CAPÍTULO DIECISEIS

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De momento, la túnica aún ocultaba mis braguitas y no se veía nada más que gran parte de mis blanquecinos muslos y el sostén negro de encaje.

—Por favor, Nicolás... —comencé a balbucear—. Delante de mis padres no.

Él hizo caso omiso a mis palabras y se inclinó delante mía. Metió una de sus sucias manos dentro del sujetador y destapó uno de mis pechos.

—Por favor... por favor... —continué suplicando mientras me retorcía intentando alejar su sucia mano de mi seno—. Delante de ellos no, te lo suplico.

Mi padre comenzó a insultarle, llamándole de todo, mientras se retorcía en el suelo para poder levantarse y golpearle.

Uno de los Renegados le atizó un puñetazo en la cabeza y lo dejó inconsciente en el suelo; me consolé pensando que por lo menos así no vería cómo era violada.

Mi madre continuó llorando a gritos, mientras acunaba la cabeza de mi padre en su regazo.

—¡Hacerla callar también! —exigió Nicolás mientras me pellizcaba dolorosamente el pezón.

Amordazaron a mi madre con un poco de precinto plateado, para silenciarla.

—Y encima vas a gozar pequeña zorra —Se burlaba de mí en mi propia cara—. Vas a suplicarme que no pare ni me detenga nunca.

Se acercó un poco más.

—Mira lo que tengo aquí —dijo a la vez que se echaba mano sobre su abultado paquete y se lo manoseaba por encima de los pantalones—, es toda para ti.

De su garganta surgió una amarga carcajada y con un movimiento hábil, se me echó encima, aplastándome contra el colchón y presionando su erección contra mi vientre.

—No puedo esperar para saber que tal sabe tu sangre y qué se siente estando enterrado hasta el fondo en ese coñito lindo que sé que tienes...

Y antes de que asimilara lo que acababa de decirme, me clavó sus horrendos colmillos en la garganta. Un dolor inaguantable se apoderó de mí. Podía sentir cómo se cerraba fuertemente su mandíbula en mi carne y succionaba con hambre feroz.

Él iba ha hacerme mucho daño, tanto psicológicamente como físicamente, pero por lo menos me podía consolar sabiendo que en cuestión de minutos acabaría debilitado gracias a la droga que corría por mis venas. En cuanto tuviera ocasión y acabara liberada de ataduras, le iba a patear el culo lo más fuerte posible, aunque me costase la vida en ello.

No había terminado de beber de mi cuello, cuando sus manos descendieron entre nuestros cuerpos y se dirigieron a sus pantalones. Mi respiración se paralizó, al contrario que mi corazón, que ahora latía con más ímpetu, cuando noté que se bajaba la cremallera.

Y no sé cómo sucedió, pero de repente, su cuerpo ya no se presionaba contra el mío y su boca no se alimentaba de mi dolorida vena. Salió disparado hacia atrás, cayendo de culo contra el duro suelo. Con un grito gutural, se incorporó de nuevo sobre sus talones. Se quedó mirando fijamente y con rabia hacia la puerta de entrada.

Giré la cabeza, a pesar de mi dolorido cuello, y miré en esa dirección: Un hombre, mejor dicho, un vampiro altísimo y fornido, con una melena larga y morena, nos miraba atentamente con sus ojos verdes.

Álex.

—Ella es mía —le aclaró éste a Nicolás con voz asesina—. Según nuestro tratado, me la entregarías a cambio de mi apoyo en tu política. En ningún momento se dijo nada de que podías poseerla antes de dármela a mí.

¿De qué iba todo esto? ¿Suya? ¿Tratado? No entendía nada, solamente tenía claro que esto se estaba complicando cada vez más.

—Mis excusas Gobernador de Alicante —Su tono era burlón. Definitivamente no lamentaba sus acciones—. Solo quería comprobar que su mercancía se encontraba en buen estado.

Saga La Era De Los Vampiros, Libro I: Dulce CautiverioWhere stories live. Discover now