Evey asintió a la par que apuntaba con uno de sus dedos al explorador.

—Ahí le has dado. Es genético, y proviene de tu madre. Ahora bien, ¿cuánta gente como tú has visto? —volvió a preguntar la mujer.

El explorador se masajeó la nuca, pensativo.

—No sabría decirte, pero imagino que pocos. Supongo que se trata de una mutación parecida a la que sufren los albinos.

—Ahí te equivocas. El albinismo procede de genes recesivos, pero los genes encargados del color de tu pelo son completamente dominantes. No en la Tierra, claro está, pero sí en Esmira.

Ciro tardó varios segundos en comprender qué era lo que acababa de desvelar Evey. El resto de sus compañeros parecían encontrarse en la misma tesitura que él, puesto que dirigían la mirada de manera alternante de Varik a Evey y de Evey a Varik. Éste por su parte parecía haberse quedado sin cuerda. Sus brazos reposaban inertes sobre su regazo y su mirada, a pesar de estar fija en los ojos de Evey, parecía estar muy lejos de allí.

—¿Estás diciendo que las personas como Varik o Mara proceden de un lugar distinto a la Tierra? —inquirió Ziaya.

—Ellos, o en su defecto sus padres. —Evey reanudó su constante caminata por la pequeña estancia—. Sílica no es la primera vez que ataca y trata de acabar con la civilización de un planeta. Hace años Esmira sufrió las mismas consecuencias que la Tierra tras la construcción de las puertas dimensionales. Los esmirenses no sólo descubrieron la existencia de universos paralelos, sino que además fueron capaces de construir accesos hacia varios de ellos, incluyendo al universo que engloba a la Tierra. En cuando Sílica comenzó su bombardeo, miles de ciudadanos hicieron uso de las puertas dimensionales para poder huir hacia otros universos.

—Y llegaron a la Tierra, que también estaba controlada por Sílica.

Evey se encogió de hombros.

—En aquel momento no se plantearon hacia dónde se dirigían, les bastaba con poder sobrevivir y continuar con sus vidas donde fuera que acabasen. Al contrario que los terrícolas, los esmirenses nunca construyeron algo parecido a un arca de Noé. Varios acabaron en la Tierra y acabaron formando familias con los terrícolas, pero muchos otros acabaron dispersos en otros universos, y en lo que a mí respecta, nunca he tenido más noticias de ellos. —La mujer se detuvo en medio del grupo de exploradores y se cruzó de brazos—. En resumidas cuentas: La civilización de Esmira se habría extinguido hace ya de no ser por los pocos habitantes que permanecen en el Cubo como si fuesen terrícolas.

—¿Y eso es una razón de peso? —repuso Liria mientras una ceja insultantemente arqueada decoraba su rostro.

—Tu eres tonta, ¿no? Voy a intentar explicártelo con un ejemplo para críos. —Evey se puso delante de la exploradora—. En la Tierra existían las llamadas reservas o parques naturales, ¿y por qué? —Sin esperar respuesta alguna, la mujer prosiguió su discurso—. Única y exclusivamente porque mientras la civilización se cargaba todo lo que tenía a su alrededor, algunas mentes pensantes se dieron cuenta de que muchas especies animales y vegetales desaparecerían sin seguir ningún tipo de proceso evolutivo, ¿entiendes? Bien, ahora traslada eso a los esmirenses.

—Se trata de una civilización extinta a excepción de Mara, Varik, Valia y alguno que otro más; es algo que ya no puede remediarse. Pero la civilización terrícola aún puede persistir en el tiempo. ¿Vamos a sacrificar a una población por la otra? ¿Qué sentido tiene eso?

Evey desvió la mirada de Liria y se puso a caminar por toda la estancia con paso lento.

—Aquí es donde entra la segunda razón de peso —dijo—. Como ya sabréis, Mara pudo ser capturada por los soldados de Sílica. Eso quiere decir que su traje no fue capaz de avisar al sistema una vez Valia hubo dado la voz de alarma dentro del Cubo. —Evey se dejó caer sobre la única silla libre que había en aquel momento—. Y eso se debe a la genética de algunos esmirenses.

Mara (I)Where stories live. Discover now