—Pues ya que estamos de confesiones, yo tampoco —añadió Aera.

Ciro no conocía demasiado a Liria, pero hasta entonces había pensado que se trataba de una mujer demasiado racional, incapaz de dejar un pequeño hueco en su corazón para los sentimientos. No era cuestión de no tener escrúpulos, puesto que visto de manera objetiva él tenía menos escrúpulos que la mujer del pelotón EX:B-18. Nada de lo mencionado hasta entonces era seguro, pero las probabilidades de que los silícolas usasen a Mara como troyano eran altas, y aquello supondría el fin de los terrícolas. ¿Quién era el verdadero egoísta?

El explorador apretó los dientes, tratando de obviar aquel pensamiento. No podía permitirse pensar así. Debía existir una tercera alternativa, no podía reducirse todo a Mara o al resto de la comunidad. Seguro que existía la manera de conseguir que ambos ocupasen el mismo lugar.

O tal vez no. Tal vez Liria tuviese razón y fuese el momento de replantearse las cosas. ¿De qué serviría rescatar a Mara si no tendrían un sitio al que regresar? ¿Qué clase de persona sería si dejaba morir al resto de los terrícolas sólo por una mujer? ¿Iba a ser él el responsable de aquel posible genocidio? ¿Estaba condenado a ser un delincuente el resto de sus días?

Pero, por otro lado, Mara se encontraba presa, seguramente siendo torturada durante día y noche, y aquello le ponía los pelos de punta y le hacía gruñir como un perro rabioso. Aquel sentimiento se alzaba por encima del resto, ocupando toda su cabeza y avivando aquella llama interior que amenazaba con hacerlo explotar en cualquier momento.

El resto daba igual, tenía que convencerse de que daba igual.

Ciro se vio forzado a salir de aquel bucle infinito de pensamientos al escuchar un leve sollozo proveniente de una de las esquinas de la estancia. Finalmente, Liria parecía estar hecha de algo más que de piedra.

—¿Os creéis que quiero matar a Mara? —dijo a la par que se incorporaba de su sitio—. ¿Creéis que he hecho algún tipo de trato con TESYS o algo por el estilo? ¡Joder, Mara ha sido mi amiga, al igual que ha sido amiga de todos vosotros! —exclamó apuntando con el dedo a los miembros de su pelotón—. No soy la mala de la película, estoy tratando de tomar la decisión correcta, aunque sea la más difícil. ¿Qué haremos si salvamos a Mara? ¿Volver al Cubo? Sabéis de sobra que eso supondrá el fin de nuestra civilización. ¿Y luego, qué?

—Podemos dejarla aquí hasta que consigamos hacernos con el control de la Tierra —sugirió Aera.

—No —zanjó Evey—. Esmira no es un planeta seguro. Los silícolas conocen su posición y tienen puertas dimensionales construidas aquí. He conseguido mantener este refugio escondido hasta hoy, pero no puedo asegurar esta situación durante más tiempo.

Liria se secó las lágrimas con un gesto rápido y fijó sus ojos en Evey.

—Tú eres la que has impuesto el rescate a Mara, así que tú serás la responsable de buscar una solución que no comprometa la supervivencia de nuestra civilización —sentenció la mujer de ojos verdes —. Tú no eres nadie para decidir quién vive y quién debe morir. Me parece bien que quieras salvar a Mara, pero no a costa de nuestra civilización.

Evey se frotó los ojos con fuerza y respiró profundamente un par de veces.

—Existe una razón de peso para querer salvar a Mara —murmuró—. En realidad, existen tres razones de peso, pero una de ellas me la ahorraré. —La mujer dirigió una mirada rápida a Varik a la par que captaba su atención con un chasquido de dedos—. Tú, ¿alguna vez te has preguntado por qué tu pelo es del color que es?

Varik torció el gesto sin entender a dónde quería llegar Evey.

—Es genético; lo tengo como mi madre —repuso el chico mientras se llevaba la mano izquierda a la pequeña coleta que adornaba su cabeza.

Mara (I)Where stories live. Discover now