De Reencuentros y Encuentros. Parte I

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—¡Pero si peso lo mismo que tú en la secundaria! En ese tiempo de indecisión en el que fluctuabas entre los panecillos y el apio ¿recuerdas?—ironicé. Magui quedó atónita. Evidentemente no había captado el sarcasmo. El resto —las otras dos mujeres que conformaban el séquito, que eran menos llamativas que ella, aunque igual de superficiales y obtusas—tenían la misma expresión de desconcierto—. Están muy delgadas también —añadí en un intento de compasión. Las sonrisas de las tres retornaron, amplias, antes de dar la siguiente mordida.

—¡Al fin podremos conocer a tu galán! ¿O has venido sola otra vez?

En este punto, diré en mi defensa, que aunque no me han faltado pretendientes soy una mujer algo difícil para las relaciones. Es que tengo un minúsculo (enorme) temor a los compromisos. No tiene nada que ver el hecho de que casi todas las mujeres de mi familia se han divorciado, es más bien el miedo de perder mi independencia y libertad. Así que mis relaciones se frustran cuando veo indicios de que el otro desea avanzar un poco más.

Con Eric, mi último novio, pensé que sería diferente. Todo parecía indicar que esa vez había encontrado mi media naranja, un alma gemela igual de liberal que yo. Teníamos un fabuloso sexo casual, salidas ocasionales, nada de ataduras. Pero todo cambió cuando en un descuido deliberado le insinué la posibilidad de acompañarme a la fiesta del reencuentro. Para mí era algo insignificante, más que nada porque quería evitarme aquellos comentarios, pero para él fue diferente; como si le estuviera proponiendo matrimonio. Entonces me dijo: «Creí que nunca me lo pedirías» Eso hizo saltar todas mis alertas. Fue el fin de nuestra relación.

Al día siguiente, encontré en mi baño un cepillo de dientes suyo junto al mío y el horror me embargó.

Me ahorraré los detalles, pero de más está decir que Eric y su espantoso cepillo ya no están en mi apartamento. Las últimas palabras que recuerdo de él son: «pensé que me estabas insinuando que podríamos avanzar, que nuestra relación estaba lista para adquirir más seriedad»

¿¡Cómo pudo pensarlo!? Solo le invité a una reunión a la que jamás llevaba a ninguno de mis ex, porque yo nunca los involucraba en mis actividades. Aunque ahora que lo pienso, tal vez eso lo ilusionó, tal vez sí di un mensaje confuso y luego rompí su corazón esperanzado... En fin, pobre Eric, ya lo superará.

—Yo...bu...bueno...—empezaba a titubear. Entonces el vil y cruel destino pareció ponerse a mi favor (por primera vez en décadas) evitándome la embarazosa respuesta.

—¿Esa no es Emma Pozole? —preguntó Ariadne (la otra integrante del club de las presumidas) en un tono, entre despectivo y sorprendido, arrugando su diminuta nariz falsa.

Emma Pozole no era el verdadero nombre de la recién llegada, sino Emma Jackson, pero aquel era el apodo que se había ganado en la secundaria porque en aquella etapa su cara estaba llena de granos. Después, su situación empeoró porque le quedaron horribles marcas, similares a los cráteres lunares. En parte me daba pena la pobre chica, pero también admito que era un alivio saber que si ella había llegado yo obtendría mi añorado puesto de invisibilidad, porque mis archienemigas tendrían una nueva fuente de entretenimiento. No solo porque Emma no era muy agraciada físicamente hablando y por ende también resultaba una víctima de bullying, sino porque además se sabía que nunca había tenido novio y aún vivía con su madre. Según el mencionado rancking eso la ubicaba en el puesto de #PerdedoraTotal.

Estiré mi cuello para ver a Emma, entrando al salón de fiestas, corriendo las cortinas azules de guirnaldas que colgaban de la puerta. Parecía que se iba a enredar en ellas —seguramente la miopía le había avanzado— pero enseguida mi expresión quedó igual de estupefacta que el resto. Una mano masculina las descorrió por ella, permitiéndole el paso. Un millar de pensamientos se amalgamaron en mi mente. Emma estaba radiante, hermosa. Tanto que dudé que fuera ella, de no ser porque los rasgos eran los mismos y soy muy observadora y minuciosa para confundirme. Pero las marcas de acné ya no estaban, tenía la piel lisa, blanca como porcelana y la sutileza del maquillaje, junto al peinado en alto que dejaba escapar algunos rizos castaños, (siempre había tenido bonitos rizos) en combinación con aquel vestido negro de satén entallado, le hacían parecer una diosa.

Estaba boquiabierta, tan prendada de su nuevo aspecto que aún no había reparado en el galán que la acompañaba, hasta que la frívola de Brigitte, lo señaló como «su pareja».

—¿Estás segura que lo es? ¡No puedo creerlo! ¿Cómo es posible que ese bombón pueda estar con Emma? —era Magui Tres Senos quien hacía la observación.

Entonces reparé en el muchacho y tuve que admitir que era un bombón, más bueno que un Ferrero Rocher. En términos adolescentes diría que Edward, Patch y Peeta se le quedaban cortos en comparación. Pero no es que supiera mucho de ellos. ¡Ni que mi hobby secreto fuera leer cursis novelas adolescentes en mis ratos libres, qué va!

Volviendo al tema, su acompañante, ya era un hecho que lo era porque la estaba tomando del brazo y la guiaba hacia el interior del salón con el resto de los invitados, era tremendamente guapo a un nivel Dios.

—Yiiuuu estás babeando —dijo Brigitte. Avergonzada, retiré rápidamente la mirada del encantador desconocido, volviéndola hacia ellas, aunque Brigitte le hablaba a Ariadne y en serio parecía fastidiada y asqueada. Luego de eso supe por qué.

Ambas se enfrascaron en una discusión acalorada, hasta que Ariadne dijo a viva voz que jamás podría sentir atracción por Emma, que solo tenía ojos para ella. ¡Y ahí tienen cómo se destapa una relación lésbica de la que nunca te diste cuenta, a pesar de ser tan detallista, por estar más concentrada en cosas más superfluas! ¡Y pensar que al fin esas dos tenían sí sentimientos! Su corazón no era tan frío después de todo. Casi me sentí conmovida por ellas, casi.

Después de su breve momento y ya reconciliadas —estaban cogidas de las manos— se acercaron de nuevo a nosotras. Magui, a todo esto, estaba ocupada en sus propias especulaciones sobre quién era el sujeto misterioso que acompañaba a Emma, y había tirado la bomba en nuestro reciente grupo de Whatsapp, creado en ocasión de la fiesta. ¿Y adivinen como se llama el grupo? Sí, «Chat del Reencuentro» ¡A veces me asombraba la creatividad de esa mujer!

Tan predecible era que bien sabía lo que hacía sin necesidad de leerla, porque sus frenéticos y huesudos dedos cargados de anillos, no paraban de moverse, al tiempo que mi móvil no dejaba de vibrar. En esos momentos me reprendí por no silenciar el puto grupo.

Cuando todas las integrantes del séquito estuvieron reunidas de nuevo —parecía que mi castigo era soportarlas toda la noche— Brigitte me habló.

—Entonces ya que no has venido con nadie y eres la única mujer soltera en esta noche —No me había dado cuenta de esa fatalidad hasta ahora, pero cuando pensaba que las cosas no me podían salir peor—, ¿qué te parece si hacemos una subasta? Seguro que alguien te compra, porque muchos de los muchachos vinieron acompañados de sus hermanos o primos solteros...

—Es una gran idea —corroboró su radiante amante.

¡Maldita!

Lo único que me faltaba era ser rifada como mercancía de descarte y caer en manos de un libidinoso adolescente. Ya me sentía ultrajada y estaba a punto de negarme, cuando me di cuenta que para Magui, lo dicho por Brigitte, no había sonado como una pregunta, era un hecho y ya se había subido ágilmente al escenario, tomado el micrófono y estaba anunciando la propuesta, mientras las luces me iluminaban y la gente me alentaba a subir, en abucheos apabullantes y silbidos denigrantes.

 Ya me sentía ultrajada y estaba a punto de negarme, cuando me di cuenta que para Magui, lo dicho por Brigitte, no había sonado como una pregunta, era un hecho y ya se había subido ágilmente al escenario, tomado el micrófono y estaba anunciando la...

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Amor TemporalWhere stories live. Discover now