—¿El qué?

Styan me miró con el ceño fruncido, como si no creyese que realmente no sabía de qué hablaba.

—Ada, en el tiempo en que hemos estado en esta época he cambiado mucho. La realidad me ha abierto los ojos y he dejado de ser un idiota inmaduro. Por eso creo que...— a pesar de la penumbra, me pareció observar un ligero rubor en sus mejillas— Ah... esto es más difícil cuando es de verdad... — dijo pasándose la mano por el pelo.

—Styan...

—¡No! Déjame hablar, si no, no sé si voy a ser capaz de decirlo— me interrumpió. Guardé silencio un poco intimidada. Su expresión era diferente. Nunca lo había visto tan serio. Siempre estaba refugiado tras su máscara de bromas y sarcasmos, incluso en los peores momentos, y aquella actitud seria me pilló medio desprevenida.

—Hace seis años, cuando por fin empecé a ser alumno de la academia, estaba muy emocionado. Había estado viviendo allí durante cuatro años, al cuidado de un profesor, que me adoptó como hijo. Todo a mi alrededor había sido una confusión. No sabía de dónde venía, por qué estaba allí, quién era mi familia, pero Esaú me cuidó y nunca me faltó de nada. Al menos yo creía que no me faltaba nada.

—¿Esaú te cuidó? No tenía ni idea.

—Sí, intentamos que no se notara, de lo contrario, no le habrían permitido ser mi profesor.

Styan carraspeó y se acomodó en su silla. No era propio de él hablar de su pasado y estaba bastante incómodo. Me senté a su lado y puse mi mano sobre la suya, intentado infundirle valor. Él, primero sorprendido, sonrió levemente y apretó mi mano suavemente. De nuevo, el corazón se me aceleró. ¿Por qué Styan me hacía sentir así? Debía de estar sensible por culpa de mi corazón roto.

—El primer día de clase, cuando entraste en el aula, te miré y vi la cara que siempre había visto en los tontos sueños de mi mente atrofiada y sin memoria. No me atrevía a hablar contigo. Yo era muy tímido por aquel entonces...

—¿Tú tímido? No me hagas reír— bromeé. Él sonrió, pero su sonrisa era amarga.

—En serio, lo era. Y mucho. Me dedicaba a observarte desde la distancia. Siempre con tu amiga June, siempre sonriendo, siempre feliz... me hacía sentir seguro ver tu sonrisa, y supongo que ocurrió lo inevitable... me enamoré de ti.

Guardó unos segundos de silencio y me miró. Aunque no era la primera vez que me lo decía, no pude evitar sonrojarme. Él sonrió.

—Bueno, esto no va tan mal como pensé que iría— sonrió aliviado—. Pensé que después de lo que hice el otro día me odiarías y no querrías escucharme hablar sobre... ya sabes...

—¿Por qué crees que haría eso?— pregunté sorprendida.

—Venga ya... es obvio que te caigo mal. Siempre discutimos.

—Bueno, sí que es verdad que a veces eres un poco cretino— sonreí—, pero sigues siendo mi amigo... no me caes mal, Styan—. contesté nerviosa.

—Ya...— se rió sin ganas— soy tu amigo y siempre lo seré, ¿no es eso lo que se suele decir?— de nuevo se acomodó. Yo no respondí, porque tenía razón. Siempre lo sería—. Decidí que con mi actitud nunca conseguiría conocerte, y tenía que cambiar. Poco a poco, fui venciendo mis miedos y mis defectos, y me convertí en todo lo contrario, un chico sin complejos, diferente y popular. El hecho de no tener memoria, lo que yo siempre había considerado una maldición en mí, resultó ser muy interesante para los demás, y empecé a quedar con chicas, pero siempre lo hacía para ver cómo reaccionabas. Tristemente, nunca me prestabas atención. Creo que eras una de las pocas chicas que no lo hacía. Entonces intenté olvidarte, pasar de ti, pero no podía. Cuanto más lo intentaba, más pensaba en ti. Soñaba contigo, te observaba en clase... no había manera de escapar de ti...

Engel (En edición)Where stories live. Discover now