No me gusta que hable así de Carolina porque es con la que mejor me llevo.

Pero he de decir, que últimamente está rara.

Y Mónica tiene razón, hay cosas que no las está haciendo bien.

-¿Habéis hablado con ella?- cuestiona el moreno
-Ahí es a donde quería yo llegar- sigue Mónica -os lo quería comentar a los dos antes de nada- Damián y yo asentimos
-Bueno, Jesús, yo se que tu te llevas bastante bien con ella, así que vamos a esperar un par de días, y hablas tú con ella de manera suave, sin que se de cuenta de que la estamos medio vigilando, después ya hablaremos Mónica y yo- comenta Damián y no me parece tan mala idea.

Si hablamos con ella directamente, se asustará y se pondrá a la defensiva, y lo único que hay que hacer es darle un toque de atención, nada más.









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4 de Marzo.

Indica mi móvil al encenderlo.

Resoplo y cuando me giro, veo que Martina no está en la cama.

Me acomodo de nuevo entre las sábanas y me coloco bien encima de la almohada para dormir un poco más.

Es domingo, lo voy a aprovechar.

Aparece Martina y me mira sonriente.

-Felicidades cariño- se acerca a mi y me besa
-Gracias amor- acaricio su mejilla
-Personitas, felicitad a papá- le habla a su vientre.

Sube la camiseta negra que lleva puesta y yo coloco mi mano encima de su vientre ahora descubierto.

Los bebés empiezan a patalear y ambos sonreímos.

-Me doy por felicitado- bromeo y ella ríe.

Nos besamos durante un buen rato y después se agacha y saca algo de debajo de la cama.

Es una caja que está perfectamente envuelta.

Me la da sonriente y yo empiezo a abrirla.

-Es el reloj que tanto quería- sonrío ampliamente, cómo me conoce
-Mira, tiene correa de recambio- me la enseña
-Te quiero Martina- se sonroja
-Yo también te quiero Jesús- sonríe.

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Estoy intentando no ponerme de los nervios con un cliente.

En este tipo de trabajos, hay que tener mucha paciencia.








Al final parece que entiende que es lo que le quiero decir, lo acepta y se va, por fin.

Me voy al almacén, a por una botella de agua y vuelvo al mostrador.

Después de dar un largo trago de agua, reviso mi móvil.

Estos días estoy bastante nerviosa, Martina podría ponerse de parto en cualquier momento.

-¿Qué te pasa, Jesús?- pregunta Damián acercándose a mi
-Estoy algo nervioso, la verdad- admito
-¿Y eso? ¿Es por Martina?- asiento
-La doctora dijo que se podía poner de parto en cualquier momento, por eso estoy pendiente del móvil, por si suena y es ella- suspiro pesadamente y el moreno asiente comprendiéndome.

Seguimos haciendo un par de cosas, cuando noto el móvil vibrar en el bolsillo del pantalón.

Llamada entrante de Alaska.

-Dime, Alaska, ¿qué pasa?-
-Jesús, Martina se ha puesto de parto, acabamos de llegar al hospital, vente cuanto antes por favor- me informa agitada
-Vale, estaré ahí lo antes que pueda-

Cuelgo y me dirijo a Damián.

-Se ha puesto de parto- mi suegro ensancha notablemente los ojos
-Vete ahora, ya. Hay gente suficiente para cubrir el turno-









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Entro rápidamente en el hospital y me encuentro con Alaska y Renata en la sala de espera.

Ellas, al verme, vienen hacia mi.

-¿Dónde está?- cuestiono agitado
-En el paritorio- habla Alaska
-Corre Jesús- interviene Renata.

Voy al lugar indicado, y entro sin miramiento alguno.

Veo a Martina con un montón de enfermeros que la rodean y ella está sudando intensamente.

Gira la cabeza y me ve.

-¡Jesús!- exclama estirando su mano.

Me dirijo hacia ella y la cojo con fuerza.

-Venga cariño, tu puedes- la intento animar.

Todavía no me puedo creer que vaya a volver a ser padre con la mujer a la que quiero.

Todavía me cuesta creerlo, la verdad.

Dieciocho años no son nadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora