Rendiré culto como un perro en el templo de tus mentiras. Te diré mis pecados para que puedas ir afilando tu cuchillo. Ofréceme ese final sin muerte, oh buen Dios, déjame darte mi vida. Si soy un pagano de los buenos tiempos, mi amante es la luz del sol. Para mantener a la Diosa de mi lado, ella demanda un sacrificio. Drenar todo el mar para encontrar algo brillante, algo significativo para el plato principal. ¿Ese es un hermoso caballo el que tienes en el establo? 

Somos gente de fe famélica. Eso se ve delicioso, eso se ve complaciente. Esto es trabajo de hambre.

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Louis no fue a buscarlo esa madrugada.

Amaneció, el débil sol alumbró la habitación y el patio del castillo, pero la tropa que partió a defender aquella aldea no regresaba. En su habitación lloró por horas, con Ashton abrazándolo y susurrándole que todo estaría bien, que aunque la batalla se tornara peligrosa con los paganos, cada hombre de la guardia de Aurea arriesgaría su vida por el príncipe. Cuando Barbara fue a buscarlos, no tuvo muchas palabras que pudieran consolar a Harry. Le dijo que bajarían, comerían algo en el comedor e irían al pequeño templo a rezar. Sólo les quedaba eso, y esperar. Si Harry pudo comer tres trozos del bollo condimentado que le sirvieron, fue demasiado. Aunque por insistencia de Ashton bebió una taza de leche. De nuevo, su amigo estaba siendo fuerte por ambos. Rezaron hasta medio día, pero ninguno de ellos quiso asistir a la comida. En cambio, se marcharon al salón de la puerta este, donde estaba la chimenea más grande del castillo.

—Su nombre es Jacob—informó Barbara, mientras les mostraba al hermoso bebé de unos diez meses. Con los ojos azules de sus padres y el cabello rubio con un tono cenizo apagado. Las ropas de invierno se veían especialmente adorables en su pequeño cuerpo.

—Es precioso—comentó un poco más animado Harry, que observaba al bebé juguetear con las manoplas que su madre intentaba ponerle para proteger sus manitos del frío, mientras Ashton lo sostenía con ambos brazos, la espalda del bebé contra su pecho.

—Y travieso—añadió Barbara una vez que logró terminar de vestirlo—. Su nacimiento le dio mucha alegría a este sitio frío.

—Lord Horan debe pasar horas jugando con él, es un bebé, pero me parece que sus personalidades se asemejan mucho—se atrevió a decir Ashton, que sonreía cuando el cabello del bebé le hacía cosquillas en la barbilla—. Tiene una familia hermosa, mi lady.

—La verdad es que si creen que mi esposo es un poco infantil y hablador...—rió la omega, haciéndole una mueca a su hijo, a lo que este se carcajeó—. Se les caerá la mandíbula si lo ven jugando con su pequeño Jacob.

—Puedo imaginarlo—aportó Harry, que caminaba alrededor de la alfombra dispuesta frente a la chimenea. Allí estaban sentados ambos omegas con él bebé. La ansiedad lo estaba consumiendo, y en nada ayudaba los mensajes que le traía el lazo que compartía con Louis. No era constante, pero a ratos lo sentía: agitado, alerta y alterado.

—Toma asiento, Harry—Pero este se negó a lo que le ofrecía la lady—. Así sólo ganas torturarte a ti mismo. Confía en tu alfa, él volverá.

—Recuerde que Ser Liam y Luke están con él, y todos sus fieles soldados y guardias—añadió Ashton, que al notar que el bebé buscaba una posición para dormirse, se movió para entregarlo a su madre.

—Dáselo a Harry—sugirió, y le hizo un ademán al rizado para que se sentara a su lado—. Tómalo, sostenlo mientras se duerme para que podamos dejarlo en la cuna con la nana.

Príncipe. » l.s | YA EN TIENDAS|Where stories live. Discover now