Prólogo.

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PROLOGO

Celebración en la mansión de los Condes Mackenzie.

04 de mayo de 1810.

Cuando Charlotte vio al final del pasillo oscuro, la figura de Gerald su prometido, fue emocionada a alcanzarlo.

—Gerald, querido. Ven que mis padres quieren irse de la fiesta.—Le dijo antes de llegar hasta él, mientras se alzaba las faldas de su vestido de muselina rojo, para caminar a pasos agigantados.

Pero Gerald no le contestó, es más, pareció haberse sobresaltado por su llamado.

—¿Por qué no quieres contestarme, amor? —Preguntó Charlotte en tono ofendido.

Silencio otra vez.

Esto la hizo resoplar.

¿Por qué Gerald no quería hablarle?

¿Qué demonios hacía en esa esquina oscura?

¿Estaría molesto con ella?

Si, tal vez lo estaba, ya que un desubicado había estado coqueteando con ella mientras bailaban.

Maldición...

«Bueno ella sabía cómo contentarlo», pensó caminando hacia él y cuando lo tuvo enfrente, se le lanzó a los brazos y le buscó la boca como una fiera.

Gerald luego de la impresión inicial que le provocó su acción, la besó como jamás lo había hecho.

«¿Cómo jamás lo había hecho?», le dijo una voz de alarma en la cabeza, pero ella decidió ignorarla porque se sintió flotando en sus brazos, así que se dejó besar apasionadamente un buen rato hasta que... ¡hasta que Gerald le puso una mano en las nalgas!

«Oh Dios mío, este no era su novio», se dio cuenta con horror y de inmediato apartó la boca de ese hombre que sabría Dios quien era.

—¿Mi amor por qué dejas de besarme, si te está gustando cómo te beso? —Le reclamó el desconocido con una voz ronca y excitada que le enchinó los pelos.

—¡Suélteme por favor! —Le rogó ella asustada.

—Pero si fuiste tú quien empezó, querida —alegó el desconocido con burla—¿Ahora por qué te echas para atrás?

—¡No! yo no sabía... yo no sabía que se trataba de otra persona... —balbuceó ella entre aterrorizada y avergonzada— Yo... yo pensé... yo pensé que era mi... prome...

No pudo terminar lo que iba decir, porque su boca fue cubierta por la boca del hombre.

Intentó luchar... pero el infeliz le metió la lengua, provocando que se sintiera débil y extrañamente excitada.

Pero esto no podía seguir, pensó, así que sacando fuerza de donde no tenía, le aruñó la cara y esto hizo que la soltara de forma violenta.

—¿Por qué has hecho eso? —Le reclamó él con dolor.

—No voy a permitir que se aproveche de mi, idiota. —Le contestó ella y echó a correr. Pero fue inútil escapar, porque él la alcanzó en un lugar del pasillo donde si había iluminación y ahí fue que se dio cuenta con terror quien era su verdugo.

Era James Hamilton, el Conde de Bedford.

Un hombre peligroso del cual se decían las peores barbaridades en Londres.

Una anécdota que siempre comentaban las damas de forma confidencial, era que se acostaba con siete rameras al mismo tiempo y que las ponía a hacer prácticas tan inmorales que no podían ser repetidas a detalle.

Oh Dios «¿Cómo fue a caer en las garras de ese desgraciado?», se preguntó realmente asustada, mirando el agarre que le tenía en el brazo.

—Suélteme. —Le rogó tratando de mantener la calma.

Pero Bedford no la escuchó y la haló para pegarla a su fuerte y ancho pecho.

—No te voy a soltar, preciosa —le susurró él, pegando su boca en su oído— anda quédate conmigo esta noche.

—¡Que me suelte degenerado! —Le repitió Charlotte con dientes apretados conteniendo las ganas de gritar.

No lo hacía porque si alguien los veía sería su fin, Gerald ya no se casaría con ella y su reputación se vería muy comprometida por culpa de este libertino que, obvio, no se casaría con ella para salvar su honor.

«No Dios», pensó temblando.

—Yo te haré muy feliz, pequeña —siguió diciéndole el sinvergüenza de forma seductora, sin importarle que ella echaba para atrás el rostro, negándose a todo contacto—anda, escapemos a mi casa. Yo prometo cuidar de ti y procurar que nada te falte.

Charlotte se sintió muy indignada cuando se dio cuenta que le pedía que fuesen amantes, así que con un infinito despreció contestó:

—Mire Lord Bedford, no creo que nadie pueda ser feliz siendo amante de un hombre como usted.

A Charlotte le dio la impresión de que lo había herido por la expresión que le vio, pero el muy descarado se lo merecía, así que no pensaba disculparse.

—Solo dame una oportunidad. —Le dijo él, en un raro tono de súplica.

Charlotee se rio secamente.

—¿Oportunidad? ... ¡Nunca! ¿Me oye? Nunca y ya suélteme —dijo Charlotte y cuando él no la soltó, estalló diciendo. —¡Por Dios que me suelte! ¡Usted no me gusta! ¡No me inspira ni un mal pensamiento! Además, yo amo a mi prometido y jamás tendría nada que ver con usted.

Lo que le dijo Charlotte al Conde pareció surtirle efecto porque la soltó bruscamente, pero no sin antes decirle.

—Ese mequetrefe jamás te hará sentir la pasión que yo te hice sentir hoy... ya verás...

Ella se quedó paralizada ante su sentencia, así que no dijo nada cuando furioso lo vio marcharse.

Charlotte, rato después cuando se calmó un poco, regresó a la fiesta de los Mackenzie y ahí encontró a Gerald junto a sus padres quienes le dijeron que habían estado buscándola por todas partes.

«Menos mal no la encontraron», pensó abrazándose a sí misma.

Entonces la mente le jugó una mala pasada y recordó los besos de Bedford estremeciéndose.

No, debía olvidar lo que había pasado y ojalá que ese hombre no hablara porque no sabría qué hacer si esto llegaba a los oídos de la sociedad.

Ella deseaba casarse con Gerald, no quería perderlo por culpa de ese hombre perverso que se había aprovechado de su equivocación para arrinconarla.

Amante por despecho//Muestra// // LIBRO 1 (Serie Guerreros de la corona)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora