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Riley

-¿Esta vez no saldrás huyendo? -Harry me pregunta burlón mientras abre las caballerizas.

Rodeo los ojos divertida y le propino un amistoso golpe en el estómago, a lo cual responde doblándose junto con un fingido bufido.

-¿Esta vez no te caerás del caballo? -le respondo con la misma gracia una vez que ambos entramos a la estancia de monturas y heno.

Una de sus comisuras se levanta en una sonrisa y niega con la cabeza, para luego colocarse detrás de mí y abrazarme por la cintura.

-No si estamos cabalgando los dos juntos -me susurra en el oído y al instante de escuchar "juntos" entro en pánico.

-¿Los dos? ¿En un caballo? -volteo mi rostro para mirarle algo aterrada-. ¿Estás seguro?

-Estás haciendo muchas preguntas -me gira por completo y me acaricia la piel de mi mejilla con su pulgar-. Y las voy a responder una por una: sí, sí y sí.

Mis dientes atrapan mi labio inferior cuando noto sus ojos mirándome con diversión y complicidad.

-No creo que deberías andar después de lo que pasó...

-Hace tres semanas -me corta con un suspiro y deshace nuestro abrazo-. Riley, estos accidentes pasan. Además, me caí porque estaba demasiado alterado por todo lo que estaba ocurriendo en ese momento. 

Dejo escapar una bocanada de aire y miro a mi alrededor. Los caballos parecían bastante atentos a nuestra conversación, ya que podía sentir sus aceitunados ojos observándonos atentamente mientras mastican una porción de paja.

Vuelvo a concentrar mi vista al rizado que tengo al frente. Exactamente hace tres semanas que ocurrió el accidente y aún no le cuento. Lo sé, deberían darme el premio de la peor persona del año, aparte de mentirosa. Cada vez que él me dedica una mirada o una sonrisa, me siento culpable porque sé que cuando se llegase a enterar, todo eso ya no será mío.

Tenía que actuar rápido, o si no las consecuencias tardías serán peores.

-Vale -paso por alto el hecho que aun me siento responsable por su accidente y le tomo la mano-. Pero iremos en Susie.

-Su verdadero nombre es Charlie.

Me detengo en seco al escuchar ese nombre. Cuento hasta diez para normalizar los latidos de mi corazón. Siento que fue hace años la última vez que la mencionaron, por lo que sí, me era extraño que su nombre pasara por mis oídos. No obstante, sólo pasaron unas semanas, y me había prometido a mí misma que no me iba a alterar cada vez que Charlie fuera tema porque después de todo, ella fue una parte fundamental en la vida de Harry. Y yo no podía reprocharle nada. Claro, a excepción de que me comparaban cada puto minuto con ella.

-No te enojes -me aprieta la mano con suavidad cuando se da cuenta que me había quedado quieta-. Y no quiero que pienses que fue después de su muerte. Esta yegua la compramos juntos como regalo de Navidad hace unos dos años y...

Lo silencio presionando su mano con mis dedos y acercándolo a mí para tocar sus labios con los míos en un corto beso. Al separarnos sonrío al ver su expresión de sorpresa.

-No tienes nada que explicarme, lo entiendo -le aseguro y vuelvo a retomar mi camino mientras que él se queda petrificado en su lugar, con una sonrisa atónita en sus labios-. Entonces, iremos en Charlie.

La yegua relincha y asiente con la cabeza varias veces, provocando que su crin volara con cada movimiento. Acaricio su pesada cabeza y le rasco el cuello con las uñas mientras Harry sale de su ensimismamiento y saca todo lo necesario para montar al animal.

Nuestro Cielo (h.s)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora