9. Regreso a la fortaleza

En başından başla
                                    

—Inténtalo tú —dijo Aldair, devolviéndole el bebé a Rodrigo—. Parece que contigo estaba tranquilo.

Y efectivamente, en cuanto Rodrigo volvió a coger al pequeño entre sus brazos, éste hizo un par de pucheritos más y al momento dejó de llorar.

—Vaya, parece que ya te ha cogido cariño —comentó Porwena, acariciando al pequeño en la mejilla.

—Pues tenemos un problema —dijo Aldair—. Si separamos al bebé de Rodrigo y lo escondemos dentro de un barril, no va a parar de berrear hasta llegar a la fortaleza. Este pequeño llorón sería capaz de alertar a todas las tropas a veinte kilómetros a la redonda.

—Ya os decía yo que los barriles no están hechos para llevar bebés —comentó el caballero Garek—. Igual que las cunas no sirven para transportar el vino. Cada cosa sirve para lo suyo.

—Si es necesario, puedo llevarlo escondido bajo la capa —intervino Rodrigo, que poco a poco se iba recuperando de su desconcierto.

—Eso vamos a hacer —concluyó Aldair—. Vas a montar conmigo. Tú irás delante con el bebé, y yo llevaré las riendas desde la grupa. Así os envolveré con mis brazos para que no podáis caer.

—Excelente idea —aprobó el caballero Garek—. Y nosotros mientras tanto pasaremos por la posada del vado para llenar estos barriles. A la maestre no le gustaría que volviéramos con las manos vacías.

—A la maestre no le gustaría que regresaras a la fortaleza con el aliento apestando a vino, Garek —puntualizó Porwena—. Además, yo pienso acompañar a Aldair y a Rodrigo, así que Iradis y tú tendréis que llevar un carro cada uno.

—Eso no nos impide hacer una paradita para hacer acopio de vituallas, ¿verdad? —insistió el caballero.

—Me temo que sí, Garek, porque solamente vais a tener un caballo para tirar de cada carro, así que los barriles y los arcones tendrán que ir completamente vacíos.

El caballero de tupida barba y larga cabellera se quedó murmurando contrariado mientras la dama Porwena soltaba un caballo del otro carro y se preparaba para ensillarlo. Sin perder más tiempo, Aldair, Rodrigo y el bebé se acomodaron sobre la otra montura y en un abrir y cerrar de ojos ya estaban abriéndose camino a través de la oscuridad. Aldair y Porwena llevaban las riendas con mano firme, dirigiendo el galope de los dos corceles por un camino que Rodrigo apenas lograba distinguir.

El miedo que sentía Rodrigo a que en cualquier momento pudieran tropezar con un tronco o cualquier otro obstáculo atravesado en el camino poco a poco se fue apagando, siendo reemplazado por un sueño difícil de controlar. Afortunadamente, las numerosas dudas que rondaban dentro de su cabeza lo mantenían despierto, y gracias a ellas no había peligro de que pudiera soltar al bebé que llevaba entre sus brazos. — ¿De dónde habría salido? —se preguntaba una y otra vez. —¿Acaso Baldo lo había hipnotizado para que saliera a buscar un bebé? —. Eso no tenía mucho sentido. Lo más probable es que simplemente le hubiera ordenado abandonar la fortaleza para no volver nunca más. Lo gracioso era que Baldo no hubiera necesitado hipnotizarlo, porque él mismo había tomado esa decisión sin su ayuda. Tenía que marcharse, no sólo de la fortaleza, sino también de Karintia. Pero quería hacerlo por voluntad propia, siendo plenamente consciente de sus actos. Y antes de marcharse, tenía que devolverles la jugarreta a Kail, Baldo y Aarón. No podía dejar que se salieran con la suya así sin más.

Debían de llevar alrededor de dos horas cabalgando sin descanso cuando por fin llegaron a la cabaña destartalada al borde del acantilado donde se escondía la fortaleza de Gárador. Aunque no era la primera vez que lo veía, Rodrigo no pudo evitar estremecerse cuando la silueta de la muralla y los altos torreones los envolvió en una sombra al interponerse entre el acantilado y la luna que brillaba en el horizonte. Tampoco pudo evitar que se le erizara la piel al atravesar el estrecho puente a lomos del caballo, mientras decenas de metros bajo sus pies las olas rugían como una criatura salvaje que llevara varios días sin comer.

Rodrigo Zacara y el Asedio del DragónHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin