Reformatorio.

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El duro contacto de las esposas sobre sus debiles muñecas le era sumamente doloroso, sin contar los incontables y fuertes tirones que aquél guardia de seguridad con mal aspecto le daba.
Cerró los ojos fuertemente esperando a que el dolor cesará, mas eso no sucedió, sus muñecas seguían ardiendo a tal punto que podía asegurar sentir un par de punzadas sobre ellas.

Un olor desagradable invadió su olfato, sintiendo al instante una enorme náusea en la boca del estomago en cuanto fue introducido bruscamente a una vieja celda junto a dos quizás hombres de cabello negro, quienes miraban todo con una expresión neutra.

Luego observando al guardia lo pudo ver sacándose una llave del cinturón, la cual introdujo en la anilla de las esposas que parecieran ya formar parte de su cuerpo, para finalmente quitárselas.
Frotándose ambas muñecas realmente adoloridas, miró a su alrededor sin saber a dónde dirigirse.

Todavía sin comprender cómo había ido a para ahí, él era un hombre-niño, bajito de cabello quizás pelirrojo y lacio, ojos grandes color verde posiblemente azules en ese momento con el miedo invadiendolo. En cualquier otro lugar habría pasado inadvertido, pero por el contrarío, en aquel abigarrado lugar destacaba como un capullo de rosa arrojado a un basurero.

De súbito, la cruel realidad se vio frente a sus ojos en cuanto la seca voz de el guardia habló.

-Ellos serán tus compañeros de celda.

El fuerte rechinido de aquella puerta de acero oxidado siendo cerrada lo hizo estremecer.

-José y Omar.

Dijo para finalmente darse la vuelta y caminar lejos de ahí.

-Soy Alan. -gruño molesto el morocho-

-Es lo mismo. -dijo sin importancia el guardia antes de desaparecer completamente de su vista-

Una carcajada amarga y seca salió de alguno, sin saber exactamente de quien miró de forma disimulada ambos rostros de los dos hombres, percatandose de que uno de ellos poseía unos hermosos ojos color miel con largas pestañas.

Las miradas de ambos se encontraron y el de mirar miel se relamió los labios con gesto obsceno. Alonso sintio un cosquilleo en todo su cuerpo, cruzó los brazos y tomo sus hombros con las manos, dando leves pasos en retroceso sintió su espalda chocar con la fría pared.

El morocho de nombre Alan, si es que no esta mal, se acerco a él tomándolo bruscamente de el rostro mirándolo detalladamente con aquellos penetrantes y oscuros ojos marron.

Su corazón latía con fuerza.

Nuevamente aquella náusea comenzo a crecer en su estómago en cuanto sintió la humeda lengua del moreno recorrer desde sus marcadas clavículas hasta el lóbulo de su oreja.

-Te daremos la bienvenida, pequeño. -susurró cinicamente, estremeciendo por completo el cuerpo de el pelirrojo-




Ambos chicos lo tomaron con fuerza, haciendolo sentir la adrenalina por todas y cada una de las fibras de su cuerpo. Quiso zafarse, mas su intento fue nulo, quiso gritar, y como si ellos pudieran leer su mente pudo observar una mano cubrir su boca, pero aún así lo hizo, grito, pero no pudo emitir sino un gemido apagado que murio en su garganta, seguido de un doloroso jadeo cuando sintio un brazo rodearle la cintura, apretándolo fuertemente.
Luchó desesperadamente intentando liberarse de José, mientras se retorcía, Alan lo sujetó de los brazos, arrastrándolo hasta aquella sucia, gastada y vieja madera sobre la cual se supone tienen que descansar, haciendolo caer sobre ella. A pesar de sus desesperados esfuerzos, Alonso no pudo quitárselos de encima, pues era obvia la diferencia de fuerza.

Abriendo los ojos con temor, vio como ahora el morocho arrancaba literalmente toda prenda que cubriera su cuerpo, hasta dejarlo completamente desnudo y deseable para vista de ambos.
Trató nuevamente de gritar, pero la mano de José seguía cerrándole firmemente la boca.

Alan no dijo nada, sino que se arrodillo frente a Alonso separando brutalmente sus rodillas, haciendolo sobresaltar y su temor aumentó, aunque la mano seguí impidiéndole soltar un solo sonido, los gritos y sollozos no cesaron en su garganta creyendo que sus cuerdas vocales iban en cualquier momento a rompérsele.

Con una expresión cínica en el rostro Alan, se colocó entre las delgadas piernas del pequeño y súbitamente Alonso sintio el pene de el morocho entrar fuerte y profundamente en él, junto a un dolor insoportable.

José, quien miraba todo, no se contuvo más, soltó rapidamente a su presa, para poder despojarse de su pantalón dejando salir su dolorosa erección y antes de que puediera gritar, introdujo su pene en la pequeña boca de Alonso. Chocando su glande contra su garganta, provocando en el, grandes arcadas.

Las penetraciones por parte de ambos no frenaban, de los azules ojos de Alonso brotaban lágrimas, y ahora de su ano la sangre caliente fluía llegando hasta sus muslos y no pensó sino que iba a morir. Sin importarle en lo más mínimo a Alan, quién aumentaba cada vez más la velocidad de sus embestidas.

Y no fue hasta que José sintió los espasmos apoderarse de él, seguido de el tan esperado orgasmo, que su semen salió disparado directo en la garganta de Alonso, quién sin protestar lo trago todo.

-Está bien, ya basta. -ordenó finalmente el ojimiel-

Alonso permaneció inmovil, sollozando desconsoladamente, con los ojos cerrados, sintiendo aún las fuertes penetraciones por parte del morocho.

-¡Basta he dicho! -repitió José violentamente sin apartar la vista del cuerpo de su víctima-

Alan salió con desgana de él, acercandose al montón de ropa para poder tomar la suya y colocarsela.

José por su parte tomo la ropa de Alonso y se acercó a él, entregandole todas su prendas.

-Bienvenido seas pequeño. -susurró finalmente sobre su oído, haciéndolo soltar un sollozo-








❌¡Wuu! ¿Les gusto? ¿No les gusto? ¿Era lo que esperaban? ¿No era lo que esperaban? ¿Le falto Smut? No sé, dejenme su opinión, por favor.

❌Perdonen por la enorme demora, pero la flojera ya saben. :v

❌¿Qué esperan o qué les gustaría para el proximo OS? ¡Díganme!

Hasta la proxima.
¡Felices días sin escuela! c:

Un Trío |Jalanso| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora