Tuve que morderme la lengua para no gritar que era un desgraciado...

Un mormullo más fuerte se formó, y fue acallado con más rapidez que el anterior.

Dos pitazos. En el lenguaje del entrenador significaba: "se callan, o le darán 20 vueltas al patio".

-Necesito dos voluntarios para ser los capitanes de los equipos -y agregó-: Señor Jones, confío en que usted será uno de los voluntarios.

-Por supuesto que sí -respondió el castaño, ladeando una sonrisa.

Rompió fila, después de dar un paso adelante.

-¿Qué tal una chica? -sugirió el entrenador.

Una pierna bronceada se adelantó.

Amy Abadear.

-Señorita Abadear, señor Jones, la elección de los equipos es toda suya -sentenció el entrenador.

Lo observé con soberbia, mientras se alejaba caminando hacia una silla situada en la sombra y nos dejaba asándonos bajo el abrasador sol.

-Young, amigo, ven aquí -la voz de Jones me sacó de mis pensamientos.

-Daisy, Samantha, Kendall. Aquí.

Y como las perritas falderas que son, movieron sus rabos hasta colocarse al lado de Amy.

Jones la miró con el ceño fruncido, posiblemente con ganas de reclamarle que eso no estaba permitido. Pero él, como yo, sabíamos que sólo sería gastar saliva.

Terminó por no darle importancia.

-Belmont.

-Parker.

-Andrews.

-Taylor.

De esa manera, la fila terminó por reducirse a un pequeño grupo de personas. Los equipos estaban bien construidos bajo el ojo crítico de los dos capitanes, y pronto comenzaron a ser más estrictos con la elección de los últimos integrantes quienes se les unirían, pues para ellos, realmente no eran importantes los puntos, sino la cuestión de ganar en sí.

Cuando me dí cuenta, ya sólo quedaban tres personas en la fila: un gótico a quien conocía por el nombre de Derek, una asiática con pinta de ser una nerd -con lentes y aparato dental, todo incluido-, y yo. Odio admitir que me sentí contenta de no tener que ser última en la fila, porque era evidente que entre los tres, yo era la opción más viable. Sin embargo, mi sonrisa fue desapareciendo, cuando Amy eligió al gótico y Jones se colocó la mano en la barbilla, para pensar detenidamente.

¿Sus neuronas estropeadas por la testosterona realmente lo dejarían hacer una tarea tan sencilla?

Y como si él pudiese leer mi mente, señaló a la asiática y asintió. Esta por su parte se fue saltando de la emoción hacia su nuevo equipo.

Observé que las cejas perfectamente depiladas de Amy se unieron, y yo le devolví el gesto levantando una de las mías. No era noticia nueva que éramos archienemigas. Bueno, tal vez no tan exagerado, pero cada vez que nos enfrentábamos, se formaba una inevitable tensión en el aire. Cuando pareció que nos quedaríamos así para siempre -echándonos miradas asesinas-, el entrenador sonó su silbato tres veces.

"Comienzo del juego".

Todos se apresuraron a entrar a la cancha, y cuando pasé por un lado de Amy, ella me detuvo tomándome del hombro, sus largas uñas rozándome la piel.

-No lo arruines -masculló.

-Espero que no seas tú quien lo arruine, cuando accidentalmente te tragues la pelota con esa bocota tuya -no se me había ocurrido nada mejor qué decir, pero era del tipo que nunca podía quedarse callada frente a las provocaciones.

Conduciéndome a la locuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora