Irrompible

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Égida de un conflicto irresoluto; la culpa es mía y mi castigo es mi consuelo. 

Si confesarse es la redención, yo vivo en eterno pecado. Mas no soy jornalero a quien la carga de su espalda aflige, soy el Sísifo enamorado de la piedra que está condenado a rodar colina arriba.

Como aquello que el fuego no calcina, lo endurece, mi alma de acero, templada por la llama de aquel postrer día en que sentí ansiedad y el frío de súbita desolación, no pierde sosiego ante la incertidumbre; la tormenta, cuyos relámpagos antes temía, es ahora mi montura y ya no conozco sino cielo despejado por encima de cualquier tormento.

Me tiene sin cuidado la noche obscura, mientras lleve dentro el fulgor de este anhelo, del que hago ahora mi espada y mi escudo.

No me estremecen los truenos, ni el rumor del viento y sé que puedo caminar entre las llamas. Tampoco digo que estas cosas me sean indiferentes. Al contrario, todo esto me afecta, pero todo lo puedo resistir.

Todo mientras tenga su recuerdo.

AceroWhere stories live. Discover now