9.- ¿Y quién eres tú?

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Emma observaba a su madre en silencio, totalmente atrapada al escucharle hablar, y es que muy pocas veces su madre le había hablado de cuando era joven. Luego recordó preguntarle algo.

-Oye, y ¿qué a pasado con aquella Margarita de Tigreen? ¿Ya se sabe algo?

Minerva endureció la mirada un tanto, algo cargada de preocupación, y asintió.

-Sí, al parecer sí era de las que desaparecieron. Sabía bien que era así, pero me habría gustado creer que podía ser otra cosa. Por ahora, la investigación de cómo pudieron desaparecer sigue, y se ha añadido el suceso de la otra noche, así que mientras los rastreadores tratan de averiguar cómo pudo pasar, otros miembros de El Consejo Superior están ahora preocupándose de la seguridad de la escuela, estudiando posibles fallos y reforzándola. Lo cierto es que me siento fatal, porque me resultaba casi imposible creer que alguien pudiera haber burlado mis barreras sin que yo lo notara, lo que resulta casi imposible en un mago normal.

-¿Estás preocupada?- preguntó Emma, sorprendida de ver a su madre por primera vez así. Muy pocas cosas lograban alterarla, así que debía tratarse de algo verdaderamente grave para haber conseguido turbar a Minerva.

-Por supuesto que lo estoy, pero tu no has de estarlo. Deja que yo me ocupe de todo. Encontraré a quién está haciendo esto, y estaré abriendo los ojos más de lo que los tengo abiertos normalmente.

Emma asintió.

-Claro, confío en que lo harás.- afirmó Emma, sabiendo que muy pocas cosas podían escaparse al poder de su madre. Por eso decidió desviar ligeramente la conversación y asegurarse de algo.- Oye, ¿las Margaritas de Tigreen pueden cambiar de color a voluntad o equivocarse?

Su madre la observó silenciosa, y finalmente negó.

-Clara que no, Emma. La Margaritas de Tigreen pueden considerarse mágicas, pero no porque sean capaces de hacer magia, cosas que por supuesto no pueden, si no porque pueden entenderla. No son ellas las que deciden cambiar que color, es uno mismo el que la hace cambiar. Cuando un mago toca una de esas flores, esta se convierte en una parte del cuerpo más, por lo que las corrientes energéticas, que como sabes es lo que llaman la magia en su forma natural, no alterada ni producida por nadie, encontrada directamente en una persona o en la naturaleza, fluye de igual manera que en tus manos. Eres tú el que envía la señal, tu magia, y ella solo la canaliza. No hace más, no es como los proyectores que transforman la magia en luz para alumbrar. La flor no hace ningún cambio. Las Margaritas de Tigreen ofrecen una visión de uno mismo con mucha más claridad y mucho más sincera a la que te da un espejo.

Emma arrugó la frente. Pero eso... no podía ser, porque entonces... No, de ninguna manera, eso era imposible, tenía que haber algo más.

Minerva la observaba.

-Emma, ¿tocaste aquella flor?-le preguntó.

Emma negó rápidamente.

-No lo hicimos, ni Leyla ni yo, no fuera a ser...- mintió.

Minerva frunció el ceño.

-¿Estás segura?

-Creo que sabría si la hubiera tocado o no, ¿no crees?- comentó, reacia a decirle a su madre la verdad. Eso le era impensable, inimaginable, simplemente no podía.

-Bueno, tranquila, solo tenía curiosidad.- respondió con calma, y unos segundos después duró el silencio, hasta que la mente de Emma comenzó a divagar sobre algo completamente distinto y recordó sus primeros días en Eythera. Había algo que llevaba rondando sus pensamientos, pero Emma no se le ocurría cómo dejarlo caer. Pero sabía que su madre era la reina de las indirectas, y si trataba de dar un rodeo era posible que Minerva la desviase tanto que finalmente se olvidase completamente de lo que quería saber, y ella se habría librado de tener que responderlo. Así que se arrojó de cabeza al vacío.

Emma: La calma precede la tormenta.Onde histórias criam vida. Descubra agora