El intenso día de Alexander

888 29 12
                                    


En el departamento de Alexander


En el balcón de su casa de dos plantas a las afuera de la gran ciudad, Alexander estaba parado completamente desnudo con un vaso con whisky sin hielo en una mano. Con la mano libre iba acariciando perezosamente su miembro endurecido. La mirada la tenía perdida en la hermosa vista de un campo amplio y al fondo se dejaban ver los grandes edificios de la ciudad como marco de una nítida imagen que disfrutaba mirar siempre.

El lugar donde vivía era una zona urbana apartada y muy privada. En ese sitio había casas chalet y algunos edificios de departamentos de no más de cinco pisos. Su casa estaba en la zona más alejada y daba directo al campo que ahora tenía frente a él dándole privacidad absoluta en las noches. Así le gustaba, ya que a su lobo necesitaba terreno para correr; pero a la vez, su lado humano deseaba el contacto con personas y por ende la privacidad que eso resultaba de sus encuentros.

Una sonrisa maliciosa se dejó ver en su rostro. El pensar en los humanos le provocaba placer, en especial en el joven desnudo que lo esperaba en la habitación del fondo. Lex apropósito estaba demorando, esa era su forma de torturar a sus presas antes de darse un gran banquete con ellos. Hasta donde se encontraba parado podía escuchar los jadeos de aquel joven que en ese momento estaba haciendo 'su tarea' como le había ordenado.

Ese pensamiento de obediencia hizo que su miembro saltara y latiera aún más en su puño. Los sonidos eróticos que hacían eco a lo lejos lo estaba volviendo loco. La audición de un hombre lobo era mucho mayor que la de un humano así que era como si estuviera a su lado. Lo escuchaba con suma claridad, aquella melodía de jadeos entraba por sus oídos y recorrían en forma de ráfagas eléctricas de placer por todo su cuerpo hasta concentrarse en su sexo.

Aquella sonrisa se ensancho al recordar sus palabras justo antes de salir de la habitación de invitados:

«En su gran cama que dominaba todo el lugar, dejó al joven desnudo y con varios accesorios a su disposición. Una vez que se había desnudado frente a él y al ver como en el joven se elevaba su excitación, lo miró fijamente y le ordenó.

—Toma el juguete que quieras y prepárate para mí. Me gusta que estén muy estirados y especialmente lubricados. No suelo perder tiempo a la hora de alimentarme de mis presas.

Vio con sumo placer como el chico se estremeció y gimió ante sus palabras. Lex sonrió abiertamente, satisfecho al ver la reacción del joven incauto ante sus palabras que aunque eran serias, no eran para nada frías ni distantes. Era más bien una extraña combinación entre lujuria y dominio.

Sin decir nada más, saló de la habitación.»

Ahora estaba en su sala escuchando atentamente mientras el joven jugaba consigo mismo en una juiciosa manera de obedecerlo para poder recibirlo. Como un hombre que cambiaba a animal, su anatomía era claramente distinta a la de un hombre común, ya que, sus fuertes rasgos y sus muy bien dotados músculos no se comparaban con los de ningún hombre que se ejercitaba.

Aunque él no era musculoso como los soldados de las manadas. El cuerpo que poseía, era más como una obra de arte, y así era porque las figuras de los antiguos griegos eran como el suyo.

Lex soltó una pequeña carcajada ahogada ante ese recuerdo. Si los humanos supieran que los artistas antiguos usaban a hombres cambiantes como modelos para sus obras, más de un griego gritaría de pavor al verse descubiertos. Descubiertos de que sus cuerpos no eran tan perfectos como el mundo cree que lo eran o que lo son.

«Hijos de Dioses, se dicen así mismos. Al menos en algo tenían razón.» pensó maliciosamente.

Lex quitó esos pensamientos al oler la fuerte excitación que subía en su presa, estaba a punto de venirse y eso Lex no lo permitiría. Cuando eso sucediera, él debía estar dentro de él, para así poder verlo explotar en éxtasis y sentir como se contrae debajo de él en el momento de su liberación.

El intenso día de AlexanderWhere stories live. Discover now