—Pero entonces los que salimos realmente perdiendo fuimos nosotros— protestó June. —Perdimos un planeta entero. El Engel no valía todo eso.

—¡El Engel vale eso y más, humana miserable!— exclamó la Naewat ofendida.

—Hey, sin insultar— Styan se paró frente a la Naewat que intentó enfrentarse a él, pero la gran estatura de mi amigo la amedrentó y guardó silencio.

—No tiene sentido que discutamos ahora sobre quién tiene la culpa.— reprendí con cariño a mis amigos— Lo que cuenta es que en el futuro no tenemos Tierra y se nos ha brindado la oportunidad de volver al pasado para poder hacer algo al respecto.

—Que no se te olvide recordar gracias a quién ha sido eso— susurró Dareh en mi oído, donde sólo yo lo pude escuchar.

—¿Qué quieres decir?— contesté molesta.

—Que si fuera por tu don inútil, sólo serías una espectadora, y no una participante.

—¿Cómo te atreves a decir que mi don es inútil?

—Lo es— el híbrido continuó molestándome hasta que no aguanté más y le asesté un golpe en el brazo.

En el instante en que lo hice, una imagen apareció en mis ojos durante una milésima de segundo. La misma imagen de sangre y sufrimiento que había visto en mi sueño aquella noche. Y a juzgar por la cara de Dareh, él debía de haberlo visto también.

—¿Qué ha pasado?— pregunté asustada.

El híbrido alzó una ceja desconcertado, me tendió la mano y se la agarré.

De nuevo, ante mis ojos, estaba el bello bosque de mariposas. Dareh estaba a mi lado sujetando mi mano, pero su expresión tensa me dio a entender que realmente estaba a mi lado, viendo lo mismo que yo.

El revuelo de las mariposas me sobresaltó, pues sabía lo que venía a continuación: Los monstruos, que esta vez eran algo más visibles que antes, pero todavía sin definir del todo, habían empezado con su obra de muerte y destrucción.

En seguida las mariposas se convirtieron en humanos y Naewat, que yacían mutilados y descuartizados por las bestias en el suelo.

Dareh y yo nos miramos cubiertos de sangre.

—¿Qué es esto?— preguntó asustado.

—Es el sueño que tuve anoche...

El híbrido frunció el ceño y tiró de mi mano para sacarme de allí. En cuanto lo hizo, nos despertamos y volvimos a la calle en la que estábamos.

—¿Se puede saber por qué hacéis manitas?— espetó Styan de mal humor.

La expresión de Dareh era profunda, teñida de preocupación. Algo que se escapaba a su conocimiento acababa de ocurrir y eso no le gustaba. Se notaba en la tensión que tenía en sus hombros anchos y fuertes.

En lo que respectaba a mí, algo cobró un poco de sentido, pues Dareh estuvo a mi lado en el sueño, como siempre hacía, pero esta vez era realmente él. Y con el control de su propio talento me sacó de aquel infierno de pesadilla. ¿Acaso él era una llave para ayudarme a controlar mi don?

—Has... ¿has estado realmente ahí?— pregunté todavía tan sorprendida que no podía pensar con claridad.

Dareh no contestó. Miró sus manos y empezó a andar un poco más rápido hasta quedar junto a Tristan, que caminaba al frente del grupo.

Me sentí extraña. Invadida por la intrusión del híbrido en mi sueño. Pero a la vez, aliviada por no tener que soportar la carga de la destrucción yo sola.

Engel (En edición)Where stories live. Discover now