PROLOGO

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Lord Alexander Domeric Ross, marqués de Rivers era El Niño perfecto. A ojos vista, el orgullo de su aún más orgulloso padre, Lord Wiliam Ross, duque de Rossdale y uno de los hombres más ricos de Inglaterra. El mejor entre sus compañeros de Harrow, ya sea en conocimiento como en la práctica de deportes. El más pío de los creyentes, cuando de hacer caridad se trataba. El hijo más amoroso con sus padres y el hermano más protector con Laetitia y Sabina, las benjaminas del clan. Si, la perfección hecha hombre.

En cambio, Alex Ross... La sola mención de su nombre trae a la mente de quienes lo conocen una cantidad ingente de epítetos nada halagüeños. Disoluto, según su conspicuo padre. Peligroso, como un lobo hambriento ante un rebaño de ovejas, según las respetables matronas de la ton. El  fruto prohibido  y por tanto, el más deseado, para la cohorte de infieles damas y viudas alegres que abarrotan los elegantes salones londinenses. El líder innato de una tropa de apuestos y acaudalados jóvenes, herederos de una estirpe ancestral  e ilustre, quienes gozan libremente de los placeres que, llegado el momento les serán vedados por el peso de un nombre, o bien, por los grilletes de un matrimonio arreglado... Para Alex, todo tiene validez y razón, salvo lo último: el matrimonio no va con él.

¿ Qué cambió en la vida del adorable niño de cabellos claros como la más fina arena del desierto y ojos verdes cual prado inglés en pleno verano? Es un misterio que juró llevarse a la tumba, y ni aún su antaño orgulloso e inquisitivo padre pudo dilucidar.  Lo único cierto,  es que la guerra contra los franceses,a la que  se sintió con el deber de acudir en un arrebato de extremo patriotismo, les entregó al irresponsable y disoluto Alex, no al hijo que dejaron partir una tarde  de abril dos años antes. Desde entonces, la apacible vida en Rossdale Park se tornó caótica y distante debido a las continuas desavenencias entre Lord William y su amado Alexander, tanto así que al cabo de un año la buena salud de la dulce y querida duquesa, se vio seriamente resentida, debido a la tristeza en la que fue sumiéndose, hasta llevarla a la tumba, tornando en desolación no sólo la vida de sus jóvenes hijas, sino también la del duque y la de su ángel caído, el calavera heredero.

Nada volvió a ser como antes, las risas murieron en la campiña, pero no la resolución y empeño de un padre por ver enmendado el camino de un hijo. No señor, aunque se le fuera la vida en ello Lord Alexander Domeric Ross volvería al buen camino, se casaría con una dama respetable y daría rubicundos herederos al ducado, tal cual lo prometió a su amada Beatrix en su lecho de muerte, de lo contrario no se llamaría más Wiliam Stephen Ross, su nombre era sinónimo de veracidad y una locura de juventud no vencería su resolución.

Su Gracia, Lord Rossdale no sabia cuanto de cierto había en sus dichos... Falleció antes de ver cumplida la promesa hecha a su compañera de vida, pero su repentina partida gatilló recuerdos de risa y ternura relegados en el más profundo arcón de la mente de Alex, vestigios de tiempos mejores que podían revertir lo malo vivido lejos de casa....

Lord Alex Ross, duque de Rossdale necesitaba espantar los fantasmas del pasado. Necesitaba una esposa, y sabía dónde encontrarla.

Buenas Intenciones©  #1 Serie Magníficos  COMPLETA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora