CAPÍTULO DIECISEIS

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   Esto debería ser un pago o algo así, como venganza a lo que le hicimos con Jane, despojarlo de esa manera por su mala conducta hacia ella y hacía su familia. ¿Que otra razón podía ser sino?

   La puerta se abrió de golpe y entraron dos vampiros rubios. Traían a dos rehenes con ellos: Mis padres. La imagen que mi mente absorbía era dolorosa y solamente sirvió para aumentar más aún mi rabia y odio hacía Nick. Sus ropas estaban sucias, ensangrentadas y hechas jirones. Arañazos y marcas de mordeduras se deslumbraban en las zonas que quedaban expuestas a la vista. Tenían una pinta horrible, con sus pelos revueltos y despeinados. Sus caras estaban hinchadas y coloradas por los golpes recibidos o quizás de tanto llorar. También estaban atados de pies y manos.

   Los vampiros los soltaron de golpe y ambos cayeron al suelo de rodillas. No pude reprimir un grito de horror y sin querer, alcé mis manos atadas hacia mi boca, para ahogar otro grito que luchaba por salir. Con impotencia, me giré y clavé mi mirada en aquellos ojos negros, apagados, sin vida, sin alma y totalmente vacíos, de nuestro captor.

   —¿Qué quieres de nosotros entonces? —escupí exigiendo una explicación.

   Sin mediar palabra alguna, se levantó del sillón en el que estaba descansando y se acercó a mí, como si fuera un animal salvaje acechando a su débil presa.

   Yo no podía moverme, bastante me costaba ya mantenerme de pie sin perder el equilibrio y caerme de bruces en el suelo.

   El lugar donde nos encontrábamos era un dormitorio espacioso, pero apenas estaba amueblado. Sólo tenía una gran cama, que se encontraba a la izquierda de la puerta y pude comprobar con horror, que de la pared -en la parte dónde estaba el cabezal de la cama-, colgaban cadenas gruesas y grilletes al final de las mismas. En la pared de enfrente, había dos sillones orejeros, uno a cada lado de la chimenea francesa. Y eso era todo.

   Mis padres estaban a la derecha de la entrada, arrodillados en el suelo y apoyados contra la pared desnuda. Al lado de ellos estaban los dos vampiros que habían ido a por ellos para traerlos. Detrás mía estaba Ian, bloqueando la puerta de entrada e impidiendo cualquier intento de fuga por mi parte.

   Ahora tenía a Nick enfrente mía y deduje por cómo me miraba que nada bueno podría esperar de él: La sed de sangre y de lujuria bañaban nublando ahora sus ya oscuros ojos. Con un movimiento rápido e inesperado, me desgarró la túnica azul por la parte frontal, dejando mi sujetador expuesto a la vista.

   Gemí de la sorpresa e intenté taparme y cubrirme inutilmente.

   Con otro gesto igual de veloz, me alzó en brazos y me llevó a la cama.

   Horribles imágenes asquerosas nublaron mi atormentada mente. No podía creer lo que me estaba pasando y no me gustó para nada las intenciones que tenía Nick con respecto a mí. Forcejeé intentando librarme de su agarre pero no pude hacer gran cosa, estaba perdida.

   Cuando mis padres comprendieron también lo que me esperaba, comenzaron a gritar y a quejarse. Suplicaron clemencia y solicitaron una y otra vez que me dejara libre y en paz.

   Nick ignoró sus exigencias y continuó con sus maléficas intenciones. Desató mis manos que estaban unidas por las muñecas y sustituyó la presa que ejercían las cuerdas en ellas por los fríos grilletes.

   —Me has estado jodiendo la existencia desde que te conocí... —se quejaba mientras me desataba las piernas—. Ahora me toca a mí joderte a ti.

   Pataleé con todas mis fuerzas, golpeándole varias veces en el pecho, pero apenas notó mis embestidas.

   Ian se acercó por el otro lado de la cama y me agarró mi pierna derecha y con la cuerda que habían utilizado para atarme las manos, me la sujetó al poste de madera que estaba al pie de la cama. Nick hizo lo mismo con la otra pierna usando la cuerda que antes me las tenía sujetas, dejándome ambas separadas y abiertas.

Saga <<La Era De Los Vampiros>> Libro I: <<Dulce Cautiverio>>Donde viven las historias. Descúbrelo ahora