El funeral y la madrina

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Luna Lovegood se encontraba en un banco del ministerio de magia junto a mucha gente: aurores, los Weasleys, trabajadores de El Quisquilloso. A esas horas todo el mundo mágico sabía lo que había pasado: Xenophilius Lovegood había sido asesinado por mortífagos.
Y con la declaración de la rubia, no había duda alguna, ella fue la única testigo, y ahora estaba sola.

- Luna, no sabes cuánto lo siento - dijo Ginny al momento que la abrazaba - hemos venido a penas nos enteramos.

- Lo siento mucho - dijo Ron detrás de su hermana.

- Gracias - habló la rubia con una débil sonrisa.

Junto a ellos estaba Harry y Hermione, que habían decidido pasar unas semanas en la madriguera, apenas se enteraron de la desagradable noticia partieron a apoyar a su amiga.

Mientras tanto, algo lejos de ahí, una mujer alta y refinada paseaba de un lado a otro dentro de una enorme mansión, la muerte de Xenophilius le había caído como balde de agua fría. Luna se quedaría sola y desamparada y eso significaba que debía cumplir una promesa que hizo hace 16 años atrás, cuando Draco era un niño y Luna estaba por nacer. Cerró los ojos y las imágenes no tardaron en llegar...

Se encontraban dos rubias mujeres caminando por una plaza, una de ellas con un pequeño niño rubio en los brazos, la otra estaba embarazada y en cada momento acariciaba su vientre con una enorme sonrisa, el parecido de aquella mujer con Luna era sorprendente, sin duda era su madre.

- Sabes Narcisa, estoy muy feliz, no sabes cómo ansío que nazca mi pequeña - dijo una de las mujeres.

- Lo sé, es lo más maravilloso que pueda suceder, la primera vez que vi a Draco, juré que nunca me separaría de él y que lo cuidaría con mi vida - respondió la otra al momento que besaba la frente del niño.

- Lo mismo haré yo, cuidaré a mi niña con la vida - agregó la mujer sonriente, pero de pronto su rostro se volvió amargo - ¿Pero y si algo me sucede?

- Tranquila, nada malo te sucederá - le calmó Narcisa.

- Narcisa, quiero pedirte algo, hemos sido amigas de toda la vida y yo...

- Dilo, pídeme lo que quieras.

- Si algo llegara a pasarme a mí y a mi esposo, prométeme que no dejarás a mi bebé sola, que la cuidarás como si fuese tu hija hasta que se convierta en una mujer...

- Por favor... no digas tonterías nada malo les pasará, ustedes son jóvenes, saludables y...

- ¡Por favor Narcisa!, dame esa seguridad. Te prometo lo mismo, si algo te pasara a ti o Lucius, nosotros nos haremos cargo del pequeño Draco, no lo dejaremos solo jamás, lo cuidaremos como si fuese nuestro hijo.

- Gracias - dijo emocionada Narcisa - gracias amiga. Te prometo, te juro y te doy mi palabra de mujer y de amiga que si algo llegara a pasarte a ti y a Xenophilius, y tu pequeña queda sola e indefensa yo la cuidaré como si fuese mi hija, la educaré y apoyaré hasta que sea un adulto.

- Gracias, no sabes cómo me tranquiliza...

La imagen se borró de pronto. Los años habían pasado en la mujer que recordaba.

Narcisa estaba espantada, había llegado el momento de cumplir su promesa, a pesar de todo, ella era una mujer de palabra.

- ¿Madre, te encuentras bien? - dijo un muchacho rubio, que bajaba junto a otro de cabellos castaños y ojos verdes, Blaise Zabinni.

- Sí, es solo... estoy algo nerviosa.

- ¿Por qué? ¿Has sabido algo de mi padre?

- No, sigue en Azcabán - dijo la mujer con desinterés - Es... algo sobre...

Sin otra alternativaWhere stories live. Discover now