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El rey demonio llevaba años sufriendo de cansancio crónico, su rostro se veía abatido. Todos en la corte conocían el motivo, aquel que él no iba a aceptar.
- ¡PORQUE ME SIENTO TAN CANSADO! - El rugido del demonio resonó por todo el castillo estremeciendo a sus habitantes.
- Porque ha abandonado su fuente de poder, se lo he dicho muchas veces - el demonio clavó sus ojos carmesíes sobre el más anciano con desprecio, este solo miró con sorna. - Ya no utilizas tu parte incubo ...
- Ese ser ya no tiene alma, ya no es nada para mi - Siempre decía eso pero Leviatán no era tonto. Se conocían desde hace muchos años. El poderoso rey demonio estaba terriblemente contrariado. Su instinto le hacía rechazar a su amante por ser ahora un demonio, pero su corazón gritaba y suplicaba por estar con el. El tiempo separados había hecho mella en el rey demonio que cada vez parecía más cansado.
- Aunque así fuera, me parece inútil seguir enviando mensajes en cadáveres, es imposible que los lea.

Toda aquella historia empezó un día que el rey demonio salió de viaje dejando en la corte a su tan preciado amante. Ese humano había sido niño por casi noventa años, por su estancia en el inframundo su cuerpo nunca envejeció aparentemente, pero su organismo se desgastaba y cada vez era más frágil. Demostrando lo por su constante debilidad y enfermedades.

- ¿porque me siento tan miserable? - escondió su rostro entre sus manos lanzando esa pregunta amarga al aire. Estaba desesperado, el anciano lo sabia, es difícil luchar contra uno mismo.

Aquel día cayó por la larga escalinata del castillo y para cuando lo encontraron lo único que pudieron hacer por el fue convertirlo para preservarlo. Los huesos del niño adoptaban posiciones poco saludables y sabían que no tenían opción. Algo se perdió entre ambos aquel día, el rey demonio trato de matarlo por despecho alegando “Ciel no esta vivo, el no eres tú. Asesino” duras palabras para el menor que cogió aire tratando de mantener la calma y se marchó del castillo con resignación y ojos encharcados. Leviatán había sido fiel sirviente de ambos y sabía bien como el niño en su orgullo no diría nada a pesar de toda la confusión, sabia que Kain también lo estaba la brusca separación. Sabia que se necesitaban el uno al otro y que aún así ninguno diría nada. El mismo sirviente fue quien lo ayudó a salir del inframundo.

- Por fin veo progresos en su conducta. Se siente miserable porque ha abandonado a su amante en el mundo humano solo y sin saber camuflarse o comer. Yo que usted habiendo pasado tanto tiempo me preguntaría si sigue vivo. - Leviatán realmente estaba preocupado por el pequeño niño. Tenía sus dudas teniendo en cuenta el estado en el que se hallaba cuando lo dejo. Solo, confuso y asustado.
- Esta vivo - Su voz sonó firme y convencida. Como si lo hubiera estado vigilando todo ese tiempo. Leviatán sonrió durante un segundo.
- Vaya a buscarlo - fue el último consejo de Leviatán que se disponía a marcharse
- El siempre fue frágil. Algo así... debió dañarlo mucho. - La esposa de Leviatán apareció de algún rincón, aquella chica pelirroja de Lilith, con la habilidad de ver a través de las criaturas - Si a sobrevivido no querrá volver, huirá de aquello que lo daña.
- No voy a arrastrarme hasta el, y el es el ser inferior. Para Leviatán es sencillo hablar, ella todavía es humana - miró con desprecio a la pelirroja aunque esta pareció ignorarlo.
- Señor, incluso cuando inevitablemente tenga que transformarla estaré a su lado - El amor de los demonios es profundo y eterno. Son seres inmortales o en su defecto realmente longevos. Ellos  eligen pareja para la eternidad, Al contrario que los humanos que por su corta vida utilizan la "prueba y error " asta dar con el adecuado. Ni siquiera el rey Kain era capaz de cambiar eso, su corazón ya tenía dueño.
Se levantó bruscamente del trono en el que estaba y se marchó, su piel estaba cubierta de sudor. Su inútil debate interno había durado demasiado.

El día comenzaba y Ciel volvía a su improvisado puesto de trabajo. Entre cadáveres se sentía seguro, nadie descubriría su extraña naturaleza ahí. El albino hacia la autopista a una joven chica muerta por causas desconocidas. Ciel podía oler que había sido envenenada aunque quería ver cuanto tardaba el otro en averiguarlo.
- Envenenada ¿eh? Pobre y dulce niña... - Undertaker hablaba para el cadáver y en opinión del niño los trataba con más respeto que a los vivos. - Aunque tu eso ya lo sabias he he he - se giró mirando al otro con una sonrisa
- Has tardado en averiguarlo - el menor lucia una mueca de superioridad
- He he he tus habilidades van mejorando
- Si, incluso a pesar de lo oscuro que esta puedo leer el mensaje - ese mensaje funesto “se donde estas” gravado con extraña buena caligrafía en un lateral de la chica .
- Y que opinas - lentamente se acercó a pasos felinos y se quedó mirando el rostro de la chica que ahora yacía en la mesa de autopsias
- Esta moviendo peones, espera que eche a correr asustado, y que mueva mi rey y entonces moverá pieza. Podría haberme matado ya si lo hubiera querido. Opino que solo juega conmigo y no voy a entrar al juego. - Acarició el gélido rostro de la chica y cerró los ojos de esta.
- Que difícil es ver que mi pequeño Conde ha madurado. Un poco tarde para darse cuenta de lo peligroso que es un demonio. - Ciel miraba el cuerpo atentamente
- No se que pensar
- ¡Aaah! Pobre pájaro enjaulado, cree que la libertad es una enfermedad. Tu eres igual. Un niño que ha crecido entre demonios y ahora cree que los demás seres son el problema.
- Soy neutral al respecto. Ángeles, shinigamis, demonios, espíritus, humanos ... Todos son dignos de desconfianza hasta que demuestren lo contrario - duras palabras de alguien con imágenen infantil
- Deberías tratar de confiar. Siempre has sido muy solitario. - el chico cogío una aguja y comenzó a suturar la herida de la autopista que abría el abdomen de la chica en una "Y"
- Mira lo que pasa cuando confío.- miraba a la chica - ¿Que culpa tenía ella de que yo confiase? Ahora otra familia rota porque yo confíe. - Termino de suturar el cuerpo y suspiró con cansancio. El albino lo miraba atentamente. Realmente era igual que su madre, tenía ese sentimiento de culpa a pesar de que no lo mostrase habitualmente.
- Escúchame bien Ciel. Nunca. Nada de lo que ha pasado a sido tu culpa. Tu quedaste entre medias pero no eres culpable.

Kain caminó a prisa por los pasillos del castillo hasta llegar a su cuarto. Aquel solitario lugar. Era una cama de matrimonio aunque ahora no la ocupaba más que para relajarse y desconectar. Se dejó caer en la colcha. Apretó los dientes mientras reprimía un sollozo y se agarró el pecho. Respiró profundamente varias veces y se levantó de nuevo con gesto enfadado. No quería decirlo en voz alta porque sería como una dolorosa admisión. En todo ese tiempo no lo había admitido. Su pequeño, indefenso e interesante humano ahora era un demonio. Un ser desalmado que poco tiene que ver con su niño. Debía matarlo, era un insulto para Ciel, un insulto a lo que una vez fue... Pero le costaba matarlo... Llevaba sesenta años jugando al escondite con el. El primer día, la primera vez que abrió los ojos como demonio debió matarlo, pero sus ojos parecían tan atemorizados como los de un humano. Engaños de demonio. Tales cosas como el miedo ya no eran posibles.

Hacia unas horas había llegado el registro del último cadáver. Normalmente el nunca abría los registros a no ser que hubieran novedades pero algo lo empujó a hacerlo. Kain solo necesito ver el nombre de la funeraria para saber que no debía buscar mas.

“Undertaker”

Ya no necesitaría un peón mandando cadáveres, él mismo iría en su busca. Lo encontraría aun si no sabia que hacer con él.

Kuroshitsuji : Conde Condenado 2Where stories live. Discover now