Capítulo 1.

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BECCA

«¡SuperDogs marcan con tres y WildXats con ocho! Ya saben lo que viene... ¡Todos juntos!»

Odio el básquetbol.

Bueno, odio todos los deportes, pero al básquetbol más. ¿Cuál es la gracia de observar durante casi dos horas seguidas a un grupo de chicos de la altura de varias jirafas juntas, tratando de encestar pelotas en un aro?
Para ver eso ya tenía a los chicos del campus persiguiendo chicas.

Mike me había traído a rastras al partido ya que había comprado mi entrada sin previo aviso.
Debo admitir que había una pizca de emoción dentro de mí que no lo hizo del todo obligatorio. Y esa pizca, se debía a la posibilidad de que al fin tuviese la oportunidad de besar a Mike... Sí, besar a mi mejor amigo. Solo quería saber si él sentiría lo mismo que yo empecé a sentir desde que nos conocimos por primera vez, hace diez años, exactamente.
La atracción que sentía por Michael Ferri, era extrema, ya no era solo un capricho de niña pequeña, sino que se había convertido en un amor secreto.

«¡KissCam! ¡KissCam! ¡KissCam!»

Gritaban sin parar los presentes. Ya se habían besado unas tres parejas, y quedaba la última. Esta debía ser mi oportunidad.
Crucé los dedos para que la cámara me enfocara a mí.
Y lo hizo.
Mike, quien conversaba animadamente con la chica que tenía a su lado, miró al frente para encontrarse con nuestros rostros en la pantalla grande y dentro del polémico corazón del KissCam.
Nos observamos por un momento, para que luego una carcajada brotara de su garganta. No pude evitar que una sonrisa de formara en mi cara, sonrojándome por lo que venía a continuación. Mientras me aproximaba poco a poco a sus labios, Mike me guiñó un ojo, mientras entornaba nuevamente su cabeza hacia la atractiva morena que tenía a su lado derecho, y la atraía hacia sí.

Y la besaba.

Mi mundo se detuvo.
Ahora el rojo carmesí que debía de impregnar todo mi rostro, no tenía otro significado más que la enorme humillación que acababa de recibir.
Cuando volví a la realidad, no debían de haber pasado más de dos segundos, pues ellos se seguían besando frenéticamente. Tomé mi bolso, decidida a retirarme de la escena, hasta que una mano me envolvió la muñeca y me obligó a quedarme sentada. El chico a mi izquierda, me observaba bajo su gorra de los WildXats y con su mano aún aferrada a mi muñeca. No me había dado cuenta de su presencia a mi lado en todo el partido, hasta ese preciso momento.
Acto seguido, puso su otra mano en mi nuca y me atrajo hacia él. Sin haberme dado ni cuenta, sus labios estaban sobre los míos. Tardé unos segundos en responderle el beso, dando paso así a su lengua. Pasé mis brazos por su cuello, casi como si estuviera hechizada. A pesar de ser totales desconocidos, sus labios eran completamente decididos y cómodos, eran como estar en casa.

Se sentía... Bien.
Absolutamente bien.

Todos los gritos, risas, abucheos desaparecieron del ambiente, y solo quedaban nuestras respiraciones agitadas.
Nuestras lenguas se enredaron desesperadamente, sin saber el por qué de esa desesperación. Había un algo que no me permitía alejarme y detener el beso.

—Becca...—escuché la voz de Michael, lo que provocó que el chico desconocido y yo, nos separáramos inmediatamente.

Lo miré desconcertada.

—Ya pasó la KissCam hace como unos...—fingió mirar su reloj inexistente— cinco minutos...

Abrí los ojos, tal vez demasiado y él me dedicó una sonrisa, lo que hizo que quisiera golpearlo aún más.
Una carcajada me sacó de mis pensamientos. Claro, el chico desconocido que acababa de besar como si el mundo estuviera a punto de acabar.
Giré mi cabeza hacia él. La gorra no me permitía tener una visión muy clara de su rostro, pero sí podía percibir una sonrisa burlona.

—Casi te tragas mi lengua, preciosa.—dijo poniéndole un toque completamente irónico a sus palabras.
La ira y vergüenza se apoderaron de mí.

—Muy bien —dije resignada—. Te espero en el auto, Mike.—me dirigí a mi amigo, sin decirle ni una palabra al muchacho de mi otro lado.

Tomé mi bolso y me levanté del asiento, corriendo rápidamente hacia la salida.
Noté varias miradas sobre mí, y claro que lo entendía, pues la tremenda humillación que acababa de recibir se había convertido en algo sumamente público. Ya me veía en los típicos videos de Internet tipo "Una hora de fails
de la KissCam".

—¡Espera!

Cuando ya estaba llegando al deportivo de Michael, una voz me detuvo. Me giré sobre mi hombro para encontrar al mismísimo chico que había duplicado la rabia en mí hace unos minutos.
Seguí caminando y me detuve en frente del auto de Michael.

—Estúpida...—murmuré para mí misma al darme cuenta de que no había traído las llaves. Ni había pensado en ellas desde un principio.

—Hey—me habló la misma voz, pero esta vez pude sentirla tan próxima, que cuando me giré casi choqué nuevamente con sus labios— Me debes algo... ¿Un agradecimiento, quizás?

—¿Disculpa? —lo miré atónita.

—Esperaba un "gracias", pero está bien.—dio un paso atrás, respetando al fin el espacio personal que requería—. Me llamo Zachary Hill, pero permito que las chicas que están buenas me digan Zac.—dijo seguido de un guiño, para luego quitarse la estorbosa gorra y dejándome a la vista unos ojos verdes delineados con una gama infinita de pestañas. Su cabello era rubio y su tez algo tostada. Todo su ser mostraba una combinación perfecta de rasgos eslavos y líneas sensuales. Entre estos, estaban esos labios que incitaban a besarlos cada cinco segundos.

Y claro, los que increíblemente había besado yo misma hace unos minutos atrás.

Me pasaba por casi una cabeza, lo que hacía que tuviera que inclinar la mía bastante para observarlo. A simple vista parecía un surfista australiano, pero claro que no lo era, pues si lo fuera no estaría hablando con alguien como yo, precisamente.

— y... ¿Me dirás tu nombre o te quedarás ahí embobada por mi excelente físico?

—¿Disculpa? —dije nuevamente, incrédula. No podía creer lo que estaba diciendo.

—Eso ya lo has dicho.—replicó con una sonrisa de lado.

—No suelo hablar con chicos tan...—lo pensé por un momento buscando la palabra correcta— engreídos.

—Yo no suelo hablar con chicas tan friendzoneadas...—frunció el ceño— O como se diga.

Solté un bufido, pero estaba en lo cierto. Hasta yo me consideraba una de las chicas más dentro de la friendzone de todo el mundo. Aún así la furia creció en mi interior.

—Vete.—dije precipitadamente. Me había sacado de mis casillas.

—No antes de saber tu nombre.—propuso él, apoyando despreocupadamente una mano en el capó del auto.

—Juliette —mentí—. Ahora vete.

—Lindo nombre...—puse los ojos en blanco. No dejaría que coqueteara más allá conmigo.

—Te dije que te fueras.—dije nuevamente, poniendo mi palma contra su pecho, dándole un pequeño empujoncito.

—Vale...—levantó las manos—, pero antes necesito que me prestes tu teléfono para hacer una llamada. Al mío se le acabó la batería.

—Te advierto que si decides correr con él te alcanzaré y te golpearé como nunca. Llegué a cinta amarilla en karate y...

—No correré. No tengo aspecto de criminal, ¿o sí? —me interrumpió sarcástico y le pasé el teléfono rápidamente. No lo quería escuchar más.

Lo tomó y enseguida empezó a marcar un número. Cuando llamó, una melodía surgió desde uno de los bolsillos de sus tejanos. Desconcertada, lo observé mientras me devolvía mi teléfono.

—Te llamo esta noche.—me guiñó un ojo con una sonrisa triunfal en su rostro y salió corriendo.

Hola!
Espero que les haya gustado y que quieran seguir pasándose por mi libro, al cual le he puesto muchíiiiiisimo cariño...
Eso y gracias!!

M•B's

The inverse gameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora