Las aspiraciones celestes

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Y con sus alas, suaves y apacibles,
Me llevaría lejos de aquí...

"Oh papa," suspiro ella, todavía cosiendo el vestido feo de la cerda, "¿Algún día me enviaras al ángel de la musica? Sería que alguna vez permitiría que mi cancion tomara vuelo y sacarme de aquí? No me gusta estar aquí, papá. Esta no es mi casa, añoro mi verdadera casa, donde podía cantar, y bailar, y jugar...oh papá, ¿por qué tienes que dejarme?" Ella bajó la mirada al vestido, como una vez mas, las lágrimas comenzaron a caer.

Sus palabras de lamento una vez más, atravesaron el corazón de Erik. Ella no debía llorar. Ella era todo lo que era la belleza y la dulzura, y las lágrimas no la convertían en ella. El deseaba, que hubiese algo que él pudiera hacer para consolarla. Pero ¿como? Lloraba por un padre que él no conocía. Lloraba sobre el miserable estado de la existencia que no podía cambiar . Lloraba por un ángel a quien no podía producir. Un ángel de la musica.

La respiración de Erik se aceleró. Tal vez él podía ser ese ángel. Lo que era un ángel después de todo, un ser incorpóreo que no se veía. Y el sería un ángel de la musica. Un ángel de la música que haría que su canción tomara vuelo, y levantar su existencia en la actualidad. Y ¿como se puede hacer eso? ¡Enseñándole la forma correcta de cantar!

¿Había no sólo movido a sí mismo por la pureza y la claridad de su voz? ¿Qué no se había preguntado como soñaría cantar un aria de una opera en el escenario? Ella nunca haría eso, si ella no recibía una formación adecuada, pero ¿como podría ella tener una esperanza mientras trabajaba como una costurera para una bovina como La Carlotta?

Él podía enseñarle. La música había sido su primer y único amor desde el momento en que era un niño. Había borrado todo el desgarro, acariciando todos sus dolores de cabeza. Se había convertido en un virtuoso en cualquier instrumento que había tocado. Su canto había sido durante mucho tiempo capaz de encantar a los que habían sido bendecidos o maldecidos al escucharlo. Casi había llevado a su propia madre a la locura con su voz. Estos pensamientos no fueron presunción de su parte, sino simplemente hechos que el sabía que eran ciertos.

Sus pensamientos corrían con la forma en que podría convertirse en su ángel de la musica. Podía permanecer oculto, detrás de la pared, y hablar con ella. Ella nunca tendría que verlo, y saber que en verdad, su ángel era más como el mismo diablo. El podría enseñarle a ella en clases, animándola, y construir su voz a una grandeza de lo que el sabía que era capaz. De este momento podría salir de su estado triste, podría ser la nueva Prima Donna, remplazando a Carlotta en los papeles. Podría hacer esto por ella, y entonces tal vez las lágrimas que lloraría serían lágrimas de alegría, no más de dolor. Tal vez por ser su ángel, podría ayudarla para que finalmente encontrara sus alas.

Una vez más, Erik oyó la puerta de los vestidores abrirse. "¡Christine!" Oyó a la pequeña bailarina rubia Meg Giry llamar al entrar en la habitación. "Christine, la Carlotta necesita su vestido ahora."

"¿Ya?" Su ángel preguntó, sacudiendo la cabeza. "No ha pasado incluso la media hora que ella exigió."

"Ya sabes que no es razonable." Meg respondió. "¿Ya acabaste?"

"Sólo un poco" regreso a su ángel, atando el hilo que había hecho las reparaciones, y liberando en vestido de la máquina de coser.

"Bueno, vamos, entonces, Christine, vamos." Meg afirmo, agarrándola de la mano y llevándola hacia la puerta. "No queremos hacer esperar a la Diva." Ellas salieron de la habitación en un apuro, cerrando la puerta detrás de ellas.

Erik lanzo el aliento que había estado conteniendo cuando el vio que las chicas se fueron. "Christine", dijo en un susurro ronco, nunca tuvo una palabra que sonara tan dulce en sus labios.

The Secret Door - J.M SmithDonde viven las historias. Descúbrelo ahora