—¿A todos les quitaron el celular? —Preguntó Ricardo. Yo asentí y Cristy negó.

—Yo no traía celular —contestó y se miró la muñeca de su brazo lastimado—, pero me quitaron un reloj que tenía. Pensé que era necesario ya que lo tenía en mi brazo lastimado.

—El celular quizá nos lo arrebataron para que evitemos llamar a la policía o a nuestros familiares —informó Ricardo y se dirigió a Cristy—, aunque lo de tu reloj Cristy, quizá sí es necesario, no creo que quienes nos hallan encerrado aquí no quieren que sepamos la hora.

—Tienen todo planeado —dije—, no se les escapó ni el más mínimo detalle.

—Bueno —bufó Ricardo y se removió en su lugar—, ya no importa. No me interesa recuperar mi celular, me interesa llegar con mi mujer. ¿Qué podrían decir los invitados cuando se enteren que no llegué a la iglesia? Van a pensar lo peor de mí cuando posiblemente, yo pueda estar muerto.

—No digas eso Ricardo —habló Cristy de inmediato callando las palabras de Ricardo—, no digas que puedes estar muerto.

Ricardo no contestó, se giró y comenzó a caminar al elevador, justo donde se hallaba Doroteo.

—¿Qué tanto haces ahí? —Preguntó desde la puerta. No pude determinar su expresión pero por su tono de voz supuse que lo decía con enfado.

—¿Te importa? —Escuché la voz de Doroteo a pesar de que no podía verlo. Me lo imaginé girando y analizando a Ricardo con amenaza. Cristy y yo nos miramos pensando en que debíamos detenerlos si no queríamos que iniciaran otra pelea—. Mira Ricardo, en este momento no estoy de humor para que vengas a reclamarme. No eres mi jefe así que no decides que debo o no hacer.

—Si estás peleado con tu hermano no significa que también debas estarlo conmigo.

—¿Quién te dijo eso? Maldito hipócrita. —Ricardo fue empujado hacia la derecha y si no se hubiese sostenido del borde del elevador, hubiera caído. Se mantuvo en su lugar, mientras observé como Doroteo se dirigió a mí con una gran expresión de enfado. Me señaló con el dedo antes de empujarme con toda su mano hacia atrás. No reaccioné al instante, esperé más contacto físico por parte de Doroteo pero todo terminó ahí. Cristy lo mantuvo sujetado del pecho pero no le veía intenciones de acercarse más—. ¿Quién te crees para andar platicando de nuestros problemas Naúm? ¿Acaso también quieres entrar en pleito conmigo?

—Yo no dije nada Doroteo —solté y era cierto casi del todo, me acerqué un poco más hasta que estuve a unos centímetros de él, no tenía intenciones de agredirlo, pero tampoco iba a intimidarme—, cuando Ricardo me preguntó el por qué subimos, simplemente le dije que porque hubo un pequeño problema entre ustedes, Donato y tú.

Doroteo se calmó, Cristy retiró la mano de su pecho y la colocó bajo su brazo lastimado. Doroteo volvió la mirada a Ricardo y no supo qué hacer, no sabía adónde ir. En ningún lugar podría estar a solas tranquilo.

Pasó por mi lado y se fue a la orilla del hospital, se sentó recargado en la pared y cruzó sus manos por encima de las rodillas. Ya no habló más.

La puerta del primer cuarto se abrió, Lizzeth asomó su cabeza y por un instante mantuvo fija su mirada en Ricardo pero luego la volvió a Cristy y a mí. Observó el suelo, el camino de sangre que el cuerpo de Victoria había dejado y su expresión cambió a una más afligida.

—Matías se despertó —dijo y Cristy pasó al instante por mi lado. Quería estar al pendiente del niño.

—Oh, durmió muy poco —dijo, y era verdad. Era un niño y no había pasado ni una hora desde que se durmió. Cuando se durmió en mi hombro supuse que estaba cansado y que iba a dormir más. Pero al parecer sólo estaba algo debilitado por el cáncer.

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