—Explica eso —instó Aera al ver que Evey no añadía nada más.

La aludida puso los ojos en blanco y volvió a levantarse del asiento, impaciente.

—Ciertos esmirenses disponen de un gen que interfiere en el funcionamiento de la tecnología y los silícolas aún no son plenamente conscientes de ello. Por fortuna o por desgracia, Mara es portadora de ese gen gracias a su madre. Cuando los silícolas lo descubran, emplearán a Mara como fuente de nueva tecnología y su potencial como civilización predominante aumentará.

—¿TESYS conoce esta información? —preguntó Trax.

Evey arrugó la nariz en un gesto de desagrado.

—Ni de coña, sólo lo saben algunos esmirenses... Y yo, claro está.

—¿Y tú quién eres realmente? Sabes demasiadas cosas —inquirió Aera desde su posición.

—Eso no importa ahora —contestó la mujer.

—Pues yo creo que sí.

—Joder, ¿alguien puede callar a la tía esta? —preguntó con una mueca de desesperación dibujada en la cara—. ¿Te vas a callar?

—Aera, cállate.

La aludida giró la cabeza en dirección a su capitán de pelotón. Su trenza, larga hasta la cintura, bailó tras su espalda al girarse con brusquedad.

—Pues me voy a callar, pero no deberíamos fiarnos una mierda de lo que diga.

Antes de que Ciro pudiese reaccionar, Evey se había hecho con una pequeña pistola y apuntaba a su compañera de pelotón a apenas un metro de distancia.

—Me estás poniendo de muy mala hostia, y cuando me pongo de mala hostia hago las cosas sin pensar —dijo con los dientes apretados—. No te lo voy a volver a repetir: cállate o te callo yo.

Aera apuntó la mandíbula en su dirección, desafiante. El celeste de sus ojos pareció oscurecerse, pero en ningún momento mostró preocupación o miedo. ¿Cómo iba a tenerlo? No era la primera vez que vivía aquella situación; Ciro sabía de varias historias que su compañera había vivido en la Tierra, donde las armas de fuego estaban a la orden del día.

—Está bien, Evey —intervino Ziaya con un tono de voz tranquilo—. Te escuchamos.

Las palabras de Roguez parecieron calmar a Evey, la cual bajó el arma y comenzó de nuevo a dar vueltas por la sala.

—Como os iba diciendo, y si habéis pillado algo de lo que os he dicho, ya os habréis dado cuenta de lo importante que es rescatar a Mara —dijo con la mirada fija en las baldosas del suelo—. No podemos dejar su cuerpo a disposición de los silícolas. Seguramente ya hayan obtenido muestras de ADN y pronto se darán cuenta de su anomalía.

—¿Y dónde esta ella ahora? —preguntó Ziaya—. ¿Aquí?

—No, no lo creo. Es bastante probable que se encuentre en Sílica, donde el desfase temporal es de 15 horas respecto al horario terrestre. Debemos contar con esa desventaja.

—Está claro que no podemos cumplir las órdenes de TESYS —murmuró la capitana—, pero tal vez debamos avisar a la sección de mando de este hecho. El ADN de Valia o de Mara puede suponer la salvación de todos nosotros.

—No. —Evey detuvo su marcha y dirigió una mirada severa en dirección a Ziaya—. No os comunicaréis con nadie del Cubo. Por un lado, para hacerlo necesitáis estar en la Tierra, ya que vuestro sistema de comunicación no funciona en otro lugar; y por otro lado, si se enteran de que habéis estado en contacto con alguien distinto a vosotros, os matarán a todos. No van a arriesgarse a sufrir más fugas de información, eso tenedlo claro.

—¿Y qué pretendía la sección de mando enviándonos a la Tierra? —cuestionó Iri—. Si saben de la procedencia de los soldados, imagino que supondrían que éstos se llevarían a Mara a su planeta a través de otras puertas dimensionales. No las habríamos encontrado nunca y nuestra misión habría fracasado.

—TESYS nunca admitirá su error, Iri —respondió Aera—; nunca admitirá que a causa de la construcción de las puertas dimensionales, Sílica nos atacó. Ni siquiera sabían dónde debíamos buscar. Tal vez esperasen que diésemos con Mara de casualidad o algo.

—Pero ahora estáis conmigo, y yo sí sé dónde buscar —aseguró Evey.

—¿Cuál es el plan? —quiso saber Ikino. La joven no se molestó en apartar la mirada de Pix, el cual se dejaba rascar las orejas con una sonrisa zorruna en su peluda cara.

—Pues muy fácil. —Evey se acercó a la encimera de la cocina para llenar un vaso con lo que Ciro supuso que era agua—. Entraremos en Sílica y rescataremos a Mara, no sin antes hacernos con unos cuantos utensilios que necesito de manera urgente.

—Facilísimo, oye.

—¿Y a dónde la llevaremos? —insistió Liria, haciendo caso omiso al comentario de Aera.

—Tú elijes pelirroja, sólo tienes que elegir una puerta dimensional de entre todas las que hay en Sílica. Ya sería mala suerte que justo te topases con la que permita el acceso a la Tierra. ¿Cuántas puertas tenéis en el Cubo? ¿Cien? Y todas ellas se dirigen hacia el mismo lugar. En Sílica hay más de cien, y cada una de ellas permite el acceso a un planeta situado en un universo diferente al suyo.

—¿Todas las puertas llevan a un paradero seguro? —quiso saber Ziaya.

Evey soltó un ligero bufido.

—Joder, qué pesados estáis —se quejó—. No, no todas llevan a paraderos seguros. Todo lo que sé es que Sílica se ha dedicado a explotar los recursos de cada planeta encontrado, pero no sé hasta qué punto todos ellos son seguros para el ser humano. Podría darse el caso de que demos de bruces con un lugar parecido al exterior de vuestro Cubo. ¿Se puede vivir fuera de él?

—No es que haya gran cosa, la verdad —reconoció la jefa del pelotón EX:B-18.

—Pues eso mismo. Puede que el aire sea tóxico, que no haya agua, que la fuerza de gravedad sea muy superior a la que estamos acostumbrados a soportar, o vete a saber qué. Si no queréis llevar a Mara de vuelta al Cubo, habrá que hacerse con la información de la base de datos de Sílica para saber hacia dónde lleva cada puerta.

—¿Pero tú sabes acceder a Sílica? —preguntó Iri con escepticismo.

Evey se dio la vuelta para dirigir una mirada llena de suficiencia a la exploradora.

—Por supuesto que sé cómo acceder. Tened una cosa siempre en mente: sé mil veces más de todo que vosotros.

Mara (I)Where stories live. Discover now