CAPÍTULO TRECE (sin corregir)

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   Estaba allí, totalmente desnudo -cómo yo- y completamente erecto, mirándome con ardiente deseo.

   —Eric... —murmuré densamente. La excitación me poseía firmemente.

   A él le bastó sólo esa palabra para avanzar y reunirse conmigo bajo las diminutas gotas de agua caliente. Sus manos se aferraron a mi cintura y las mías a su cabeza.

   Necesitaba sentir los labios de él presionándose contra los míos. Me dejé llevar por la tentación, apoyé mis brazos en sus hombros y me incliné a besarlo, en un profundo y húmedo beso. Me sentía tan bien contra él, sintiendo su fuerte cuerpo apretado contra el mío.

   Mis manos jugaban con los mojados mechones de su dorado pelo. Nuestras bocas seguían unidas. Ahora notaba sus colmillos y los acaricié con mi lengua, demorándome en las puntas afiladas. Sus manos comenzaron a acariciar mi espalda, recorriéndola desde los hombros hasta mis nalgas. Allí se detuvo bastante tiempo, apretándomelas delicadamente y atrayéndome más contra él.

   Su duro miembro presionaba mi abdomen, haciéndome sentir un cosquilleo en el estómago, como si tuviera miles de mariposas volando allí dentro.

   Continuó explorando mis exquisitas curvas, sin detener su avance ni un solo segundo. Sus movimientos eran lentos, pero firmes y me hacían enloquecer de deseo. Nuestras bocas se apartaron finalmente, jadeábamos y gemíamos de placer.

   Ahora nos mirábamos fijamente y me vi reflejada en sus penetrantes ojos ahora de un débil color carmesí.

   Con un movimiento veloz me dio la vuelta y me presionó de cara a los azulejos. Extendí las manos sobre ellos, a cada lado de mi cabeza y con las palmas abiertas. Su cuerpo presionaba el mío, podía sentir ahora su enorme sexo apretándose y rozándose contra mi trasero. Con una de sus piernas, me obligó a separar las mías. El movimiento fue rápido, pero suave, con delicadeza.

   Contuve mi respiración, anticipando en mi mente lo que iba a ocurrir a continuación. Y esta vez, no me equivocaba.

   Pasó su boca a lo largo de mi garganta, deteniéndose brevemente a la altura de mi palpitante vena. Acarició este punto con la punta de su lengua. Metió sus manos entre los azulejos de la pared y mi pecho, atrapando mis senos en ellas. Las acarició con énfasis, pero sin hacerme daño. Jugó con ellas y con mis pezones, provocándome más aún.

   Gemí de nuevo. Empezaron a temblarme las piernas por la urgente necesidad de él. Lo deseaba con pasión y no sabía si iba a poder aguantar más esa dulce tortura.

   Continuó acariciándome con la boca, ahora descendió de mis hombros para besarme la espalda, luego mis caderas y mientras presionaba sus labios contra mi trasero, se arrodilló. Separó mis muslos con sus ágiles manos y expuso mi vagina delante de sus ojos.

   Gemí a la primera presión de sus labios sobre mi excitado sexo, entonces soltó un lento y profundo jadeo mientras su lengua se hundía profundamente entre mis sonrosados pliegues.

   —¿Cómo te sientes Carla? —murmuró, sus palabras me provocaban cosquillas.

   —Bien... —dije mientras jadeaba en un susurro casi inaudible. Me mordí tan fuerte el labio inferior, que éste comenzó a sangrar un poco.

   Él percibió el olor de mi sangre y en respuesta, hundió más profundamente su lengua en el núcleo de mi centro. Sus movimientos se hicieron más agresivos, más rápidos, llevándome a un punto de locura sin retorno.

   No podía aguantarlo más...

   —¡Oh, Dios mío! —mi respiración era jadeante.

   Su lengua jugaba ahora con mi hinchado y sensible clítoris, enloqueciéndome salvajemente.

Saga <<La Era De Los Vampiros>> Libro I: <<Dulce Cautiverio>>Donde viven las historias. Descúbrelo ahora