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Hay un reloj de péndulo en mi casa.

Está en el pasillo de arriba, antes de la puerta que da a mi cuarto.

Me siento en el suelo, delante del reloj, y mi padre se para detrás de mi cruzándose de brazos, mirándolo.

El sonido del tic tac ya no puede escucharse, las agujas se han detenido.

Papá me echa una mirada apenada, y se arrodilla para cargar con el antiguo reloj.

Noto lo triste que está, y a su vez, lo fácil que le resulta llevárselo.

Mientras se deshace de él, me esfuerzo en retener las lágrimas.

Mi madre era la erudita perfecta. Tenía un coeficiente intelectual mayor que la media y se sabía todos los libros de texto de la primera palabra a la última.

Siempre le había fascinado saber cómo serían las cosas antes de la guerra, del gran cataclismo.

Aún quedan restos de objetos antiguos en la ciudad de Chicago, y ella siempre encontraba la forma de recuperarlos.

Observo los trozos rotos del reloj. Es lo único que nos quedaba de ella.

No puedo evitar soltar un gemido de frustración, pero mi padre no me regaña por sentir pena por algo que ya no sirve para nada.

Mi Facción permite tener todo tipo de objetos en casa mientras tengan un uso lógico y necesario.

La función de un reloj es dar la hora. Si deja de indicarla, no sirve más que como un elemento decorativo, y no tiene por tanto, un uso lógico y necesario.

Así que, aunque ese viejo reloj de péndulo tenga un sentido sentimental enorme, no podemos guardar algo que no sirve.

Normas de Erudición.

- ¿ Estás nerviosa ?

Miro a los ojos de mi padre, tan azules como el color de la ropa que vestimos. Es obvio que he sacado de él ese rasgo.

Hoy es el día de la Prueba de Aptitud, que va a mostrar a cuál de las cinco Facciones pertenezco.

Y mañana, en la Ceremonia de Elección, me decidiré por una de ellas.

- No - contesto con un suspiro- la Prueba no tiene que cambiar las decisiones que tomamos. El día para ponerse nerviosa es mañana.

- Cierto - sonríe acariciándome el pelo y me hace un gesto con la cabeza- Vamos a desayunar.

Acompaño a mi padre a la cocina, en la planta principal.
Mamá también era guapa, pero sin duda, mi belleza la he sacado de él.

Su cuerpo es delgado, y lo parece todavía más con su alta estatura. Tiene la mandíbula bien marcada, y el cabello, aunque con algunas canas grises, ondulado y en abundancia.

Es una pena que tenga que ocultar parcialmente la tonalidad de sus ojos,relajantes como el agua del mar, con las lentes redondeadas que en mi facción casi todo el mundo usa.

El autobús apesta a gas de escape. Cuando ya estoy dentro, busco involuntariamente a algún abnegado que esté sentado.

Me reprocho a mí misma ser tan egoísta, pero por algo no pertenezco a Abnegación.

Un joven de esa Facción se levanta para cederle el asiento a un hombre de Verdad, y la chica que lo acompaña, aunque algo más rezagada, también se incorpora para dármelo a mi.

Al contrario que mi compañero de asiento, yo esbozo una pequeña sonrisa y se lo agradezco.

El hombre lleva un traje negro con una corbata blanca; el uniforme estándar de Verdad. Su Facción valora la honestidad y ve la verdad en blanco y negro, de ahí los colores que usan.

Miro de reojo a los dos abnegados. Creo que son los hermanos Prior, Caleb y Beatrice.

El autobús es un poco incómodo.

Aunque supongo que sería peor estar todo el trayecto de pie.

Las diferencias entre los edificios estrechos y los caminos son más suaves mientras nos vamos acercando al corazón de la ciudad.

La edificación que una vez fue llamada la torre Sears-nosotros lo llamamos el "Cubo"- emerge de la niebla, un pilar negro en el horizonte.

El autobús pasa por debajo de las vías elevadas. Nunca he estado en un tren, aunque nunca deja de moverse y hay huellas por todas partes.
Solo los osados pueden usarlo. Tampoco tengo muchas ganas de probarlo.

El bus se detiene frente a la escuela y me levanto, adelantando rápidamente al veraz.

Por mala suerte, me tropiezo con los zapatos del hombre, y para no caer al suelo me agarro del brazo del abnegado.

- Lo siento, Prior - me disculpo y los hermanos parecen sorprenderse.

Los demás pasajeros del bus que no son abnegados me miran con desprecio, pero los ignoro.
Según ellos, el excusarse es cosa de los miembros de Abnegación, aunque yo haya estado a punto de llevarlo al suelo conmigo.

Los ignoro y bajo de un saltito.

Cuando cruzo la puerta, la atmósfera se siente hambrienta, como si todos los de dieciséis años, estuvieran tratando de devorar todo lo que pueden obtener de este ultimo día.

Es probable que no volvamos a caminar por estos pasillos después de la Ceremonia de Elección.
Una vez que elijamos, nuestras nuevas Facciones serán las responsables de acabar nuestra educación.

Me encamino a la clase de matemáticas avanzadas, mordiéndome el labio inferior.

Los pasillos son estrechos, abarrotados de gente con ropa de todos los colores ;  es uno de los únicos lugares donde se mezclan las Facciones.

Escucho un quejido detrás mía, y me giro mientras que continúo caminando para ver al chico del bus tocándose el hombro.

- ¡ Mira por donde caminas estirado ! - grita un erudito ocultando una sonrisa.
Estoy segura de que lo ha empujado aposta.

Este tipo de cosas comenzaron hace meses; Erudición ha estado haciendo informes en contra de Abnegación, y ha comenzado a afectar la forma en la que los jóvenes se relacionan en la escuela.
El vestuario gris y el peinado sencillo que se supone que hace más fácil para todos los demás el ser invisible, ahora es casi como tener una diana enorme en el pecho.

Ruedo los ojos mientras veo por la ventana a los osados saltar del tren en movimiento. Entiendo la función de Osadía en nuestro sistema (son los protectores de la ciudad) pero pudiendo bajarse como una persona normal, no entiendo por qué han de arriesgar su vida de esa manera.

Quizás es porque he crecido en Erudición, pero me parece absurdo.

Me aparto de la ventana y presiono para pasar a través de la multitud a la clase de Historia de Facciones.

ERUDITEWhere stories live. Discover now