Capítulo uno

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Aaron

El día que se mudó a Benedict, Inglaterra, sentí como si me diesen una patada en el estómago. El dolor se concentró en el lado izquierdo y mi hermano Peter, tres años mayor que yo, me insultó y se rió hasta darse cuenta de que no estaba bien, por lo que llamó a mi tía Agnes, que era enfermera. Ella siempre solía llevar uno de esos delantales horteras cuando estaba en casa y estaba obsesionada con coleccionar palitos de ambientador con olores «exóticos», que repartía por toda la casa.- No tienes nada- dijo con su voz aguda, que para Peter y para mí tenía el mismo efecto que el sonido que hacía una pizarra al arañarla.- Pero me duele - insistí y tras suspirar decidió llevarme al hospital. Me cogió del brazo para dirigirme hacia el coche como si hubiese perdido la facultad de andar y cruzamos la puerta que salía al jardín de nuestra casa, de tablas de madera pintada de un verde que la diferenciaba de todo el vecindario, que hacían que la gente la mirase intentando entender el porqué, cuando las cosas eran mucho más simples, a mi tío Mark no le gustaba el azul o blanco del resto porque decía:- Primero cedes en esto y luego creerán que serás su esclavo. Vendrán a tu casa y robarán tu comida, tus muebles... Nunca seas el primero en rendirte Aaron.Tendría 12 años, pero no era tan estúpido como para hacerle caso a un hombre que vivía del sueldo de su mujer y solo se movía del sofá para trapichear. Todos sabían que era el camello del condado, era un secreto a gritos. Además, aunque Agnes tuviese los agujeros de la nariz demasiado grandes y los ojos saltones, al menos no era obesa ni su olor a sudor te daba ganas de vomitar.Al salir al jardín, me fijé por primera vez en el camión de mudanza. Junto a él, había una niña, de pelo corto castaño con un chaleco gris a la que no había visto antes. Solo tuve dos segundos de tregua antes volver a sentir ese dolor punzante, que hizo que la niña se llevase la mano a la boca y abriese mucho los ojos, mientras me arrastraban al coche y mi tía cerraba la puerta de un portazo.Durante el camino, ni siquiera me dirigió la palabra y lo agradecí, porque no me apetecía tener que soportar que me recordase lo buena que había sido al acogernos, menos viniendo de una mujer con unos cambios de humor que volverían loco a cualquiera, causados por su obsesión por las pastillas adelgazantes experimentales.El doctor de guardia, Robner, nos saludó a cada uno con un abrazo y me cogió en brazos hasta dejarme en la camilla. Tras una resonancia y palpar el foco del dolor, que era exactamente dónde se encontraba mi marca de nacimiento, decidió que tenía Apendicitis. Apendicitis.- Estoy perfectamente- le gruñí porque era lo máximo que el dolor me permitía hablar. Estúpido apéndice. Solo sabía lo que era porque a dos chicos de mi clase se lo habían extirpado, pero eran del tipo que seguramente se lo hubiesen pateado mutuamente con el fin de no volver a clase en una semana. Espera, caí en la cuenta entonces de que no tendría que volver a ir al colegio en una semana y era mi último año en ese sitio, así que sonreí y las palabras que salieron de mi boca les hicieron a ambos fruncir el ceño, porque quizás vieron, si no lo habían hecho ya antes, el destino que me esperaba.- Vacíeme entero para que no tenga que ir a ese agujero del infierno al que llaman colegio.Tres horas y muchos tranquilizantes después, me dejaron en una cama que no estaba nada mal y me quedé dormido. Lo peor fueron los sueños que experimenté, con los mismos detalles que hubiesen tenido si fueran reales. Había una voz que me llamaba en mitad de un descampado oscuro, en mitad de la nada y que se materializó al final del todo, como una sombra, para empezar a hacerme después un gesto de que me acercase, con la mano, mientras su imagen parpadeaba. Yo negué con la cabeza y ella desapareció, reapareciendo de pronto frente a mí y cogiéndome por los hombros, transportándome a un despacho y dejándome caer en la silla en frente del escritorio, detrás del que se sentó.- Siento todo el espectáculo, pero quería conseguir tu atención.- ¿Quién eres? - le pregunté a la mujer mientras me fijaba en ella por primera vez. Llevaba un traje de chaqueta gris y sus ojos azules casi transparentes me analizaban de una forma que nadie lo había hecho antes, intentando averiguar si valía. Porque en un condado como el mío, nunca había nadie nuevo para tener una segunda impresión.- Te equivocas, - me dijo, respondiendo a mis pensamientos - sí que lo hay y esa es la clave de todo. Hoy has despertado, estaba escrito que lo hicieses de una forma u otra, pero hemos tenido que interceder para que conozcas a tu compañera antes de tiempo.- ¿Mi qué?- Voy a explicártelo de una manera en la que lo entiendas. Hay personas normales y otros que tienen el equilibrio del mundo en sus manos, tú y yo somos de esas personas. Seguro que en alguna de tus clases te han explicado que este es el planeta Tierra.- No soy estúpido -la interrumpí.- Perfecto,- contestó sin humor - pues igual que existe nuestro planeta y el universo en el que se encuentra, hay millones de reproducciones del mismo, algunas parecidas y otras no. Y nosotros, la gente como tú y yo, hemos nacido con la capacidad y el deber de cuidar que las puertas que unen un universo y otro estén seguras y cerradas.- Este es el sueño más raro del mundo.- Si no me crees, cuando despiertes ve a la habitación de al lado, llama a la puerta y verás a Isabelle, tu nueva vecina, tendida en la cama por otro caso de apendicitis. - Niega con la cabeza, divertida - Tus médicos os han quitado un órgano solo porque no se han dado cuenta de que al estar cerca, ambos habéis despertado de manera anticipada.Entorné los ojos y me crucé de brazos.- ¿Y por qué ahora? ¿Por qué habéis «intercedido»? - odiaba su forma de explicar las cosas porque parecía querer restregarme su inteligencia.Ella sonrió, al darse cuenta de que recordaba sus palabras.- Las personas que iban antes de vosotros están muertas y eso me obliga a buscar alguien que os remplace hasta dentro de tres años, como está establecido. Pero necesito que cuando entréis en servicio, estéis preparados.Yo también sonreí porque aunque todo pareciese una locura, había conseguido intrigarme, lo que no era tan difícil realmente.- Ahora vete, busca a la chica. Ella y yo acabamos de tener esta misma conversación.Antes de que pudiese preguntarle nada más, me echó del sueño y desperté de golpe en la cama. Al doblarme hacia delante, mi cuerpo recién salido de una operación me torturó con un dolor que no debería tener que volver a sentir. Después de todo estaba en el hospital para que me diesen drogas para el dolor o eso era lo que había dicho Peter cuando se rompió el brazo en un partido de rugby.
Después respiré hondo y abrí las sábanas, para levantarme lentamente y demostrarme a mí mismo que todo había sido un sueño.Avancé, con cuidado de no hacer ruido, y tiré del pomo hacia dentro antes de parar al oír la voz de mi tía desde la habitación de al lado. Negué con la cabeza para mí mismo, preguntándome por qué tenían que estar ahí exactamente y me quedé quieto para ver qué decían o si se iban.- Seguro que mi sobrino y tu hija se hacen amigos, tienen casi la misma edad.Soy capaz de hacer amigos solo, gracias.- Sería genial, - contestó una mujer con voz dulce - Isabelle - me encogí en cuanto dijo su nombre - todavía no conoce a nadie y esta es la primera vez que se aleja de sus amigos.- ¿Por qué no me cuentas cómo era la ciudad en la que vivíais mientras tomamos un café? - Le preguntó mi tía y me tensé sin querer al esperar la respuesta de la desconocida.- Izzy, cielo, ¿estarás bien si me voy diez minutos? La niña debió haber asentido, porque oí la puerta abrirse y cerrarse, al igual que sus pasos mientras se alejaban. Solo es una chica, me recordé y salí de la habitación para abrir su puerta lentamente.IsabelleAaron Salzberg quería respuestas. Me miraba con los ojos entrecerrados y quizás esperaba que yo le dijese algo que Julia, la señora que apareció en mi sueño, no le hubiese dicho.Y aunque los segundos seguían pasando él no decía nada.- Aaron, ¿te pasa algo? - le pregunté para ver si así reaccionaba. Era el chico más raro que había conocido nunca.Él dio un paso hacia la cama y se paró junto a mis pies.- Isabelle - dijo mi nombre en voz alto y asentí.Solo llevaba día y medio en ese pueblo y ya quería volver a casa. Al apartamento que teníamos en Madrid, España, el país en el que mi madre y yo habíamos nacido, pero el trabajo de mi padre nos arrastró a ese condado tenebroso y oscuro, rodeado de casas salidas de las películas de terror que siempre había visto a escondidas, mientras mis padres fingían no saber que me sentaba en las escaleras y miraba entre los huecos de mis dedos, lista para correr de vuelta a mi cuarto si tenía demasiado miedo. Harás cientos de amigos, dijo mi padre antes de venir, seguramente porque no sabía que no había tantos niños en todo Benedict. Al menos podía dar las gracias de que mis padres me hubiesen hablado en inglés durante toda mi vida, mi padre con su acento de Sussex y mi madre con el español, lo que me permitía mezclarme y entender a la gente del Norte de Inglaterra.Sin querer, se me escapó un sollozo antes de que pudiese seguir fingiendo que estaba contenta de estar allí. Las lágrimas empezaron a resbalar por mis mejillas y bajé la cabeza para que quedase en cierta forma oculta por mi pelo corto. No obstante, él seguía mirándome, lo que me hacía sentir aún más incómoda y llorar con más fuerza.Entonces le oí acercarse y me tocó el brazo.- ¿Por qué lloras? - me preguntó serio.Yo intenté apartar las lágrimas con las palmas de las manos, torpemente, mientras le miraba y me daba cuenta, por primera vez, de que sus ojos eran verdes y moteados. Si llevaba sorprendiéndome cada vez que miraba a alguien a los ojos era también porque procedía de un país en el que la mayoría de la gente, con pocas excepciones como yo y mi madre, que teníamos los ojos de un marrón verdoso, tenían los ojos oscuros.- Da igual, - le contesté con demasiada brusquedad, teniendo en cuenta de que se estaba preocupando por mí y no me conocía. - Solo quiero volver a casa, no encajo aquí.- Llevas un día, Isabelle.- Izzy, llámame Izzy. Sí, lo sé, pero no conozco a nadie y llevo dos días sin ver a mi padre porque está trabajando y...De nuevo, me puso la mano en el hombro para tratar de hacerme sentir mejor. Y así fue.- Sí que conoces a alguien, seamos amigos. - Aaron fue a coger algo de dónde deberían haber estado sus bolsillos, pero entonces se dio cuenta de que llevaba todavía la bata del hospital y sonrió.- Cuando volvamos a casa te enseñaré el condado y verás que no es tan malo como parece, ¿vale?Yo asentí tímidamente, tanto agradecida como avergonzada por haberme puesto a llorar como una niña pequeña. Entonces él se giró para volver a su habitación.- Aaron, - le llamé y se giró, esta vez forzando una sonrisa - gracias.Sin embargo, no me contestó y salió cerrando la puerta.El crujido de la madera, me hizo pensar en la del despacho de mi sueño y, aprovechando que estaba sola, abrí la bata que llevaba, para ver mi marca de nacimiento. La toqué ligeramente con los dedos y cuando sentí que ardía, presioné con fuerza hasta oír un golpe desde la habitación de al lado. Miré hacia la pared sin entender, ¿por qué había hecho eso? Entonces apareció de la nada un dolor intenso en ese mismo lugar, justo donde me habían operado.- Izzy - oí a través de la pared y salí de la cama para sentarme en la esquina- ¿has sentido eso?- Sí, no lo entiendo.- Todo saldrá bien, lo descubriremos.Su voz comprensiva y sus palabras de ánimo me habían hecho sentir otra vez segura, por eso me quedé ahí hasta que mi madre abrió la puerta y me cogió de los brazos para ayudarme a subir de nuevo a la cama. Después me miró preocupada y me acarició la mejilla.- Mamá, no vas a creer esto, - siempre le había contado todo a mi madre y esta vez no iba a ser diferente - una señora se nos apareció en sueños a Aaron y a mí, y tenemos que ayudar a mantener el orden de todos los universos que existen, y estamos conectados por nuestras marcas de nacimiento, y...- Izzy, tranquilízate. - Bajó la mirada a su regazo y sonrió. - Me alegro de que te hayas hecho amiga del vecino, pero tienes que descansar, cariño. Cuanto antes te mejores, antes podremos volver a casa.Mi madre no quería escuchar todo lo que había aprendido desde que llegamos, sin embargo, tenía razón y en menos de veinte minutos estaba dormida otra vez. En vez no soñé nada y me desperté sintiéndome decepcionada aunque contenta, porque justo entonces entró un médico en la habitación para decirnos que ya me habían dado el alta. Era un señor alto y delgado, con la barba corta y canosa, y gafas.Una enfermera vino después a traerme mi ropa y en menos de veinte minutos ya estábamos en casa, igual que Aaron, porque el coche gris oscuro de su familia estaba aparcado en la entrada. Miré a mi madre y, sin decirle nada supo lo que iba a preguntarla y asintió, soltándome la mano para que pudiese ir a buscarle, además de hacer que no tuviese que pasar de nuevo la tarde sola con mis muñecas.Subí las escaleras que llevaban a su entrada y llamé a la puerta, que abrió un adolescente que se parecía a Aaron, aunque sus ojos fuesen marrones y su pelo un poco más claro.- Hola, soy la vecina de al lado. He venido a ver si Aaron ya estaba en casa.Él me sonrió como solían hacer los adultos cuando creían que había hecho algo bien, haciéndose a un lado después, segundos antes de que Aaron viniese corriendo desde el interior de la casa, donde la luz iluminaba un largo pasillo aunque creando sombras, y me cortase el paso.- Voy a enseñarle Benedict, dile a la tía que estaré aquí para la cena.- No soy tu mensajero,- le contestó su hermano y cerró la puerta de un portazo.Empezamos a caminar por la calle y estuvimos en silencio hasta que giramos la esquina.- Voy a llevarte a un sitio en el que me escondo cuando no quiero estar en casa, ¿Quieres que te lo enseñe?

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⏰ Last updated: Jul 03, 2016 ⏰

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Primer capítulo de El rompecabezas mecánicoWhere stories live. Discover now