Colectivo

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Hoy me desperté, luego de tener un sueño horrible. Llegaba a la escuela y me decían que ya era muy tarde y no podía rendir el examen.

No es que sea una obsesionada del estudio, para nada, de hecho me lleve dos materias. La verdad es qu la matemática o la química no me importan en absoluto, por lo menos se que a mi nunca van a servirme. Pero esto era diferente, porque era un examen de piano. Y el piano si me importaba.

Me levanté de la cama y lo primero que hice fué mirar la hora. 7:30, perfecto.

Me hice un café y lo tomé mientras preparaba mis cosas y me vestía. Estaba muy nerviosa, había estado preparándome para el examen pero aún así me sentía insegura.

Salí de mi casa lo más silenciosamente posible, para no despertar a mi familia. Estaba lloviendo a cántaros, me puse la capucha, aplastándome los rulos, metí las manos en los bolsillos y corrí hasta la parada del colectivo.

Cuando llegue a la parada, me resguardé debajo del techo. Una señora, como de cincuenta años que estaba usando un piloto de lluvia bordó, se acercó hacia mi y me habló.

— ¿Acá para el 107, nena? — preguntó. Su voz era muy aguda y ronca.

—Si señora — respondí, distraida.

—¿Hace mucho que esperas?

—No, acabo de llegar — dije, suponiendo que ese era el fin de la conversación. Pero no fué así.

—Tenía miedo de haberme quedado dormida viste, en el trabajo que cagan a pedos cuando llego tarde.

—Mmmhm —  dije, asintiendo con la cabeza para parecer interesada.

—Lo que pasa, es que desde que se murió mi marido, los horarios y todo eso se me mezclan. A veces no se ni en que día de la semana estoy — la señora me hablaba como si fuera su amiga de toda la vida. "No hables con extraños" me decía la voz de mi madre en mi cabeza. Pero ¿Por qué no?

—Yo también tenía miedo de quedarme dormida. Hoy tengo un examen importante y tampoco puedo llegar tarde —  comenté.

—¿Examen de qué?

—De piano.

—¿Estudias piano? No me digas, yo estudiaba de chiquita tambien. Bueno mucha suerte, te va a ir bien seguro, si es lo que te gusta. Ahí viene el colectivo.

Y nos subimos, el colectivo estaba llenísimo, y pronto perdí el rastro de la señora. Durante el viaje me puse a reflexionar en lo increibles que eran las palabras. Verdaderamente una conversación de dos minutos con un extraño por la calle puede cambiarte el día. Si, podría ser peligroso, como decía mi mamá. Pero de vez en cuando, vale la pena arriesgarse.

.

Había llegado el momento. Me llamaron y entré al aula. Tres profesores sentados en una mesa, con cuadernos, listas y lapiceras.

Me senté frente al piano.

—Dale, tenemos más alumnos en espera — dijo uno de los profesores.

Respiré ondo, ubiqué las manos en el piano, pensé en la señora del 107 y comenzé a tocar.     

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⏰ Última actualización: Mar 02, 2016 ⏰

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