La Jaula dorada

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El ambiente de victoria se respiraba entre la población alemana, por fin estaban recuperando la posición que les habían arrebatado tras la Gran Guerra. El honor perdido regresaba con furia para acabar con aquellos que robaron la dignidad de la doliente población. Hambre, desempleo, la amenaza roja, crisis económica y la culpa de ser los artífices de las grandes matanzas en la fratricida guerra europea quedaban atrás. El odio, la rabia y el descontento de ser el vencido iban desapareciendo con las victorias de los valientes soldados. Todos trataban de recuperar lo perdido y poder volver a brillar en la escena europea. Esto no hubiese sido posible sin el Führer, Adolf Hitler era el salvador. Con sus discursos convenció a la población de quienes eran los verdaderos culpables de la crisis alemana. Él le dio a la alicaída población una nueva razón para vivir, ahora todos debían trabajar para engrandecer a la raza aria. Él saco al pueblo del hambre y de la amenaza roja. El orden regresaba tras los débiles gobiernos de la República de Weimar. Heil Hitler!, clamaba el pueblo una y otra vez. 

A lo lejos se escuchaba la locomotora avanzando segura por las vías que se iban abriendo paso por los parajes franceses. Las múltiples conversaciones del vagón de la primera clase reflejaban el pensar de los vencedores. Había hombres leyendo periódicos que daban cuenta de las grandes campañas del ejercito, mujeres que charlaban sobre sus valerosos hijos y otros que simplemente trataban de acomodarse en sus asientos tras el largo viaje desde Múnich. En su asiento estaba la joven tratando de evitar contacto con alguien que la reconociera. No deseaba que interrumpieran sus pensamientos de cansancio y resignación, después de todo iba camino a ser vigilada por su padre y a disipar cualquier rumor que pudiera haberse generado tras su salida de protocolo. Debía volver a generar la imagen de una joven digna de la raza aria y de la aristocracia a la que pertenecía. Todo por el bien de la familia Strauss, que ya estaba posicionándose en los círculos del líder de las SS y acercándose al Führer. De repente nota a un hombre de negocios que llevaba un rato observándola, así que para evitar una charla incomoda se acomoda para dormir y sumergirse en un mejor mundo. 

A lo lejos los sonidos de la bulliciosa estación de París la iban despertando. Susurra para sus adentros bienvenida a la ciudad de la jaula dorada.  Su desanimado rostro de porcelana sólo mostraba resignación. Miraba el espectáculo de soldados subiendo a los trenes que los llevarían a sus nuevas misiones en los frentes alemanes. Pero los recuadros de aquellos hombres partiendo la angustiaron, seguía sin tener noticias de su hermano y el cruento escenario que debía estar enfrentando la aterraba. No podía entender cómo podían estar todos tan a gusto con una nueva guerra, el ser nuevamente vistos como el enemigo la preocupaba. En su alma soñaba que todo fuera una mera pesadilla y que todo volviera a ser como esos tranquilos años sin odio. Una hermosa mujer con vestido rojo despidiéndose de un soldado le trajo a mente fugaces sentimientos que habían quedado enterrados tras enterarse de la realidad en la que vivía. Se preguntaba cómo sería estar enamorada de verdad, un amor que la arrebatara todos los temores y tristezas de aquella monótona vida. Admiraba tan absorta la escena que no se percato que  habían venido a recogerla. 

- ¡Irene! ¿Vas a seguir absorta en lo que ves? Si no bajas pronto regresaras a Múnich. – Le dice con rostro alegre aquel joven que alguna vez fue su héroe.

- Klaus,  – Le sonríe apagadamente tratando de hacer regresar alguno de los sentimientos que albergo por él. – sólo estaba somnolienta.

- Debiste haber venido en avión, te hubieras demorado poco y estarías menos cansada. Vamos, es mejor que bajemos y te lleve con tu padre, está muy ansioso de verte. - Sacaba las pesadas maletas de la joven para luego girarse para darle una gran sonrisa que dejaba al descubierto sus blancos dientes.

- Sabes que no me gustan los aviones, especialmente en tiempos de guerra. – Él sonríe. - ¿Dónde está? - Le pregunta mientras caminaban por el pasillo.

La pianista de las SS [En pausa]Where stories live. Discover now