—Después de un mes de guerra sangrienta, donde se perdieron muchas vidas humanas, los vampiros se hicieron con el control del mundo entero. Ahora son ellos los que gobiernan nuestro país.

   Lo miré con los ojos abiertos como platos, no daba crédito a lo que mis oídos acababan de escuchar. Teníamos que convivir con vampiros... ¡Que extraño sonaba eso! Miré a mi madre para ver si decía algo, cualquier cosa que demostrara que mi padre estaba bromeando, pero ella simplemente agachó la cabeza, desviando su mirada de mis ojos.

   —Bien, voy entendiendo, ahora ellos son los amos. ¿En que cambia eso las cosas para nosotros? Porque no creo y dudo de que ahora todo marche igual que siempre —necesitaba respuestas y no pensaba callarme ninguna pregunta que me rondara—. ¿Se turnan para alimentarse de nosotros? —dije con ironía, pues estaba muy nerviosa en ese momento y no sabía qué decir. En verdad, no estaba muy segura si quería conocer la respuesta...

   —En cierto modo, no han cambiado mucho las cosas, seguimos pagando nuestros impuestos y todo eso —saber eso me tranquilizó un poco—. Pero cada familia debe de tener un patrón o patrona a su cargo que velen por ellos y...

   —¿Patrón? —pregunté toda extrañada—. Te refieres a uno que sea vampiro, ¿no?

   —Sí, así es. El patrón en cuestión protege a la familia que tenga a su cuidado de que ningún otro vampiro se alimente o abuse de ellos. Sólo él o ella puede hacerlo.

   —¿Y cómo sabe un vampiro qué humano está protegido y cuál no lo está?, ¿cómo puede diferenciarlos? —esto cada vez se ponía más enredado y con respuestas desagradables.

   —Por medio de unos brazaletes blancos —nada más nombrarlos, le encontré sentido a una de mis inquietudes—. Cada miembro de la familia tiene uno idéntico, con el símbolo que representa a su patrón vampiro y cada uno de ellos tiene su propio símbolo que lo identifica y lo diferencia de los demás.

   Lo que me temía... Así que no se debía a una cuestión de <<moda>>. Entonces recorrí con la mirada las muñecas de mis padres y vi que ellos no tenían ninguno.

   —Vosotros no lleváis brazalete.. ¿Por qué?

   Silencio.

   Viendo que no me respondían, probé a ver con otra pregunta.

   —¿Qué les ocurren a los humanos que no tienen patrón? —alce una ceja, esperando.

   —Deben de llevar mucho cuidado, evitar salir por las noches y rezar para que ninguno de ellos entren en sus hogares.

   —¿Por qué, en ese caso...?

  —Los vampiros serían libres de alimentarse de ellos e incluso de abusarlos sexualmente.

   Noté que esta parte de la conversación en particular lo ponía más nervioso, al igual que a mí.

   Quiriendo saber más, intenté abarcar de nuevo la pregunta anterior.

   —¿Y por que no tenéis vosotros un patrón?

   Esta vez fue mi madre la que habló, retirándose de la mesa en la que estaba apoyada y poniéndose al lado de mi padre.

   —Para que una familia pueda poseer un patrón, debe tener un miembro disponible, quiero decir, uno que esté soltero o soltera.

   —¿Y eso por qué?

  —Por que el patrón o patrona debe emparejarse con uno de ellos, el que esté disponible y con mayoría de edad —dijo esta vez mi padre, retomando el hilo de la conversación—. Mira, es complicado de explicar...

Saga &lt;&lt;La Era De Los Vampiros&gt;&gt; Libro I: &lt;&lt;Dulce Cautiverio&gt;&gt;Where stories live. Discover now