En la vida de Daniel también hubo muchos cambios, algunos internos y otros externos. Luego de aquella travesura con su mejor amiga, se encontró pensando en ella mucho más de lo que hubiera querido, recordaba la hazaña y pensaba que si no hubiera sido por su madre, con seguridad la hubiera besado. Quiso hablarlo con Panambí, decirle lo que le pasaba, pero no se animó. Ella parecía no sentir lo mismo que él y no quería acabar con su bella amistad o que ella se alejase por miedo. Terminó aceptando que aquella vez ella sólo quería experimentar.

Pero eso también le parecía fantástico a Daniel, él era un chico introvertido y a sus diecisiete años apenas cumplidos había llegado a la conclusión que encarar a las chicas no era lo suyo. Nunca encontraba las palabras para decir lo que pensaba y aunque sus compañeras lo consideraban «churro», salvo Antonella ninguna otra se le había insinuado y Daniel desconocía si había alguna chica interesada en él.

Hacía un año había empezado a ir al gimnasio, los brazos y el torso se le habían desarrollado y además había crecido aún más en estatura. El pelo se lo había dejado un poco más largo de lo normal y según sus amigas le quedaba hermoso. De todas formas a Daniel no le habían sucedido demasiadas cosas en el campo del amor, contrario a sus amigos Miguel y Aldo que alardeaban de sus aventuras, Daniel permanecía callado y sólo escuchaba.

Ya había dado un beso, pero no fue un beso de amor, sólo una apuesta que había hecho con Miguel y la cual había perdido. También había podido ver los pechos de Dahiana, cuando en una excursión jugaron «a la botella» con prendas bastante pervertidas. En realidad, Dahiana había asumido el reto en vez de la verdad y una chica con la que ella no tenía una buena relación la castigó dándole la prenda de ir al baño con Daniel y tocarlo hasta que él llegara. Por supuesto ambos estaban nerviosos, no habían intercambiado en clases ni siquiera dos palabras, no eran amigos ni se gustaban. Daniel le dijo que no necesitaba hacer nada, que esperarían un tiempo prudente y luego saldrían y que él diría que ella lo había hecho. Sin embargo y a cambio de tan caballeroso gesto, ella decidió levantarse la camisa y dejarle ver sus atributos, siempre que no la tocara. Daniel se quedó perplejo, pero en ese momento su mente sólo evocó a su amiga y deseó que fuera ella quien estuviera allí con él.

Por otro lado, su madre había iniciado hacía ya casi un año una relación con Paulo. Ellos se habían hecho más amigos a raíz del divorcio de Paulo, luego del cual quedó devastado. Entonces empezaron a salir, no se tenían más que a ellos dos, y la soledad y el cariño fue creciendo, hasta que aceptaron dar el siguiente paso y se involucraron en una relación sentimental. Daniel lo descubrió de casualidad, una vez que ingresó a su casa sin avisar y los vio besándose.

Al principio se enojó, Paulo era amigo de su padre y eso lo hizo sentir traicionado. Ambos intentaron hablarle, que lo entendiese y lo aceptase, le dijeron que no podían ir en contra de lo que sentían y que no estaban dañando a nadie. Pero fue Panambí la que lo hizo comprender, simplemente le preguntó si pensaba que su padre se enojaría si se enterara y Daniel lo meditó. Su padre amaba a su madre y haría lo que fuera por verla feliz, él lo entendería, y quien mejor que su amigo Paulo para cuidar de ella. Daniel terminó aceptando y sin darse cuenta entabló con Paulo una bonita relación, compartían aficiones, gustos musicales y deportivos. También conoció a su pequeña hija Luana, a quien enseguida tomó cariño y aunque no se veían a menudo, la trataba como a una hermana.

Esa tarde y como todas las demás, estaba en el hospital junto con Panambí, esperando que le dieran el alta a Don Enrique y pudieran volver a la casa. Ella recostaba su cabeza en su hombro y él simplemente respiraba el olor de su cabello, un olor a vainilla que ya le era tan característico y familiar que a veces lo sentía parte de sí mismo.

—Fueron varios días en el hospital, estarás cansada.

—Lo estoy, pero Arandu se ofreció a quedarse con él esta noche para darme un respiro, necesito dormir.

—¿Querés venir a casa? Mamá y Paulo van a salir en una especie de «escapada romántica». Podés dormir en mi cama tranquilita y yo duermo en la de mamá. —Daniel sabía que la pequeña pieza en la que vivía su amiga carecía de cualquier tipo de comodidad y ella necesitaba descansar.

—Dale, voy a ir. Pero mejor que no le digas a Arandu que tu mamá no va a estar. Aunque últimamente ni se preocupa más por mí.

—Está cansado, están pasando muchas cosas, vos sabés que él te adora.

El doctor le dio el alta a Don Enrique y juntos tomaron un taxi frente al hospital que los llevó de nuevo a la casa. El señor estaba bien pero debía descansar, el feriado largo que se venía era una buena opción ya que Arandu no abriría la tienda y se quedaría en casa a cuidarlo. Después de todo él también quería dormir.

Una vez que lo ayudaron a llegar a su casa y a su cama, que le pusieron las medicinas cerca y que Panambí colgó las indicaciones por un imán en la puerta de la vieja heladera, ella y Daniel fueron al departamento de este. Alicia ya se había marchado y todo estaba calmo.

—Me voy a dar un baño y luego voy a dormir un rato. —Informó a su amigo y él asintió. Eran cerca de las seis de la tarde de un jueves, al día siguiente era feriado y luego venía el fin de semana. Panambí había traído algunas ropas para cambiarse.

Daniel se sentó en la sala para ver algún programa, necesitaba distraerse. La idea de Panambí desnuda en el baño de su casa lo había perturbado. Hacía mucho no pensaba en ella de esa forma, desde la vez que jugaron a ese estúpido juego con sus compañeros. Pero tenerla allí le generaba emociones que no sabía describir. Se preguntó si ella sentía lo mismo, nunca habían vuelto hablar de esos temas y parecía que ambos lo evitaban, a pesar de que eran capaces de hablar de cualquier otra cosa, él no le había contado a su amiga sus pequeñas experiencias y no sabía si ella había vivido algo similar.

Lo único que sabía de la vida amorosa de Panambí era que vivía enamorada de personajes de libros, pero nunca le había hablado de nadie real.

Lo único que sabía de la vida amorosa de Panambí era que vivía enamorada de personajes de libros, pero nunca le había hablado de nadie real

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Tu música en mi silencio ©Where stories live. Discover now