Prólogo.

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Penny Henderson era una persona curiosa. De esas que con más frecuencia de la socialmente aceptada hacía pregunta tras pregunta y solicitaba respuestas que los demás no sabían o no estaban dispuestos a darle. Un claro ejemplo era la chica que estaba junto a ella, que se empeñaba en asegurarle que no se acostaba con su hermano Brett.

Penny no tenía intención de fingir que le creía. Quería información y estaba segura de que la obtendría más temprano que tarde. De hecho, si le creía al casi imperceptible tic en el ojo de la chica, faltaban pocos minutos para que soltara la sopa y la empapara del metafórico, aunque siempre útil, vómito verbal.

Penny estaba segura de que estaba a punto de decirle algo a la chica, Jessica, acerca de sus mentiras más que evidentes, pero el comentario ingenioso que tenía en la punta de la lengua se evaporó de repente cuando ante ellas apareció el hombre más atractivo que había visto en las últimas semanas, tal vez meses. De repente, su conversación no pareció tan importante y pasó a un tercer plano, sí. Porque aquel hombre estaba al nivel de ocupar dos planos él solo.

—¿Quién es ese? —Su boca se abrió ligeramente, mientras veía al chico caminar hacia ellas. Sintió un repentino golpe de calor que le fue imposible ignorar además de cierto temblor en las manos—. Es sexy.

Los ojos de Jessica, los cuales habían estado fijos en ella hasta entonces, se enfocaron en el desconocido solo un segundo, pero no pareció ni un poco afectada. Volvió a mirar a Penny alzando una ceja, como si el hombre que estaba cada vez más cerca de ellas no fuera digno de la portada de una revista.

¿Estaba intentando impresionarla por Brett? Porque ella no esperaba que lo hiciera.

—Claro que no —replicó la chica—. Es mi hermano.

¿Cómo era ese refrán sobre la suerte? Bueno, daba igual. Suponía que, si el chico era solo el hermano, tenía más posibilidades de que se fijara en ella.

—¿En serio? Que suerte tienes— susurró.

Jess la miró, enarcando su ceja aún más. Al parecer no le gustó su comentario y Penny escuchó vagamente las palabras de la chica sobre tener que limpiar su baba, pero la ignoró. Toda su atención estaba enfocada en el hombre que ahora estaba junto a su auto.

Fue maravilloso tener aquella vista de sus músculos y cuando habló también fue maravilloso escuchar que era una mezcla entre áspera, melódica y suave... como chocolate fundido con diminutas nueces.

— ¿Qué pasó con tu coche? —le preguntó a Jessica, y Penny notó que no parecía de muy buen humor, lo cual, en su humilde opinión, lo hacía parecer incluso más sexy.

No lucía como el tipo de persona que acostumbraba a sonreír, aunque Penny pensaba que debía hacerlo para agradecerle a los dioses del atractivo físico haberse desbordado con él.

Habría continuado mirándolo embelesada si no hubiera notado que, a su lado, Jessica parecía algo más tensa de lo que había estado en un primer momento, lo cual ya era mucho decir tomando en cuenta que pasaron todo el trayecto hasta allí en un ambiente para el que la palabra "incómodo" sería un eufemismo.

La chica miró de su hermano a ella un par de veces antes de hablar.

—Larga historia. ¿Quieres darme mis cosas para que pueda marcharme de aquí?

Penny observó a Jessica y luego al hermano. Podría mirar por largo rato y ni siquiera le importaba que él lo notara. Siempre había sido mala para disimular, además él ni siquiera parecía haberse fijado en su presencia.

—Tranquila, Jessy —murmuró el dios griego—. Cuéntame cómo pasaste la noche en el hotel.

Penny volvió a mirar a Jessica y no pudo contener la risa. ¿Aquello era algún tipo de broma personal o algo?

Y Ahora ¿Qué digo?   (YAQH 1.5) (Disponible en Amazon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora