlo. Era temprano para que él lo hiciera, sí, pero si no se levantaba, el desayuno habría de enfriarse—. Des-pier-ta— Separó por sílabas—. Ta-da-shi— Por segunda vez.

— Es temprano...— Balbuceó, estando más dormido que despierto.

— ¿Así que para ti "temprano" podría ser incluso a las doce del día?

— ¡¿Qué?! — Se descobijó inmediatamente, dando un gran salto. Miró al reloj que marcaba ocho treinta y dos, apenas— ¡Eres un mentiroso! — Reclamó.

— Seguirías si no te digo eso.

— Pues seguiré— Le dio la espalda y colocó encima de sí mismo el cobertor otra vez. Apretó fuertemente los ojos por su molestia.

— Abre los ojos.

— No quiero.

— Anda, ábrelos.

— No quiero— Repitió.

— Vaya que eres terco— Dijo elevando la voz—. Y yo que tenía un regalo para ti.

— ¿Regalo?

— Abre los ojos.

Finalmente, obedeció, hallando el desayuno que con tanto esmero Tsukishima había preparado.

— ¡Tsukki! — Se sentó velozmente.

— Kei— Corrigió.

— Kei— Sintió los brazos de él rodeándolo por la cintura.

— Feliz cumpleaños, Tadashi.

— Gracias— Sonrió.

Comió, manteniendo esa sonrisa todo el tiempo. Por su parte, Tsukishima apenas y tocó la comida, aunque recargó su cara en su mano, y su brazo sobre la mesa, únicamente viendo atentamente los movimientos de Yamaguchi.

— ¿Y qué haremos hoy? — Preguntó al terminar, Tadashi.

— Quedarnos en casa.

— ¿No dijiste ayer que habías estado planeando lo que haríamos?

— Sí, planee quedarnos aquí.

— ¿Por qué no salimos, para variar?

— ¿No quieres quedarte?

— No dije eso. Sólo que había imaginado que saldríamos.

— Bueno, ¿hay algún lugar al que quieras ir?

Lo pensó un momento, y contestó:

— No en realidad.

— Sabría que dirías eso. Además, no es cierto eso de: "¿Por qué no salimos, para variar?", si todo el tiempo estamos yendo fuera. ¿Por qué no, para variar— recalcó—, permanecemos aquí?

— Tienes razón— Admitió.

— ¿Lo ves?

— Además, ahora que lo pienso, Kei— Continuó—, cualquier cosa es divertida estando contigo.

— Podría decir lo mismo— Respondió en voz baja.

— ¿Sabes qué más podrías hacer "para variar"?

— ¿Qué?

— Bueno, sabes, sólo cuando te confesaste dijiste "Te quiero". ¿No podrías hacerlo otra vez?

— Quizá.

— ¿"Quizá"?

— No hace falta para que lo sepas.

— Sí, pero... Esa clase de cosas, a veces hacen falta.

Kei suspiró. Qué remedio.

— Te quiero.

— ¿Cómo es que ayer yo hice el ridículo tratando de llamarte por tu nombre, y tú dices eso tan fácilmente?

— Porque es lo que siento.

— Pero, Kei— miró hacia el techo, pensativo—, yo no te quiero— Alarmó a su pareja con esas palabras—. Yo te amo— Sonrió de nuevo, con un ligero rubor.

— Yo también— A él, igualmente, se le formó uno.


Prometí continuación el 11 de diciembre (o eso creo), así que bueno, aquí está. Tan cursi como yo (?)

Gracias por leer.

NombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora