Capítulo 39

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La mirada de confusión de todos fue a parar sobre mi persona. Yo lo veía muy claro, pero tal vez no lo era tanto para los demás.


 —¿Personas? ¿Todavía insistes en la absurda idea de que los groods son personas?

—¡Lo son! Y si no es por ellos, intentémoslo por los millones de personas que morirán por culpa de vuestra guerra.

—Esta no es nuestra guerra. Es la guerra de todo el mundo. Si no están con nosotros, están contra nosotros— Hurit empezaba a perder los estribos. —Cualquiera que no esté con la Asociación Humano-Naewat o con los rebeldes, no merece vivir.

—Yo estoy de acuerdo con Ada. Vale la pena intentarlo— me apoyó Dareh. Le miré agradecida y tomé su mano.

—¿Acaso porque sea tu amorcito vas a ponerte ahora de su parte?

—Yo también estoy con Ada— Styan se puso a mi lado, seguido de Dana. La miré sorprendida y ella, aunque seguía tan seria como siempre, me miró fugazmente para guiñarme un ojo.

—Yo también estoy de acuerdo— Esaú se sumó a nuestra pequeña rebelión.

Hurit suspiró derrotado.

—¡Está bien! Intentémoslo. Maldita sea... —Nos miró a todos arrugando el entrecejo cargado de frustración. —Que conste que pienso que vamos a desperdiciar mucho Engel para nada. Pero si todos estáis de acuerdo y el viejo del holograma también, poco más puedo añadir. Pero sabed que si no funciona, pienso disparar a matar, digáis lo que digáis.

—¡Sí!— suspiré aliviada. Por un momento había pensado que tendría que enfrentarme a Hurit por la fuerza. 

Hurit ordenó a sus hombres que cargasen en los depósitos de munición del cañón todo el Engel que pudiesen. Mientras, él se encargaría de avisar a la Asociación y a los rebeldes sobre el nuevo plan. Desde la Tierra nos informarían de si tenía éxito, y si era así, procederíamos a esparcir todo el Engel que pudiéramos por la atmósfera.

La nave madre se elevó hasta la exosfera, la parte más alta de la atmósfera, y desde allí fue lanzada la primera oleada de Engel. A través de una pantalla logramos hacer un seguimiento y vi que al principio se esparció como si fueran nubes, primero vaporizado por las altísimas temperaturas de la thermosfera, después solidificado por las bajas temperaturas de la mesosfera y luego convertido en lluvia al atravesar la estratosfera, para acabar cayendo sobre la superficie de la Tierra. Fue un espectáculo indescriptible. Una especie de capa brillante, como si fueran diamantes, decoraba una parte de la superficie de la Tierra.

—Es precioso...— musité.

Entonces esperamos el resultado desde la Tierra. Por un momento contuve el aliento, deseando con todas mis fuerzas que hubiese funcionado. Sin embargo no era la única que estaba en tensión. Hurit observaba el panel de control muy atento esperando la respuesta proveniente de la Tierra.

—No creas que deseo destruirlo todo— confesó. —Sin embargo es la opción más eficiente. Al menos así es bajo mi punto de vista.

—Saldrá bien. Lo sé— sentencié.

—Espero que así sea.

Tras algunos minutos de tensión, escuchamos un mensaje proveniente de la Tierra.

Tierra al capitán Hurit y su tripulación. 

El aludido se puso tan nervioso que casi se cayó de la silla en la que estaba sentado.

Engel (En edición)Where stories live. Discover now