Capítulo 9

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Me sobresalté al ver a Styan parado a mi lado observando también el edificio.

—Ada, ¿Puedo decirte dos cosas?— lo observé con curiosidad, tras lo cual, prosiguió—. La primera, deja de hacer manitas con Dareh. Me da repelús.

Me sonrojé avergonzada. Estaba claro que nadie podía saber qué estábamos haciendo. Desde su perspectiva, sólo nos agarrábamos la mano y puede que les llevara a errar en sus conclusiones. June se rió disimuladamente.

—¿Y la segunda?— traté de cambiar el tema.

—Hace ya mucho tiempo que Tristan ha entrado. Creo que deberíamos ir a echar un vistazo y asegurarnos de que todo va bien.

—Dijo que tardaría al menos media hora— le tranquilizó June.

—Y ya han pasado treinta y dos minutos. Voy a entrar a buscarlo.

—¡Espera! No seas insensato— le reprendió Dareh. Su eterna sonrisa se torció en un gesto de preocupación —¿Qué piensas hacer cuando entres? Mira tu ropa, no hablas igual que ellos y ni siquiera sabes dónde ir o qué decir. No podemos llamar la atención, o nos buscaremos problemas.

—El único que tiene problemas eres tú, gatito— las palabras de Styan eran frías como el hielo. Parecía que había rencor detrás de ellas. Después de lo que habíamos hablado antes de que todo esto comenzase, era lógico. Esperaba una respuesta de mi parte, y no sólo no la recibía, sino que además tenía que aguantar verme cogiendo a Dareh de la mano.

—Espera un poco más, por favor.

—No. Yo voy a entrar— respondió Styan mientras se dirigía a la enorme puerta giratoria. Sus ojos me desafiaban a seguirle... ¿en qué estaba pensando?

—¡Styan!— traté de llamar su atención, pero esta vez se limitó a lanzarme una mirada de disgusto. Continuó caminando hasta que lo perdimos de vista entre el armazón de cristales y hierro que formaban aquel edificio.

—Este idiota lo va a echar todo a perder ¿Qué parte de "no hay que llamar la atención" es la que no entiende?— dijo Dana acercándose a la puerta con sigilo.

—Será mejor que esperéis aquí— dije adelantándome a las intenciones de Dana y Dareh. Ellos eran los únicos que, por encima de todo, no podían entrar en el edificio.

Me acerqué a la puerta hasta que me detuve frente a ella. Nunca había usado una puerta giratoria. Conocía la teoría de cómo había que traspasarla, pero aquel artefacto no dejaba de girar y me dificultaba la entrada. ¿Cómo lo hacían? De un salto me introduje por fin en la puerta y lentamente caminé hasta que avisté un hueco por el que salir de aquella rueda.

El interior del edificio era muy luminoso. Los suelos y las paredes eran de mármol beige cuidadosamente pulido y había un enorme escritorio de cristal en el centro del habitáculo. El mismo símbolo que estaba en el exterior, pero bañado en oro, ornamentaba la parte frontal de la mesa.

Styan conversaba con una joven sentada en el escritorio, la cual deduje que debía ser una secretaria.

Caminé hasta pararme junto a Styan y sonreí a la muchacha con candidez.

—No, señor. Lo siento, pero no puedo facilitar la información que está solicitando.

—¡Esto es un insulto! ¿Por qué? ¿Porque no tengo un rectángulo como el del hombre que acabas de dejar entrar? ¡Usted no tiene idea de quién soy yo y lo que podría llegar a hacer si no me deja pasar— Styan berreaba sin cesar mientras que la joven secretaria lo miraba impasible.

Engel (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora