Parte 1

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Al despertar, me deslumbra un rayo de sol que se alcanza a colar por la gruesa cortina.

Mi habitación es de un ligero tono beige, casi blanco. La puerta casi gris, tiene una pequeña ventana adornada con herrería rustica. El lugar en sí parecía estar forrado de forma simple, algo sobrio y de apariencia antigua.

Con algo de pesadez, llevo mis manos al rostro y tallo mis ojos para despejar un poco el sueño, y luego de estirar, me ciento en el borde de la cama y tomo una liga para atar mi cabello en un moño. Aun sin arreglarme, intento acomodar mi habitación, empezando por mi cama.

En eso, un hombre joven entra y se acerca con tranquilidad, ojos verdes grisáceo, piel blanca con un ligero bronceado y una sonrisa suave. Se sentó en una de las orillas de la cama y me observó.

— Es bueno que hallas despertado por tu cuenta- dijo un tanto risueño y en espera de una respuesta de mi parte — ¿Cómo despertaste, te encuentras bien? - preguntó con un tono calmado.

Yo no contesté, seguí en mis asuntos y giré a mi armario. Solo se quedó ahí mirándome — Vamos, responde, sabes que no te haré nada — dijo tranquilo — nadie te hará daño.

En serio, me sorprende que aún insista por que hable; y lo digo pues cada que llega uno nuevo, se da otro intento.

— Vamos, ¿qué te cuesta? — dijo con suavidad — Ya vamos a desayunar, y aunque no parezca, tú también lo necesitas — yo asentí con la cabeza, suspiro con una pequeña sonrisa negando ante mi necedad — Sígueme — dijo con simpleza.

Al abrir la puerta, para dirigirnos al comedor, noto que las paredes han cambiado. Es de un amarillo narciso el largo pasillo que nos llevó a una mesa más que grande, se notaba de madera, al igual que las sillas al rededor, todo resultaba cálido y hogareño.

Ahí se encontraban más personas, la mayor parte desconocidos; estaban a punto de dar inicio a su comida, cuando el joven y yo entramos en la habitación. Un hombre más entra en la sala con aquello que usarán para bebida y después se sentó en una de las sillas restantes - Ven, vamos siente - dijo el recién llegado de forma confiada, yo voltee a ver a mi acompañante y el asintió. Enseguida me senté al lado del chico y del mismo modo mi acompañante. Una vez que todos nos encontrábamos sentados uno habló.

— ¿Cómo te llamas? — dijo un joven de ondulado cabello y pobladas cejas; y al instante volteo en su dirección — bueno, digo sí es que acaso y por pura casualidad tienes un apodo por el cual pueda llamarte — dijo pronunciando lo último con una gran sonrisa. Pero, imaginaba cuáles eran sus intenciones, por lo que resolví no responder.

— Bueno — dijo quién me trajo — creo que primero nos debemos presentar nosotros — dijo con tono de regaño al y me esbozó una linda sonrisa — como recordaras, mi nombre es Dion, aunque me puedes decir Baco — comentó mirándome, pronunciando lo último con algo de burla — él es Danyel, ese de allá es Ashton, al de la esquina ya lo conoces, pero el de al lado es ...

— Alex, un gusto — interrumpió con voz calmada un chico de cabello oscuro y piel oliva. A quien le respondí con una sonrisita.

— Sam — comentó un joven rizado, con un ademán por saludo.

— Kris — menciona un joven castaño de piel bronceada que se estiró por leche — los dos de ahí, por si no lo notaste, son gemelos y tal cual son un par de gatos — anuncia risueño, a lo que yo elevé ambas cejas y asentí con afán sarcástico.

Ambos chicos se notaban un poco incómodos, pero no dijeron nada. Incluso uno de ellos me sonrió.

— Veo que empezaron sin mí — expone un hombre maduro de cabello negro y barba de unos días que cruzaba la puerta. Todos guardaron silencio.

30 LobosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora